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Autor: Wim Malgo

La higuera, un imagen de Israel y también una analogía profética sobre el fin de los tiempos.
«De la higuera aprended una analogía…» En el contexto se nos presentan tres figuras
que vamos a estudiar más a fondo en esta oportunidad.


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Estimado amigo, proféticamente parece que ya se está perfilando la futura salvación de Israel en su propia restauración.

Para estudiar este punto nos dirigimos nuevamente hacia el Rey Ezequías, quien ya se enfrentaba a la muerte pero imploraba al Señor, con lágrimas, por su sanidad. Dios dejó que rogara y dijo a Isaías: «Vuelve y di a Ezequías, el soberano de mi pueblo: Así ha dicho Jehová, Dios de tu padre David: `He oído tu oración y he visto tus lágrimas. He aquí, te voy a sanar; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Añadiré quince años a tus días, y libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiría. Defenderé esta ciudad por amor a mí mismo y por amor a mi siervo David. Entonces Isaías dijo: — Tomad pasta de higos. La tomaron y la pusieron sobre la llaga; luego sanó» (2 R. 20:5-7).

Así como Ezequías, también Israel se encontrará en gran agonía todavía, porque todas las naciones de la tierra se reunirán en Armagedón, en el tiempo de la gran tribulación, y se levantarán contra Israel para destruirlo completamente. Pero, entonces, este pueblo en agonía hará como Ezequías, y clamará al Señor con sus últimas fuerzas: «¡Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob! Tú, nuestro Mesías, ven y sálvanos de nuestros enemigos!» El dejará que rueguen y sanará a Su pueblo, e Israel otra vez podrá entrar al templo, porque Jesús establecerá el templo del Reino Milenial. El vencerá a los enemigos de Israel y protegerá la ciudad de Jerusalén.

La historia de Ezequías, en su contexto, combina con las declaraciones de Dios sobre el futuro de Israel y la venida de Jesús. Así, quizás, ya podemos ver en la venda de pasta de higos un paralelo con la higuera restaurada de Mateo 24: «De la higuera aprended la analogía…» ¿Y no es interesante, si no profética, la declaración «…al tercer día subirás a la casa de Jehová»? Pedro dijo: «Pero, amados, una cosa no paséis por alto: que delante del Señor un día es como mil años y mil años como un día» (2 P. 3:8). Desde la primera venida de Jesús a Belén ya han pasado dos mil años (dos días divinos). No en vano Dios, después de 1948 años, nuevamente ha convertido a Israel en un pueblo, en la tierra prometida, y le ha devuelto la ciudad de Jerusalén en el año 1967. ¿Subirá Israel nuevamente a la casa del Señor al «tercer día»? No sabemos ni siquiera el tiempo exacto de la venida de Jesús por Su Iglesia, ni el día de la venida para Su pueblo Israel. Pero vemos y experimentamos en nuestros días la restauración de la higuera: Israel es encaminado hacia su sanidad. Y el Señor Jesús ha prometido específicamente: «De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt. 24:34-35).

Como último veremos el tercer imagen:

La higuera como maestra de las intenciones salvadoras de Dios.

Antes quiero hacerle recorta a mis oyentes que quizás hoy nos sintonizan por primera vez los primero dos imágenes:

1. La higuera como maestro del camino correcto a la verdadera justicia, válida y permanente.

2. La higuera como maestro de salvación.

Bueno, y ahora sí el tercero:

La higuera como maestra de las intenciones salvadoras de Dios.

En Lucas 17:5-6 leemos: «Los apóstoles dijeron al Señor: – Auméntanos la fe. Entonces el Señor dijo: – Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: `¡Desarráigate y plántate en el mar!’ Y el árbol os obedecería.»

Algunas cosas como explicación: El árbol mora-higuera (sicómoro) también es llamado higo de burro, y es el tipo de árbol sobre el cual subió Zaqueo (Lc. 19) para encontrar a Jesús. El Diccionario Bíblico dice entre otras cosas: «El sicómoro puede llegar a una altura de hasta 16 metros y alcanza una circunferencia de hasta 10 metros. La madera es firme, uniforme y muy sólida, y, después de la madera de cedro, es la mejor para los trabajos de carpintería».

Y, ahora, el Señor Jesús indica un árbol grande de este tipo y dice a Sus apóstoles, quienes eran judíos: «Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: ¡Desarráigate y plántate en el mar! Y el árbol os obedecería.» Pienso poder decir que, proféticamente, se cumplió justamente eso, porque es exactamente esto lo que ocurrió con la higuera, Israel, que se enorgulleció en el tiempo de Jesús. Los israelitas fueron desarraigados de su patria judía y trasplantados al mar de las naciones. Esa fue la intención salvadora de Dios y se convirtió en bendición para los pueblos. Por la fe de los apóstoles, quienes también eran judíos y, por lo tanto, provenían de la higuera, el evangelio fue llevado a los gentiles.

De este desviar (desarraigarse) del evangelio de Israel hacia las naciones, habla la Biblia en Hechos 13:46-47: «Entonces Pablo y Bernabé, hablando con valentía, dijeron: — Era necesario que se os hablase a vosotros primero la palabra de Dios; pero ya que la habéis desechado y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. Porque así nos ha mandado el Señor: Te he puesto por luz a los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra.» El desarraigamiento espiritual de Israel tuvo también luego, como consecuencia, el desarraigamiento nacional: en el año 70, después de Cristo, los judíos fueron dispersados por todo el mundo. Los apóstoles tuvieron la fe de trasplantar la bendición de Israel al mar de las naciones. Su Mesías nos fue traído a nosotros como el Cristo. A esto, el Señor Jesús ya se había referido una vez cuando dijo: «Por esta razón os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a un pueblo que producirá los frutos del reino» (Mt. 21:43).

Lo que parecía ser un juicio y — en cierto sentido, con reserva, lo es también — resultó ser un dirigirse de la bendición hacia los gentiles. A eso es a lo que se refiere Pablo en su palabra a los judíos cuando explica, que según Isaías 49:6, es necesario convertirse en salvación y luz para todos los gentiles. Al transplantarse la «mora-higuera» al mar de las naciones, nosotros llegamos a tener parte de la «bendición y de la savia de salvación» de la higuera. Con respecto a esto, Pablo dice en Romanos 11:11: «¿Acaso tropezaron para que cayesen? ¡De ninguna manera! Más bien, con la transgresión de ellos ha venido la salvación a los gentiles…»

Ahora, sin embargo, las cosas no quedan ahí, en el desarraigamiento de Israel. La palabra profética de la Biblia promete a la higuera que será restaurada en la tierra de los padres — lo que está sucediendo desde 1948 y continuará sucediendo — y, así, también vuelve la bendición a su tierra y a su propio pueblo. La higuera nuevamente se arraigará y dará frutos. Por eso Pablo continúa diciendo: «Y si su transgresión es la riqueza del mundo y su fracaso es la riqueza de los gentiles, ¡cuánto más será la plena restauración de ellos!» (Ro. 11:12). Este nuevo arraigamiento de la higuera, Israel, en su tierra, para la restauración nacional y espiritual, también es enfatizada en Romanos 9:26: «Y será que, en el lugar donde se les dijo: `Vosotros no sois mi pueblo’, allí serán llamados hijos del Dios viviente.» ¿De qué lugar se está hablando aquí? ¡De la tierra de Israel!

Así, finalmente, todo desemboca en la maravillosa promesa de Miqueas 4:4: «Cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera. Y no habrá quien los amedrente, porque la boca de Jehová de los Ejércitos ha hablado.» (vea también Hageo 2:19). Este sentarse debajo de la vid y de la higuera es una maravillosa imagen de una vida de paz segura. Esto todavía no es así pero, de parte de Dios, Israel será guiado a eso — al Reino de mil años de Jesucristo. Ya el reinado del Rey Salomón indicaba el milenio, donde un día habrá paz: «Judá e Israel, desde Dan hasta Beerseba, vivían seguros todos los días de Salomón, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera» (1 R. 4:25). Esto se cumplirá en forma perfecta, cuando Jesucristo como el Mesías regrese a Su pueblo. Por eso oramos: «¡Maranatha — Ven pronto, Señor Jesús!»

1 Comment

  1. Daniel Rodriguez dice:

    Hola queridos Hermanos!
    Es un gusto Saludarles desde Nicaragua, soy de Honduras hace algunos años viaje a Nicaragua para incorporarme a la obra evangelistica y a menudo visito vuestra página pues me deleito encontrando excelente material He descargado sobre la Higuera para ahondar mas en lo referente a Israel y la venida de Cristo muy has gracias y mis oraciones al Cielo les llevaran así espero vuestras Oraciones Dios el Eternos os Bendiga grandemente haciendo resplandecer su rostro sobre vosotros con su gran misericordia un fuerte abrazo.

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