Compromiso total VI (3ª parte)
1 julio, 2016Compromiso total VII (1ª parte)
1 julio, 2016Autor: William MacDonald
Un cordón de oro recorre las Escrituras, una verdad que reaparece constantemente en el tejido de la Palabra. La verdad es ésta: Dios quiere lo primero y Dios quiere lo mejor. Él quiere el primer lugar en nuestras vidas y quiere lo mejor que tengamos para ofrecer.
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PE2229 – Estudio Bíblico
“Compromiso total” VI (4ª parte)
Cómo están amigos? Nos habíamos preguntado en el programa anterior: ¿Por qué los cristianos no consagran completamente sus vidas a Cristo? Para decirlo francamente, es porque no pensamos correctamente. Nuestras mentes se han desvirtuado a causa de los temores y los engaños. Expusimos ya algunos de estos temores, y hoy continuamos:
Temor a las Dificultades
Existe el temor a perder comodidades. Nuestra vívida imaginación vuela y tiembla al pensar en tener que bañarnos al aire libre o tomar duchas ocasionales – sin nombrar la vestimenta de segunda mano, muebles del Ejército de Salvación, y todo lo demás de segunda mano también, mientras que nuestros amigos disfrutan de vivir con todo lujo, de lo que en realidad son «los suaves y efímeros lujos que matan el alma».
Uno más, es el: Temor a la Insuficiencia
Algunos pueden sentir que no tienen ningún talento o don especial que dar al Señor. Se consideran inferiores; y hasta indignos. Pero F. B. Meyer dijo:
Soy sólo un hombre común. No tengo dones especiales. No soy un orador, no soy un erudito, ni un profundo pensador. Si he hecho algo por Cristo y mi generación, es porque me he entregado plenamente a Cristo Jesús, y luego intenté hacer todo lo que Él quiso que hiciera.
Nuestra parte es entregarnos enteramente a Cristo. Su parte es usarnos para Su gloria. Si calificamos como tontos, débiles, básicos, despreciados, entonces estamos en una buena posición para ser usados por Él (según 1 Co. 1:26 al 28).
Y está también, el: Temor a perder el Status
Algunas veces creemos que el mayor impedimento para nuestra completa dedicación es el orgullo. Si hemos de ser honestos, tendríamos que confesar que nos consideramos demasiado grandes, demasiado importantes para el tipo de vida que consideramos servicio cristiano. Está bien para otros, pero está por debajo de nuestra dignidad. Codiciamos un nombre en el mundo. Cualquiera que tenga una actitud necia debería considerar lo siguiente:
Podemos subir la escalera del éxito, y después, al llegar a la cima, darnos cuenta que la escalera estaba apoyada en la pared incorrecta.
Podemos cambiar el mejor lugar de Dios por Su segundo, tercero, cuarto, quinto mejor lugar.
Podemos gastar nuestra vida en cosas sin consecuencias en lo eterno.
Podemos terminar con al alma salvada pero la vida perdida.
Podemos llegar al cielo con las manos vacías.
O, todo lo anterior.
Hablemos ahora de un: COMPROMISO DEFICIENTE
Cada uno de nosotros sabe algo sobre una entrega deficiente. Cuando apuntamos a algunos ejemplos bíblicos, tres dedos nos están apuntando a nosotros. Cuando somos tentados de criticar a Pedro, o a Ananías y Safira, no podemos evitar sentirnos culpables. Nos vemos a nosotros mismos reflejados en sus experiencias.
Veamos: Las Tres Negaciones de Pedro
A pesar de su amor y celo por el Señor Jesús, Pedro siempre es recordado por las tres negaciones. Cuando el Salvador predijo Su muerte y resurrección: «Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.» (así leemos en Mt. 16:22). Hay una lección aquí. No se llama a Jesús Señor, para luego contradecirlo.
En otro momento, cuando el Maestro se arrodilló delante de Pedro para lavar sus pies, Pedro protestó: «Señor, ¿tú me lavas los pies?… No me lavarás los pies jamás» (Juan 13:6, 8). Observe la contradicción entre las palabras Señor y jamás.
Cuando Pedro tuvo la visión del lienzo que descendía del cielo con todo tipo de criaturas, de lo cual leemos en Hechos 10:13 y 14, el Cristo resucitado le dijo: «Levántate, Pedro, mata y come.» Y el apóstol respondió: «Señor, no». Cualquiera que contesta de esa manera debe tomar una decisión. O es «No», o es «Señor.» No pueden ser las dos. O hacemos lo que Él dice, o dejamos de llamarlo Señor.
Cuando W. Graham Scroggie estaba aconsejando a una joven que estaba en medio de una gran lucha en su alma respecto a un tema de sujeción a Cristo, él le contó la historia de Pedro en Jope, y cómo el Señor le dijo que se levantara y comiera. Pedro dijo tres veces: «No Señor». Scroggie le dijo amablemente: «Es posible decir: ‘No’ y también ‘Señor’; pero no se puede decir: ‘No Señor’. Voy a dejar mi Biblia contigo y este lápiz. Irás a la otra habitación y borrarás la palabra ‘No’ o ‘Señor.’ » La joven se encontraba llorando cuando regresó. Scroggie miró la Biblia y vio que la palabra No era la que había borrado. Y ella decía: «Él es Señor. Él es Señor.» Cuando más tarde él mismo contó la historia, agregó, «De eso se trata la santa obediencia.»
Existe también, la: Entrega Hipócrita
Ananías y Safira fueron atrapados durante un poderoso mover del Espíritu Santo. Los primeros cristianos dejaban todo para seguir a Cristo. Ananías y su esposa vendieron una porción de sus propiedades y fingieron darlo todo para el Señor, pero ellos se habían quedado con parte de eso para ellos mismos. Profesaron una consagración completa cuando no lo era. Y no fueron los últimos en cometer este pecado. Cuán a menudo cantamos: «Todo a Cristo yo le rindo», mientras nuestra rendición es incompleta. Si Dios derribara a todos los que fueron culpables de un compromiso defectuoso, los números de la iglesia en la tierra se verían notablemente disminuidos.
Y no podemos dejar de mencionar el: Yo Primero
En Lucas 9:57 al 62, tenemos otros tres ejemplos de una falsa dedicación. El primer hombre llamó Señor a Jesús y con entusiasmo prometió seguirlo a cualquier parte. «Señor, te seguiré adondequiera que vayas». Pero cuando el Señor le advirtió que eso podría significar no tener una casa, se retiró rápidamente. Su «adondequiera» se convirtió en «ahí no.»
El segundo hombre escuchó el llamado de Cristo: «Sígueme,» pero éste le dijo: «Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.» No existen indicios de que su padre estuviera muriendo en ese momento. Quizá estuviera en perfecto estado de salud. El casi discípulo quería quedarse en casa hasta que llegara el tiempo en que su padre exhalara por última vez. Podía haber sucedido que su padre viviera más tiempo que él. Ese fue un compromiso deficiente, pues le dio mayor prioridad a algo que no era el llamado de Cristo. Estaba poniendo su ego antes que al Salvador; observe que el joven dice: «déjame…primero.» Y luego dijo algo como: «ahora no, más tarde.» ¿Qué tipo de entrega es ésa?
El tercer hombre también llamó Señor a Jesús y profesó dedicación total. «Te seguiré, Señor…» Pero lo arruinó todo cuando dijo: «pero», y luego agregó: «déjame…primero». «Déjame que me despida primero de los que están en mi casa». Él no se refería a una rápida despedida. Las despedidas en aquel tiempo se extendían a días de comida y compañerismo. Este también puso una condición a su compromiso. Los convenios sociales tuvieron mayor prioridad que el señorío. Jesús es Señor, pero…
Años atrás apareció esta oración en las Notas Diarias de la Unión Bíblica. Y todavía es oportuna:
Perdónanos, oh Señor, por buscar tantas maneras de evitar el dolor y el sacrificio del discipulado. Fortalécenos en este día para caminar contigo, sin importar el costo. En Tu nombre, Amén.