Dios desea dar un Avivamiento

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Título: Dios desea dar un Avivamiento

Autor: Norbet Lieth  PE1266

¿No es verdad que la situación en la que se encuentra la iglesia de Jesús en muchos lugares es como una sequía espiritual? Pero justamente ahí, donde reina la seguía y la aridez es donde el Señor quiere derramar torrentes de agua viva. ¡Dios desea dar un avivamiento! Pídale en oración. Qué pueda comenzar en ti


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Dios está esperando el momento para finalmente poder darnos un avivamiento. En Isaías 33:9-10 está escrito con respecto a esto: «La tierra se ha secado y languidece. El Líbano se ha avergonzado y se ha marchitado. Sarón se ha convertido en Arabá; Basán y el Carmelo se han sacudido. Ahora me levantaré, dice Jehovah. Ahora seré exaltado; ahora seré ensalzado.»

Esto lo dijo Dios en aquellos tiempos a Israel. En y a través de Jesucristo, sin embargo, también nos lo dice a nosotros hoy. Cuando leemos, «Ahora me levantaré, dice Jehová», vemos, que El lo dice con referencia a la tierra que ahora se ha «secado y languidece». Por eso El no quiere proclamar otra cosa con esto que lo que está escrito en Isaías 44:3: «Porque yo derramaré aguas sobre el suelo sediento, y torrentes sobre la tierra seca. Derramaré mi Espíritu sobre tus descendientes, y mi bendición sobre tus vástagos.» Justamente esto es lo que Dios desea dar a una tierra, que en Sus ojos está «triste y abatida». Naturalmente que también esta declaración se refiere en primer lugar a Israel — pero estoy contento de poder saber con seguridad, que el Señor también nos dirige esta palabra a nosotros en el día de hoy.

«¡Derramaré aguas sobre el suelo sediento, y torrentes sobre la tierra seca!»

¿No es verdad que la situación en la que se encuentra la iglesia de Jesús en muchos lugares es como una sequía espiritual? Pero justamente ahí, donde reina la seguía y la aridez es donde el Señor quiere derramar torrentes de agua viva. Y en verdad, El espera con anhelo ferviente finalmente poder hacer esto, ya que dice en Isaías 30:18a: «Por eso el Señor esperará serles propicio a ustedes…» Y otra traducción bíblica dice: «Por tanto, Jehová espera para poder tener piedad de vosotros.» ¿Estamos dispuestos a recibir un avivamiento?

¿Cómo viene un Avivamiento?

Para poder alcanzar un verdadero avivamiento, deben darse ciertas condiciones en nuestras vidas. Pero también hay otra cosa que nunca debemos olvidar con respecto a un avivamiento: la oración. ¡Debemos pedir avivamiento! Seguidamente no quisiera abocarme a hablar de por qué debemos orar por un avivamiento, sino más bien me gustaría dar algunos ejemplos que demuestran claramente que la oración a favor de un avivamiento es totalmente bíblica.

Pensemos en Asaf, quien en el Salmo 80 ora tres veces: «Oh Jehovah Dios de los Ejércitos, ¡restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos» (v.19; vea también vs.4 y 8). Naturalmente aquí –si consideramos el contexto– se trata más de un avivamiento exterior que interior. Pero si uno más o menos conoce la historia bíblica de Israel, sabe que en el pueblo de Dios siempre había una renovación interna antes de haber una externa. Por lo tanto el orar de Israel por un avivamiento exterior a la vez es un llamado a la renovación interior.

En el Salmo 85 encontramos otra oración a favor de un avivamiento o renovación. Eso lo encontramos expresado especialmente en el versículo 7, donde los hijos de Coré imploran: «¿No volverás a darnos vida, de modo que tu pueblo se alegre en ti?»

Y en Habacuc 3:2 encontramos una última oración por avivamiento, donde el profeta clama: «Oh Jehová, he oído tu fama; he considerado tu obra, oh Jehová. ¡Avívala en medio de los tiempos; en medio de los tiempos hazla conocer!» Este tercer capítulo también es llamado el Salmo de Habacuc. Vea lo que él nos enseña cuando ora: «Oh Jehová, he oído tu fama; he considerado tu obra, oh Jehová!» Y preste atención, que él no se queda con esto sino que –en vista de la obra del Eterno, la cual ha visto– pide ahora: «¡Avívala en medio de los tiempos; en medio de los tiempos hazla conocer!»

Mis hermanos y hermanas, ¿no hemos también nosotros recibido el mensaje acerca de El? ¿No nos dicen vez tras vez las Escrituras, que Dios desea dar un avivamiento? ¡Sin lugar a dudas! Pensemos tan solamente en las maravillosas palabras del Eterno en Isaías 44:3, las cuales volvemos a citar aquí: «Porque yo derramaré aguas sobre el suelo sediento, y torrentes sobre la tierra seca. Derramaré mi Espíritu sobre tus descendientes, y mi bendición sobre tus vástagos.» Pidamos, por lo tanto, también nosotros, que esto suceda a la brevedad: «¡…he oído tu fama, Señor!…en medio de los tiempos hazla conocer!»

Con la oración por un avivamiento sucede lo mismo como con la intercesión con respecto a Israel. En cuanto a esto el Señor dice: «Busqué entre ellos un hombre que levantara el muro y que se pusiese en la brecha delante de mí, intercediendo por la tierra para que yo no la destruyera; pero no lo hallé. Por tanto, derramé sobre ellos mi indignación» (Ezequiel 22:30.31). Si en aquel tiempo el Señor hubiera hallado personas creyentes, que se hubieran puesto en la brecha por Su pueblo por medio de la intercesión, entonces El quizás lo hubiera preservado. Y lo mismo sucede también con el avivamiento: Aunque éste viene exclusivamente de Dios, y solamente puede ser producido por El, debemos orar con firmeza para que el Señor dé un avivamiento. Pablo sabía muy bien que era así, de otro modo no habría pedido a los cristianos de Tesalónica: «Por lo demás, hermanos, orad por nosotros para que la palabra del Señor se difunda rápidamente y sea glorificada, así como sucedió también entre vosotros» (2.Tesalonicenses 3:1) Esta expresión «que la palabra del Señor se difunda rápidamente y sea glorificada, así como sucedió también entre vosotros» no es otra cosa que un avivamiento. Y el apóstol pidió que la congregación intercediera justamente por eso. ¿No debemos nosotros también orar mucho más todavía por un avivamiento?

Estimado amigo, veamos ahora las consecuencias de un verdadero avivamiento en nuestras vidas.

Cuando hablamos de avivamiento, casi siempre pensamos en poderosas manifestaciones palpables del Señor, en un obrar visible y vigoroso del Espíritu Santo. Y en verdad el Señor muchas veces se muestra en forma poderosa en nosotros. Pero eso no siempre es así. Dios a veces también obra de una manera diferente, y entonces un avivamiento puede darse de manera muy diferente. ¿Cuándo sucede eso? Cuando Dios decide que se lleve a cabo un avivamiento en lo más pequeño, es decir en el individuo.

El avivamiento significa, en primer lugar, que los creyentes tibios y perezosos despiertan para recibir nueva vida, que nuevamente entran en contacto con «Ríos de Agua Viva». O para decirlo con una palabra de la Biblia: «…vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Colosenses 3:3). Eso casi siempre es el comienzo de un avivamiento. Nosotros, sin embargo, muchas veces pensamos en acontecimientos grandes y poderosos cuando hablamos de «ríos de agua viva» o de avivamiento. ¡Pero el mayor de todos los avivamientos consiste en que los cansados hijos de Dios comiencen a arder de nuevo; cuando en ellos personalmente comienzan a correr nuevamente los «ríos de agua viva»!

En este contexto pienso en Elías, quien si bien nunca en toda su vida fue tibio , en una ocasión estuvo muy deprimido. Cuán grande era la necesidad de Elías precisamente en ese tiempo de debilidad, de ser tocado por Dios; cuanto necesitaba él mismo otra vez recibir «ríos de agua viva». Y Dios concedió a Elías también un nuevo encuentro con El. En 1.Reyes 19:11a podemos leer de la forma maravillosa en que el Todopoderoso hizo esto: «El Señor le dijo: –Sal afuera y ponte de pie en el monte, delante de Jehová. Y he aquí que Jehová pasará!» En otras palabras: Elías, apróntate, porque quiero encontrarme contigo nuevamente, y en una manera totalmente nueva. Y ahora venía el Señor –¿pero cómo se manifestaba El? El versículo sigue diciendo: «Un grande y poderoso viento destrozaba las montañas y rompía las peñas delante de Jehová, pero Jehová no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero Jehová no estaba en el terremoto. Después del terremoto hubo un fuego, pero Jehová no estaba en el fuego. Después del fuego hubo un sonido apacible y delicado. Y sucedió que al oírlo Elías, cubrió su cara con su manto, y salió y estuvo de pie a la entrada de la cueva. Y he aquí, vino a él una voz, y le preguntó: –¿Qué haces aquí, Elías?» (1 Reyes 19).

Cuando Elías tuvo que ser confrontado nuevamente con los «ríos de agua viva», se podía oír solamente un «sonido apacible y delicado»; de esta manera el Señor volvió a encontrarse con él en una forma totalmente nueva. ¡Cuán importante era para el Señor, que El personalmente volviera a avivar a Su fiel siervo Elías; y esto sucedió –en el silencio. Y de la misma manera, creo que todo avivamiento producido por Dios comienza en lo profundo del corazón humano –en silencio y en lo personal. Quizás fue eso lo que el Señor quiso, entre otras cosas, decirle a los fariseos cuando le preguntaron cuándo vendría el Reino de Dios. El les contestó: «El reino de Dios no vendrá con advertencia. Tampoco dirán: «¡Mirad, aquí está!» o «¡Allí está!» Porque el reino de Dios está dentro de vosotros» (Lucas 17:20b-21).

Mis estimados hermanos y hermanas, ¿no deberíamos orar por un avivamiento –un avivamiento «dentro de vosotros»? ¡El Señor dé mucha y que cada uno de nosotros pueda experimentar este nuevo encuentro con el Señor!

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