¿Cuál es la diferencia? (9ª parte)
29 abril, 2020¿Cuál es la diferencia? (11ª parte)
29 abril, 2020Autor: William MacDonald
Un enfoque claro sobre algunas de las principales enseñanzas de la Biblia: ley y gracia, venidas de Cristo, Israel y la Iglesia, expiación, dos naturalezas, y más.
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PE2425- Estudio Bíblico
¿Cuál es la diferencia? (10ª parte)
Amigo, la palabra que quisiera ver hoy con usted es “expiación”. Se trata de un término bíblico que para mí es muy interesante pues tiene variedad de usos y su significado debe determinarse por el contexto. Es decir que viendo cómo es utilizada la palabra, aprendemos los diferentes sentidos que tiene.
Para comenzar a analizar este término “expiación”, debemos primero recordar cómo era el camino de salvación en el Antiguo Testamento de la Biblia. La gente fue salva al poner su fe en el Señor. Cuando Dios reveló algo y le creyeron, entonces fueron contados justos. Así, Génesis 15:6 relata cómo cuando Dios prometió a Abraham que tendría descendientes tan numerosos como las estrellas, el patriarca “creyó a Dios, y le fue contado por justicia”. Abraham fue justificado en base a la todavía futura obra de Cristo en la cruz. Es dudoso que Abraham supiera mucho acerca de aquella obra, pero Dios sabía, y puso todo el valor de aquella obra a la cuenta de Abraham. El Señor le otorgó el perdón judicial de todos sus pecados en base a la preciosa sangre del Salvador derramada en el Calvario. En cada época la salvación es por la fe en el Señor y en base a la obra sustitutiva del Señor Jesucristo. Se establece una relación eterna. Sin embargo, cuando un israelita creyente cometía pecado después de su conversión, esto rompió su comunión con Dios y le hizo inmundo. También había ciertos actos (como tocar un cuerpo muerto) que en sí no eran pecaminosos, pero que le hacía inmundo ceremonialmente. Estas cosas le impedían adorar en el tabernáculo o templo. Aquí es cuando entra en juego la expiación.
En el Antiguo Testamento, expiación es la traducción de una palabra hebrea que significa “cubrir”; la expiación era una forma de cubrir el pecado hasta que fuera tratado completa, perfecta y finalmente por la obra de Cristo en el Calvario. En algunos casos, “cubrir” puede comunicar la idea de enmendar, limpiar, eximir de castigo, y consagrar, pero casi nunca significaba expiación de pecados, esto es, hacer satisfacción por ellos. El escritor de Hebreos aclara que los sacrificios del Antiguo Testamento nunca quitaron ni un solo pecado. Si el sentido primario de expiación es quitar el pecado, entonces los sacrificios fracasaban. Hebreos 10:4 lo expresa claramente: “Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados”. Por esta razón el sistema de sacrificios nunca dio al pueblo de Dios una conciencia limpia respecto al pecado. Hebreos 10:2 explica que “de otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más con ciencia de pecado”. A veces hacían expiación por cosas inanimadas – el altar, el lugar santo, el lugar santísimo, el tabernáculo de reunión y el templo. Obviamente esto no tenía nada que ver con quitar o expiar pecados, porque las cosas inanimadas no pueden pecar. Un altar que había sido expiado estaba apto para usar en el servicio divino porque era limpio ritualmente. No es adecuada cualquier definición de expiación que no explica por qué ciertas “cosas” debieron ser expiadas.
Empleada respecto a las personas, la expiación significa limpieza ceremonial. Cuando un judío creyente que había pecado traía el sacrificio requerido, en efecto confesaba su pecado. Tan pronto como confesaba, era perdonado. Su perdón no venía mediante el sacrificio animal sino mediante el sacrificio de Cristo. El sacrificio animal era figura del sacrificio de Cristo. La pena eterna de su pecado ya había sido cancelada cuando creyó en el Señor, pero la confesión renovaba su comunión con Dios. El sacrificio que trajo le hizo apto externa y ceremonialmente para participar nuevamente en la adoración y los servicios de Jehová. Ya estaba en una relación de pacto con Dios, pero ahora estaba limpio ritualmente. Los sacrificios levíticos santificaron para la purificación de la carne, esto es, proveyeron una purificación externa, ritual. Sólo la obra de Cristo puede limpiar la conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo.
Hay al menos un lugar en el Antiguo Testamento donde la palabra expiar puede significar claramente quitar el pecado: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos”. Esto aparece en Deuteronomio 9:24. En este versículo “expiar la iniquidad” es correctamente traducido en la Reina Valera, la Biblia de las Américas y la Nueva Versión Internacional. En algunas traducciones en otros idiomas, pone lo equivalente a “hacer reconciliación por el pecado”, que es la idea, pero “expiar” lo expresa más claramente. El pasaje anticipa la segunda venida del Señor Jesús cuando la iniquidad de Su pueblo Israel por fin será resuelta. En realidad el sacrificio necesario para esto fue ofrecido en la cruz del Calvario, pero Israel no entra en el bien de esto hasta que miren a Aquel que traspasaron, lloren y se aflijan por Él como uno se aflige por su unigénito. Lo que la expiación cubrió en el Antiguo Testamento, Cristo quitó completamente y para siempre en la Cruz.
Por otro lado, “expiación” no es una palabra muy utilizada en el Nuevo Testamento, y “expiar” solo aparece en Hebreos 2:17 donde quizás sería mejor traducida como “hacer propiciación”, “ser propicio” o “hacer reconciliación”. La idea de expiación como la plantea el Antiguo Testamento nunca se halla en el Nuevo Testamento. Nunca menciona nada hecho para cubrir ni a personas ni a cosas inanimadas. En nuestros días la palabra expiación tiene un sentido adquirido. Hablamos de la expiación de Cristo, queriendo decir que mediante Su muerte, sepultura y resurrección hay satisfacción respecto al pecado. En sermones y canciones nos regocijamos que mediante Su sangre expiatoria nuestros pecados han sido quitados una vez por todas. Pero recordemos que este sentido es completamente poético, y que no tiene conexión alguna con el sentido usual de la palabra en el Antiguo Testamento. Por lo tanto, amigo, deberíamos aprender a distinguir entre el significado de expiación en el Antiguo Testamento y el significado que ha adquirido hoy en día por el uso que se da. No es incorrecto hablar de la obra expiatoria de Cristo, siempre que reconozcamos que Su obra fue perfecta, final e interna, mientras que la expiación en el Antiguo Testamento fue, salvo la excepción notada, imperfecta, repetida y externa.
Como último punto, sería bueno comprender la referencia a la “expiación” que hace el profeta Ezequiel, en su libro en la Biblia. Ezequiel emplea la palabra “expiación” en relación con los servicios en el futuro templo milenario. Anticipando el reino, Ezequiel habla de expiar el altar, el pueblo, es decir, la casa de Israel, y el templo. Esto representa un problema para algunos, porque parece que contradice Hebreos 10:12, “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”, y Hebreos 10:18, “Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado”. El problema surge porque damos al término “expiar” su definición del diccionario moderno en lugar de su significado básico. No sugiere que los sacrificios en el templo milenario sean eficaces en quitar la culpa y la pena del pecado, como tampoco eran en la época del Antiguo Testamento. Simplemente formarán parte del rito del templo. Al cumplir las ceremonias, Israel redimido verá la debilidad de los ritos contrastada con la perfección de la obra de Cristo. Reconocerá que los sacrificios eran sombras, mientras que la realidad es Cristo. Como los sacrificios del Antiguo Testamento ilustraban anticipadamente la obra de Cristo, así los del milenio recordarán el sacrificio hecho en el Calvario, como hace la Cena del Señor en nuestro caso. Simplemente serán memoriales.
Y usted, amigo: ¿ya ha podido experimentar en su vida la perfección de la obra de Cristo en oposición a la debilidad de los ritos? Espero que si aún no lo ha hecho, hoy mismo pueda estar pensando en Cristo muriendo en la cruz para que usted, si cree en él pueda ser limpio de su pecado una vez y para siempre.
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¿Cuál es la Diferencia?
Autor: William Macdonald
Este libro expondrá un enfoque claro de las enseñanzas más importantes de la Palabra de Dios, así como las tres etapas de la salvación, la posición y la práctica del cristiano, la morada del Espíritu Santo, Israel, el Reino Celestial, y la Iglesia.
Formato: 13,5×19,5cm • 159 págs.