Vosotros me seréis un Reino de gente santa y sacerdotes 3/3
21 febrero, 2008Dios también escucha 2/2
21 febrero, 2008Titulo: “Dios también escucha” 1/2
Autor: NorbertLieth
Nº: PE1193
Sabe usted cuales son los padecimientos de este mundo? Descubra que hay detrás de estas cuatro cosas: Aflicción, exactores, angustias, opresión escuchando este interesante programa.
Descargarlo GRATIS a su propio pc para tener o compartír con otros: PE1193.mp3
«Dios también escucha» 1/2
Que tal querido amigo, deberíamos traer constantemente a nuestra memoria que tenemos un Señor omnipresente, que nos rodea a cada uno de nosotros por todas partes, porque Él cumple todo en todos, a esto lo podemos afirmar en Efesios 1:23 y 4:10.
Estimado amigo, la presencia de Dios se encuentra en una dimensión totalmente diferente a la nuestra. Por esa razón, puede percibir y contestar hasta el murmullo más suave de cada uno de los casi 7 mil millones de personas en cada lugar. ¡Dios también escucha! Que grande es nuestro Dios.
Sabia usted que Israel no le fue ni le es indiferente a Dios?
El pueblo de Israel sufrió indecibles suplicios en Egipto, los cuales fueron especialmente fuertes cuando el Faraón, el soberano de aquellos tiempos, ya no sabía nada de José, o no quería saberlo. El punto culminante en aquel entonces, seguramente, consistió en que los hijos varones recién nacidos de los israelitas fueron ahogados en el Nilo:«Entonces Faraón mandó a todo su pueblo, diciendo: Echad al río a todo hijo que nazca, y a toda hija preservad la vida»(Ex. 1:22).
Tratemos de imaginarnos lo que significó eso para un pueblo que había recibido tremendas promesas de Dios, que era consciente de las mismas y que vivía con ellas. Porque 400 años antes, Dios había hecho un juramento al patriarca de Israel, Abraham, diciéndole:«… te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar». Ahora, querido amigo, sin embargo, los israelitas se encontraban en Egipto, y el Faraón había dado órdenes a los ejecutores egipcios, diciendo:«Echad al río a todo hijo que nazca… .»¡Eso era espantoso! Y, en realidad, era justamente lo contrario de lo que ellos habían esperado, o de lo que conocían en materia de promesas.
Con esa orden, Satanás, que se encontraba tras el poderío del Faraón, quería evitar que Jesús viera la luz del mundo. Con eso, el enemigo quería matar la promesa de la venida del Salvador Jesús. Era una orden sumamente cruel, que solamente puede ser superada por nuestra generación actual, si tan solamente recordamos a los innumerables niños aún no nacidos que son asesinados en el vientre de sus madres.
Satanás siempre quiere atacar al niño que hay dentro de nosotros. ¿Qué significa eso? El enemigo siempre ataca allí donde nosotros somos más faltos de vigor, especialmente débiles y vulnerables, y donde no podemos aguantar mucho. Él nos ataca en el lugar más vulnerable, para matar al «niño» en nosotros. Y tiene miles de posibilidades para hacerlo.
Querido amigo, en aquel tiempo, uno podría haber pensado que Dios callaría ante esa tragedia judía. Pero a Él no se le escapa nada. De repente, y de forma inesperada, Su llamado llegó a Moisés a través de un arbusto espinoso en llamas, que no se quemaba y que simbolizaba lo siguiente: Israel está en llamas, pero no se va a consumir. Cuando un hijo de este mundo está en llamas,se quemaen miseria, enfermedad, necesidades y aflicción. Pero un hijo de Dios, se prende fuego yno se quema; está seguro en el Dios eterno. Ésa es la diferencia entre los hijos de este mundo y los hijos de Dios.
A Moisés, el Señor le dijo:«Bien he visto laaflicciónde mi pueblo que está en Egipto, y heoído su clamora causa de susexactores; pues he conocido susangustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto laopresióncon que los egipcios los oprimen»(Ex. 3:7-9). Dios había escuchado todo y también había visto todo. Pero, ¿por qué Él no había contestado? Miles de hijos varones quizás ya habían sido ahogados. Para eso no hay respuesta. A través de Moisés y Aarón este mensaje llegó al pueblo judío en medio de la tragedia, cuando los hijos varones judíos recién nacidos eran echados al río Nilo.
Estimado amigo, cuatro cosas se mencionan aquí:Aflicción,exactores,angustias,opresión. Estos son los cuatro padecimientos de este mundo.
Dios en aquel entonces respondió a eso, pero a Su manera. Él mismo descendió, y dispuso que la sangre de un cordero inmolado sirviera para la liberación de los israelitas de Egipto.
¿Ha estado rodeado de aflicción? ¿Es usted acosado por la inquietud, el miedo, las ataduras, los instintos? ¿Sufre por causa de alguna enfermedad, por la edad o la inseguridad? ¿Está oprimido por las preocupaciones?
¡Existe siempre una sola respuesta a todas nuestras preguntas (¿Por qué esto? ¿Por qué aquello? ¿Por qué justamente yo?), y a nuestra aflicción: ¡En Jesús, Dios bajó a esta tierra, y derramó Su sangre también por usted!
Pensando en estas maravillosas palabras me gustaría culminar este bloque. Escuchemos algo de música.
Estimado amigo, Dios velaba sobre la vida de Su Hijo
Cuando Jesús nació, Herodes dio la terrible y satánica orden de matar a todos los varoncitos de hasta dos años de edad, en Belén y sus alrededores. De este modo, una aflicción indescriptible cayó sobre las familias de aquella zona, sobre madres y padres. Pero también esta vez escuchó el Señor. Él escuchó la decisión de Herodes, la cual éste maquinó dentro de las murallas de su palacio y la que, quizás, hasta haya consultado con sus generales. Leemos en Mateo 2:13:«Después que partieron ellos(los magos de oriente), he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.»Después que la orden para asesinar fuera dada y llevada a cabo, dice:«Voz fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron»(v. 18). Cuando los varoncitos fueron asesinados, y sus padres y hermanos lloraban por ellos, nadie escuchó más claramente esa «voz en Ramá» que Dios mismo.
¡Existe en su vida mucha aflicción a la cual usted no encuentra una respuesta más que ésta: Qué Jesús tiene que ser preservado dentro suyo! ¡Ya en aquel entonces Dios no permitió que le sucediera nada al niño Jesús, hasta que se hubiera cumplido todo! Cuando usted sufra, cuando esté al borde de la desesperación, cuando esté a punto de ofenderse con Dios, entonces: ¡Por favor, permita que Jesús sea preservado dentro suyo! Si Jesús queda preservado dentro suyo, todo eso llegará a ser de mucha bendición para usted. Aunque ahora, quizás, todavía no pueda imaginarse en lo más mínimo lo que significa el que usted, en cada situación en la que se encuentre, preserve a Jesús en el «Egipto» de su corazón.