Cuestionamientos a la Biblia disfrazados de piedad (3ª parte)

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Autor: Michael Kotsch

En estos últimos años se han desarrollado en círculos cristianos diversas formas de objetar la Biblia. Se plantean cuestionamientos muchas veces disfrazados de piedad, que desvalorizan la Palabra de Dios. ¿Cuáles son esas críticas o ataques que se le hacen a las Escrituras desde las filas del cristianismo? ¿Cuánto de razón tienen en lo que señalan?


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PE2638 – Estudio Bíblico
Cuestionamientos a la Biblia disfrazados de piedad (3ª parte)



¡Hola amigo! ¡Qué gusto volver a saludarle! En nuestro estudio “Cuestionamientos a la Biblia disfrazados de piedad”, vimos hasta ahora 4 estrategias con apariencia de piedad que solo sirven para desobedecer la Palabra de Dios. La primera era decir que ama la palabra de Dios pero que es imposible entenderla y por eso ni siquiera lo intenta. La segunda era buscar aparentes contradicciones entre las palabras de Jesús y las enseñanzas de Pablo. La tercera estrategia era elevar la guía personal del Espíritu Santo por encima de las Escrituras. Y por último, ajustar la Biblia a su sistema teológico. ¿Se identifica usted con alguna de estas? Será bueno autoanalizarnos.

Continuamos hoy con la quinta estrategia para quitar autoridad a la Biblia. Se trata de la glorificación de la ciencia. Escuchamos decir: “Si bien la Biblia prohíbe tal o cual comportamiento, considerando los conocimientos de la pedagogía moderna y de la psicología, debemos cambiar nuestra manera de verlo”. Desde la época de la Ilustración cada vez más personas consideran a la ciencia como garantía de un conocimiento objetivo y seguro. También en nuestra época se pone en duda la veracidad de la Biblia, porque sus afirmaciones parecen no siempre coincidir con los descubrimientos sin duda limitados de la arqueología, la historia o la biología. En caso de establecerse una duda, el cristiano moderno y bien informado confía en la ciencia, intentando adaptar a ella los contenidos bíblicos. Al final, la validez de la Palabra de Dios depende para ellos de las verdades reveladas por la investigación científica del momento.

Por ejemplo, el castigo físico en la disciplina de los niños (moderado y medido, por supuesto) es rechazado por la enseñanza de la pedagogía moderna acerca de la superioridad de una educación libre de todo tipo de violencia (Proverbios 13:24; Hebreos 12:6 y ss.). La visión expresada en la Biblia de la homosexualidad como algo incorrecto, se disimula señalando los avances de la psicología y la medicina (Romanos 1:26 y ss.). La sumisión de la mujer, exigida por Dios es relativizada con la excusa de que hace mucho que se aceptó la igualdad entre sexos (Colosenses 3:18). Con base en la psicología científica y la psicoterapia, la posesión demoníaca es considerada una mera ilustración, un diagnóstico erróneo o un fenómeno de la época (Lucas 8:26 y ss.). Cuando los teólogos buscan con sus palabras atenuar estos temas, falsifican la intención original de la Palabra de Dios, en lugar de hacerla más accesible y comprensible al oyente.

En resumen, amigo, una forma de atacar a la Biblia de manera “piadosa” es poniendo más confianza en los conocimientos científicos actuales que en las inequívocas afirmaciones de las Sagradas Escrituras. Con frecuencia, se intenta dar una interpretación simbólica a las manifiestas exigencias bíblicas, para atenuar así su tensa relación con la ciencia. A veces se dice también que detrás de las descripciones bíblicas hay un principio atemporal que debe tomarse en cuenta, aunque el comportamiento concreto, descrito por la Biblia, debe ser entendido tan solo como un ejemplo sacado de la situación cultural de aquel tiempo. De esta manera, muchos cristianos renuncian con ligereza a su fe en la infalibilidad de la Biblia, a favor de una limitada compatibilidad con las verdades momentáneas de la ciencia. Haciendo esto, se olvidan de que la ciencia, según la epistemología, nunca podrá formular una verdad absoluta, ya que su naturaleza es tal, que siempre estará a la búsqueda de una nueva y más certera visión de las cosas. La historia de la ciencia evidencia que las verdades de la psicología, pedagogía, arqueología y otras disciplinas que contradecían la Biblia, dejaron de ser consideradas, después de un tiempo, como normas vigentes.

Ahora, en sexto lugar encontramos el cuestionamiento a la Biblia que llamaremos como “el efecto dominó”. Algunas personas argumentan de esta manera: “Si exiges que se cumpla tal cosa, entonces volvamos a permitir la esclavitud o el velo en las mujeres. Pero, así como nos hemos librado de aquel asunto, por razones fundadas, también deberíamos hacerlo con este”. En las últimas décadas, la mayor parte de la cristiandad occidental se despidió de muchas indicaciones de las Sagradas Escrituras que antes habían considerado como verdades innegables. En general, se eluden los textos bíblicos en cuestión o se intenta volver lógica la falta de sometimiento a sus exigencias. Incluso, a veces, se celebra como una señal de flexibilidad espiritual o de progreso el haberse despedido, por ejemplo, de la ética sexual bíblica (2 Corintios 12:21), de los principios de liderazgo en la iglesia (1 Timoteo 3:1 y ss.) o la valoración del sufrimiento (Filipenses 1:29; 2 Timoteo 3:12). Se considera disparatado rechazar la homosexualidad, ya que en nuestro tiempo tampoco se practica el castigo físico en los niños ni la mujer se cubre en la congregación (1 Corintios 11:3 y ss.).

Es verdad que no podemos negar cierto crédito a este tipo de argumentos, pues la pregunta acerca de por qué la abolición de la esclavitud es celebrada como un progreso social a pesar de que la Biblia no rechaza formalmente esta clase de represión, resulta razonable. De la misma manera, en cien años, podríamos quizás valorar la absoluta igualdad de derechos entre hombres y mujeres en la iglesia como una superación de las estructuras anticuadas. Sin embargo, aceptar este método de argumentación como un método universal de interpretación bíblica trae numerosos problemas. Según este modelo, en el futuro se podrían relativizar todas las afirmaciones de la Biblia y arrojarlas finalmente por la borda, incluso si se tratasen de temas esenciales para la vida espiritual. Por ejemplo, cada vez más personas condenan como una insoportable falta de tolerancia el sostener que un musulmán no es salvo. Con esta lógica, podríamos argumentar que, si ya hemos superado la indisolubilidad del matrimonio y el rechazo a las terapias esotéricas, por tratarse de argumentos anticuados, también deberíamos corregir el dogma de la exclusividad de la fe cristiana como único camino de salvación.

Pero una mejor opción sería hacer lo contrario y entender este alejamiento del comprensible mensaje bíblico como una advertencia espiritual. Quizás los cristianos deberíamos preguntarnos si no hemos actuado de forma apresurada y a la ligera, dejando de lado ciertas exigencias de las Sagradas Escrituras. Entonces no seguiríamos desechando cada vez más nuestras convicciones de fe, sino que regresaríamos a las sencillas indicaciones de la Biblia. En general, no es lógica ni coherente la argumentación: “Ya que no hacemos más esto, tampoco es necesario observar aquello”. Cada una de las cuestiones teológicas debe ser considerada de forma apartada e individual, recibiendo luego una respuesta independiente de las conclusiones a las que se llegó en otros asuntos.

Resumiendo este otro punto, amigo, hemos visto que otra forma de cuestionar la Biblia de manera aparentemente piadosa consiste en no tomar en cuenta las sencillas indicaciones de la Palabra de Dios, porque también se han dejado de lado otras exigencias de las Sagradas Escrituras. Es obvio que tanto la desobediencia como la mala interpretación no sirven como justificación para seguir por este camino. Más bien, al comprender que se ha pasado por alto una afirmación bíblica, deberíamos examinar con seriedad si no habría que volver y corregir la actitud frente a las justificadas demandas de Dios. Eso fue lo que dijo Dios al pueblo de Israel en tiempo de Jeremías, pero como muchos hoy, también en aquel entonces desoyeron la voz de Dios que decía: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma” (Jeremías 6:16).

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