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Autor: Daniel Siemens

¿Hasta qué punto pueden el poder, el orgullo y la idolatría afectar a alguien, en posición de autoridad, que permanece en ellos? ¿Acaso Dios no da aviso antes de actuar interviniendo conforme a Su naturaleza?


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PE2827- Estudio Bíblico
Cuando Dios evidencia locura (2ª parte)



Amigos, en el programa anterior leíamos en Daniel 4:28 – 33 que el Rey Nabucodonosor, de Babilonia. se volvió loco. No podemos imaginar el terror y la confusión de la corte real. Ciertamente, fue gracias a Daniel que el rey permaneció vivo y preservó su trono durante los siguientes siete años. Sin embargo, Nabucodonosor se había convertido en una bestia.

El profesor de psiquiatría de Groninga, Jan Dirk Blom, contabilizó, desde 1850, trece casos en los que humanos han creído ser animales. Blom dijo en un informe: “Los hombres lobo imaginarios creen tener garras, pelos por todo el cuerpo y largos colmillos. Sus palabras se enredan, aúllan a la luna, viven al aire libre y se alimentan de carne cruda. La causa es un mal funcionamiento de las áreas cerebrales responsables de la autoconciencia de nuestra existencia física […]. El fenómeno se considera uno de los síntomas psiquiátricos más antiguos que se han descrito y ocurre a nivel global, aunque comparativamente es poco frecuente”.

Pese a esto, este es tan solo el diagnóstico de los médicos. La Biblia dice que la impiedad es el mayor de todos los pecados. Esta puede desembocar en la locura, por medio del autoengaño, la propia sobreestimación, la megalomanía, la confusión mental, el desvío moral o la oscuridad espiritual. Toda persona que rechaza a su Creador y se opone a Él y a Sus mandamientos, revela de esa forma su propia locura. La Biblia lo llama “necedad” o “estupidez” el salmo 14:1 lo ilustra así: «Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien».

La creencia de que somos capaces de vivir en la impiedad y la vida pecaminosa sin consecuencias, resulta fatal: “al fin y al cabo, todo parece ir bien hasta el momento, ¿por qué debería ser distinto en el futuro?”. Este pensamiento no solo resulta ingenuo, sino que también es peligroso. Dios dijo a su pueblo elegido, los judíos, que, si desobedecían sus mandamientos y elegían seguir sus propios caminos pecaminosos, la maldición caería sobre ellos. Una maldición que tenía, entre otras, las siguientes consecuencias leemos en Deuteronomio 28:28: Jehová te herirá con locura, ceguera y turbación de espíritu.

Esta no tiene por qué ser necesariamente la respuesta de Dios ante el pecado. Su acción en muchos casos suele ser de carácter pasivo: retira su protección y bendición, y abandona a esa persona o pueblo. Les permite seguir su camino y cosechar lo que han sembrado –el fruto de sus vidas pecaminosas–. Pablo describe en la Carta a los Romanos 1:21 al 24 cómo se revela la locura de los impíos en la actualidad:

Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén«.

Los siguientes versículos continúan detallando en qué cosas se evidencian esta rebelión de la humanidad. Cuando una sociedad se aleja de Dios, desprecia sus mandamientos y pisotea su santidad, Él se hace a un lado, los deja seguir su camino, los abandona. Es entonces cuando la locura de la impiedad se hace evidente. Es esta misma demencia la que vemos hoy, por ejemplo, en la forma en que el hombre se ha alejado del orden divino de la creación, en la aceptación de la homosexualidad, en su lucha por el matrimonio igualitario o en la soberbia de creer que se está por encima de Dios. Aunque la Biblia diga que el matrimonio es entre un hombre y una mujer, nosotros nos esforzamos en proclamar lo contrario: “El matrimonio también puede ser entre dos hombres o entre dos mujeres”. La locura de la impiedad se hace evidente en el caos que existe en materia de identidad sexual: por ejemplo, cuando te registras en Facebook, ¡se supone que puedes elegir entre 60 tipos de “géneros”! Dios creó tan solo dos sexos, y dijo que toda su creación era buena, sin embargo, el hombre moderno dice en su arrogancia: “¡No, no es suficiente! Nosotros sabemos más que Dios, existen al menos 60 ‘géneros’, y cada persona puede elegir el suyo. Se nace neutro y luego se elige el ‘género’, por lo que siempre puedes cambiarlo”.

Toda persona que desafíe los mandamientos de Dios y pretenda ser su propio dios, corre el peligro de ser abandonado por Él, haciendo visible su demencia. El proceso de decrecimiento hacia la locura de la impiedad sigue siempre un mismo patrón: Primeramente el hombre ignora los hechos y las señales de Dios. Luego el hombre se rebela contra Dios y sus mandamientos. Seguido a esto, el hombre desafía a Dios y practica la idolatría. Más adelante el hombre ignora las advertencias de Dios, desprecia la paciencia de Dios y el llamado al arrepentimiento. Y por último, el hombre se glorifica a sí mismo y no a Dios.

Cuando Dios hace evidente la locura sucede lo siguiente: La impotencia y la necedad del hombre quedan al descubierto. El hombre es castigado por sus pecados. El juicio de Dios sobre esa persona se hace evidente. El hombre pierde su semejanza con Dios. Dios recibe la gloria que le corresponde. El hombre aprende la lección que no quería aprender.

Gracias a la bondad y misericordia de Dios, los siete años de locura no fueron el fin de Nabucodonosor. Dios le dio una nueva oportunidad de arrepentirse. Podemos admirar en la vida de este gobernante la asombrosa misericordia de Dios, quien se apiada del rey de Babilonia y le permite despertar de su locura para alcanzar de nuevo su cordura. En Daniel 4:34 al 37 se relata cómo, Nabucodonosor, alzó finalmente sus ojos al cielo, le fue devuelta la razón y alabó reconociendo el señorío de Dios sobre todas las cosas.

Nabucodonosor se convirtió. Aunque su conversión fue tardía, Dios le perdonó, permitiéndole un nuevo comienzo. Sin embargo, perdió siete años de su vida. Los desperdició por completo. ¿Y antes que eso? ¿Cuántas décadas malgastó en su afán de poder: en su egocentrismo y arrogancia? ¿Qué podría haber hecho Dios a través de Nabucodonosor si se hubiera convertido luego del primer sueño? ¿Cuánto bien se podría haber hecho si el rey se hubiera humillado y arrepentido tras el espectacular milagro que recibieron los tres amigos de Daniel en el horno de fuego?

Es probable que para ese momento se encontrara viejo y débil, y no le quedara mucho tiempo para servir a Dios. Pero, tanto en la corte, como en todo su reino, el asombro debió ser enorme. Después de siete años de locura, el pueblo vio a su rey volver a su trono, vestido de forma regia y en su sano juicio.

Se convirtió en un testimonio vivo de la gracia de Dios, y en un evangelista para su pueblo, aunque fuese por poco tiempo. Al final del “Capítulo 3”, leemos cómo Nabucodonosor llevó a cabo su tarea como embajador de Dios. Estos versos son la introducción al “Capítulo 4”: Nabucodonosor rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que moran en toda la tierra: Paz os sea multiplicada. Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo. ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación”.

¡Cómo debió desear Nabucodonosor haber acudido antes a Dios! Y tú, ¿por qué sigues esperando? La vida de Nabucodonosor es una advertencia de Dios para todo aquel que persiste en el pecado y la impiedad, ignorando las palabras de Dios y su paciencia. ¿Cuántos años, quizá décadas, has desperdiciado? ¿Durante cuánto tiempo has ignorado a Dios, queriendo ser tu propio dueño? No esperes a que los mejores años pasen, a estar viejo y falto de fuerzas. No esperes a que Dios evidencie tu locura.

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