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11 junio, 2024María Jesús Bentancurt, escritora del libro De soñar a vivir, nos acompaña en esta entrevista para contarnos acerca de su testimonio impactante. Su libro relata la historia de una niña, hoy mujer, que logró superar el dolor de ser abusada durante la infancia, una historia verídica y muy personal.
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EA 1180 – Entre Amigas –
De soñar a vivir (1ª parte)
Entrevista a María Jesús Bentancurt
Victoria: De soñar a vivir es el libro escrito por María Jesús Bentancurt, que cuenta en tercera persona la vida de una niña, hoy mujer, que logró superar el dolor de ser abusada durante la infancia. Para mi es un placer darle la bienvenida a María Jesús, autora, pero también protagonista de esta historia, que es real. ¿Cómo estás, María? Bienvenida.
María: Hola, es un gusto. Estoy bien, expectante de lo que vaya a pasar con todo esto.
Victoria: Gracias por conversar con nosotras acerca de una experiencia por la que ningún niño debería pasar, pero pasa y por eso hay que levantar la voz, para sanar a quienes lo han vivido y proteger y también prevenir que otros niños lo pasen. Es un libro que cuenta con el prólogo de Benjamín Parra Arias, que te sugirió hacer un relato más suave del que habías escrito inicialmente, y un trabajo que surge a partir del consejo de una psicóloga a la que te costó acudir pero que finalmente accediste. El consejo que exteriorizaras con lápiz y papel tu historia y todo lo que sentías, y ya vamos a ir al libro, pero antes quiero hablar de este abuso que comienza temprano en tu vida y preguntarte cómo estaba conformada tu familia en ese momento.
María: Bueno, mi familia estaba conformada con un papá que falleció cuando yo tenía 8 años, mi mamá y un grupo de hermanos, que éramos 6 de ese matrimonio. Al fallecer mi papá esa familia se desensambló. Nosotros vivíamos en el interior y mi mamá fue a la capital con una parte de mis hermanos, los más grandes, y las más chicas quedamos en el cuidado de una amistad de mi mamá, que es donde empieza lo que es este relato de lo que es, no solamente abuso, sino también la violación, que en ese caso lo que ocurrió fue que alguien de ese entorno violó a una niña de 8 años que se sentía insegura, que se sentía sola y abandonada, y ahí empieza lo que es esta historia.
Victoria: Así que familia más o menos estable, papá que tiene una enfermedad que para vos fue una enfermedad muy importante también, ¿no?
María: Sí, lo que recuerdo de mi papá, que es muy poquito porque tuve un quiebre en mi memoria, es que él estaba postrado en cama y yo volvía de donde fuera y llegaba derecho a que él me contara historias, pasar el tiempo con él y disfrutarlo hasta que bueno, un día la enfermedad se lo llevó y bueno, yo no me enteré hasta mucho tiempo después de que él había partido. Yo seguía esperando a que mi papá algún día volviera.
Victoria: Tu mamá se va a Montevideo, por trabajo supongo y para intentar sacar a la familia adelante, vos te quedás al cuidado de otra familia y ahí falló el cuidado, ¿no?
María: Sí. Lamentablemente sí, porque los adultos de la casa trabajaban todo el día y bueno, en el diario vivir uno chiquito con 8, 9 años estábamos adentro de la casa, íbamos a estudiar y volvíamos a la casa, y bueno, en eso de estar solos sucedió esto que lamentablemente sucede en muchos lugares, en muchas familias y queda muchas veces, como en mi caso, escondido con temor, con miedo, con las amenazas, con el no decirlo para no dañar a otro o muchas veces, como me pasaba a mí, sintiendo como que me lo merecía o que era culpable.
Victoria: Esto lo perpetra una persona cercana a la familia, no recordás o no recordabas en ese momento. Sabés lo que pasó, pero no quién, eras muy pequeña.
María: Exacto. Recuerdo que era alguien de mi vínculo, no quién, porque es como un quiebre que tengo en la memoria, que no recuerdo figuras exactas sino el hecho en sí de lo que sucedió.
Victoria: María, tu mamá era una mujer joven, con 6 hijos, rehace su vida con una nueva pareja y es en ese contexto que empezás a ser abusada sexualmente, y hay que ser una aclaración, que hacíamos contigo fuera de micrófonos, en la ley está reconocido también así, una cosa es violación cuando hay penetración y otra cosa es abuso sexual, cuando hay manoseos, hay tocamientos. Pero hay que hacer esa aclaración porque no es lo mismo y tienen impactos distintos también.
María: Exactamente. Por eso era que yo aclaraba que lo primero sí, fue violación, y después mi mamá nos trae nuevamente a vivir con ella a la capital, ella rehace su vida con una nueva pareja, y bueno, había abuso de alcohol y violencia física en mi casa, no en mí personalmente pero sí en el entorno, y bueno era como que en algunos momentos esta persona trataba de tener acercamientos conmigo con manoseos, con movimientos y cosas que no eran de acuerdo a la persona y a la edad que yo tenía, porque yo tenía 9, 10, años, y esto ocurrió hasta los 12 años más o menos.
Victoria: ¿Y el abuso era perpetrado solamente hacia vos o hacia algún otro también?
María: Yo no tengo conocimiento porque yo no lo hablaba, y cuando lo hablé ninguno de mis hermanos me dijeron como que a ellos les pasara, y no puedo hablar con ellos tampoco.
Victoria: Claro. ¿Y era bajo amenazas? Porque está lo que se conoce actualmente como grooming, que es un término anglosajón que es donde el victimario atrae a la víctima o juega con cierta complicidad como que tienen ese contacto o esa relación que es algo especial entre los dos y bueno, de alguna manera, obviamente con mucha manipulación intenta aprovecharse de esa víctima. ¿Cómo era en tu caso?
María: Era exactamente de esa forma. Él tenía acercamientos físicos cuando estábamos a solas, tocaba mi cuerpo, lo acercaba a su cuerpo de maneras impropias, y como cuando yo me ponía mal o me ponía nerviosa porque también tenía el recuerdo de lo que había pasado anteriormente, y mi miedo me alejaba, entonces él me decía que no, que me quedara tranquila, que no pasaba nada, y bueno. También estaba el temor de que hubiera alguna pelea con mi madre o que hubiera peleas con mis hermanos y que no terminara como normalmente terminaban los días en mi casa, con mucha violencia física, verbal. Entonces era como que trataba de reducir el mal permitiendo cierto acercamiento. Y bueno, él aprovechaba obviamente de eso.
Victoria: No había amenazas, entonces, aunque vos sabías que tenía comportamientos violentos, por ahí venía el temor.
María: El temor era por lo que pudiera pasar, no porque él me lo decía, porque él era muy sutil al hablar, con cariño, con ternura, y trataba de tener esos actos de manosear y de tocar sin forzar.
Victoria: Porque muchas veces también les pasa a las víctimas que tienen ese sentimiento de culpa, y por ahí la víctima puede pensar que está dejando que esto pase, o se culpa a sí misma, porque no está peleando lo suficiente para detenerlo, y por ahí esa mezcla de culpa y vergüenza hacen que uno no hable tampoco.
María: En mi caso yo lo que sí, y cuento un poco en el libro, que lo que me sucedía era que mi cuerpo había empezado a cambiar, y que precisamente eran las partes que él más insistía en tocar, y yo sentía como que yo provocaba, entonces una de las cosas que yo intentaba era ponerme ropa de mis hermanas más grandes, porque yo era la más chica, y que no se notaran para que él no se sintiera atraído hacia eso, porque yo veía que quizás al mi cuerpo cambiar, él quería eso. Pero en realidad en la inocencia creo que no tenía un razonamiento, era como algo instintivo.
Victoria: Además siendo tan chiquita, es algo totalmente incomprensible lo que está haciendo la otra persona. María, ¿tu mamá sabía lo que ocurría?
María: Mirá, en realidad yo siempre pensé que mi mamá no sabía nada, si ella sabía nunca me di cuenta. Porque en sí cuando sucedía esto con él o con mi hermano no estaba mi mamá presente, siempre era cuando estábamos a solas, entonces por ese lado siempre pensé que mi mamá no sabía. Yo se lo dije recién cuando ya era una mujer grande, y bueno, realmente me decepcioné porque pensaba que mi mamá iba a ponerse más sensible hacia mí por lo que había pasado, más porque también había pasado con alguien más en la familia después de muchos años, y en realidad la respuesta de mi mamá fue “bueno, era el que pagaba la comida”.
Victoria: Entonces eso te hizo pensar que tal vez supiera y no dijo nada.
María: Quizás sí, o sospechaba.
Victoria: María, cumpliste la mayoría de edad, comenzaste a tomar tus propias decisiones, pero reconocés que no fueron tan acertadas porque obviamente, aprendiste algo y a partir de allí fue la forma en la que te validaste, donde tu cuerpo era para satisfacer a otros, más allá de que la decisión fuera tuya, de alguna manera seguías siendo víctima de esas circunstancias, ¿no?
María: Sí, mi pensamiento era que había nacido para eso. Que no tenía derecho yo a disfrutar ni a sentir amor ni a ser amada. Eso era lo que tenía yo dentro de mi corazón, entonces era como que no me importaba ser usada por alguien más, mientras estuviera, aunque sea media hora con alguien que me hiciera sentir que podía quererme. Era una manera ilógica, porque no era un sentimiento de amor ni que me quisiera, pero yo lo sentía así. Y bueno, eso duró un par de años. Es más, me fui del país porque no quería estar cerca de mi madre o de mi familia para que no supieran tampoco lo que estaba pasando. Me fui con otra esperanza, me fui con la esperanza de cambiar, pero me encontré haciendo exactamente lo mismo.
Victoria: Te habías ido a Argentina.
María: Sí.
Victoria: Y ¿en qué momento decidís contar esto?
María: Lo conté con 30 y tantos años, o sea, ya muy de grande. En realidad, fue algo raro, porque primero lo conté a una persona cercana para sacármelo de adentro, y como que noté que la otra persona no mostraba ningún interés, y decidí quedarme callada.
Victoria: ¿Una amiga?
María: Un familiar. Y como que esa persona nunca se dio cuenta de que lo que le estaba contando era muy importante para mí. Luego de un tiempo que pasé, ya era mamá, mi hijo era casi mayor de edad y sufrió un ataque de pánico. Yo no sabía cómo ayudarlo porque yo me encontraba peor que él, y al él sentir ataques de pánico empecé yo también a sentirlos, y ahí fue que me di cuenta de que tenía que buscar ayuda, y bueno, recurrí, a pesar de lo que traía en mi mente de que los psicólogos eran para atender a los locos y yo no estaba loca, decidí ir y doy gracias a Dios porque una de las bendiciones más grandes fue que esta psicóloga que me atendió era cristiana y me encaminó de una manera tan linda. Ella me decía que como yo amaba escribir, que usara eso para poder sacar afuera lo que no me atrevía a contar, porque tampoco a ella le contaba del todo, sí le contaba algunas cosas, pero no todas, y bueno, así empecé a sacar afuera lo que me dolía y a poder hablarlo con ella también.
Victoria: ¿Cómo fue ese primer momento de empezar a relatar o a escribir lo que ocurrió en tu vida?
María: Y, lo contaba de la manera en la que sucedía, cruel.
Victoria: Gráfico.
María: Sí. Era muy gráfico porque era desde el dolor, desde la bronca, entonces creo que si alguien leía eso iba a poder estar metido dentro de la historia, pero no sé si fuera algo lindo o algo agradable porque es literal lo que sucedía, de la manera en la que sucedía, o en la manera en la que yo lo recordaba. Y fui de a poco tratando de que eso no fuera tan cruel, lo releía yo porque quería también poder verlo yo misma de otra manera. Era una de las cosas que me decía esta psicóloga, que para sanar tenía que buscar otra manera. Y bueno, me costó unos cuantos años empezar a depurar eso y mirarlo con otros ojos, orar, buscar personas que me escucharan aparte de la psicóloga, porque un día ella me dijo que estaba de alta, que ella pensaba que ya podía hacerlo sola, y de ahí en más empecé el proceso de escribir el libro como para un lector.
Victoria: Sí, tal cual, porque está más suave el libro. Si bien das la idea de lo que pasa lo hacés de una manera en la que no es tan brusco, como decías. María, ha sido un placer escuchar tu historia, pero si te parece bien seguiremos conversando en el próximo programa. Muchas gracias por acompañarnos y gracias también a ustedes, queridas amigas.
1 Comment
Solo agradecer que podamos llegar a otros que están pasando o son cercanos a quienes no lo pudieron lograr, sin sanar y hoy no están, a los que no entienden que sucedió o se preguntan ¿cómo no se dieron cuenta?. Es momento de estar ahí, mirando para no rendirse, pelear la batalla, ser ese hombro de quien necesita, o buscar ayuda si es que no tienen donde apoyarse. El camino está delante y no vale rendirse, queda mucho amor por dar, una carrera por ganar y no permitirle al dolor que gane es la manera. Perdonar, amar y seguir un día a la vez, un paso a la vez, y si es necesario descansar en los brazos del Rey de reyes sabiendo que él es quien renueva nuestras fuerzas. Gracias por estar ahí siendo herramientas útiles en manos de nuestro creador.