El Consolador – Unidad obrada por el Espíritu (3ª parte)

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El Consolador – Unidad obrada por el Espíritu

(3ª parte)

Autor: William MacDonald

El Señor cuida de Sus discípulos y los quiere animar, describiéndoles la gran bendición del envío del Espíritu Santo, el Consolador. Y en Juan 16:13 y 14, nos habla del Espíritu de Verdad. Pero, se hallarán allí, también, indicaciones sobre la unidad del Espíritu. El autor quiere analizar este tema junto a nosotros.



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PE1806 – Estudio Bíblico
El Consolador – Unidad obrada por el Espíritu (3ª parte)



Queridos amigos oyentes, retomamos algunos conceptos que mencionamos al final del programa anterior, para después continuar con este importante tema.

El santo Hijo de Dios, que vive en todos los hijos de Dios, es lo que representa la verdadera unidad de la iglesia de Jesucristo. Pero, ¿qué es lo que sucede en la práctica cuando Cristo vive en mí? Nada menos que aquello que nuestro Señor anunció en Juan 16:14 sobre el Espíritu Santo:“El me glorificará”.

La unidad producida por el Espíritu de verdad, es la obra del Espíritu Santo en los hijos de Dios. Es que para que esa unidad – la vida abundante del Salvador – se pueda desplegar completamente en mí, es necesaria la obra del Espíritu Santo. Él quiere glorificar a Cristo, en toda Su abundancia, en nosotros. En la carta a los romanos, cap. 14, vers. 17, el apóstol Pablo nos da algunos ejemplos de eso:“Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Y también en Ro. 15:13, donde dice:“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. Cosas así, como justicia, paz, gozo, esperanza, nos son dadas en Jesucristo, como lo explica también el apóstol Pedro en su segunda carta, cap. 1, vers. 3:“… todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder…”Y Pablo, en Ro. 8:32, también proclama esta buena nueva:“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”

Entonces, nos preguntamos: ¿Y cómo se convierte todo esto en vida práctica en nosotros? Y la respuesta es: A través del poder del Espíritu Santo.

Exactamente eso es lo que nos explica Juan 16:13 y 14: Es el Espíritu Santo, quien en nuestra vida diaria quiere engrandecer la victoria de Jesucristo y proclamarlo a Él. Él quiere que la vida abundante que hay en Cristo, se haga realidad en nosotros.

Todo lo que tiene que ver con Jesús, el Espíritu Santo lo quiere llevar a tener efecto en nosotros. Nuestro Señor resume esta maravillosa actividad del Espíritu Santo, en Jn. 16:14, con las siguientes palabras:“El me glorificará”.

En Juan 16:13, nuestro Señor dice acerca del Espíritu Santo:“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad.”La verdad en persona, según Jn. 14:6, es Jesucristo mismo. De modo que si nuestro Señor habla aquí de que el Espíritu Santo nos quiere guiar a toda la verdad, se trata, en primer lugar, del Salvador mismo. Ya esta declaración testifica claramente de la unidad producida por el Espíritu. Porque el Espíritu Santo guía a toda la verdad, y la misma es, en primer lugar, Cristo.

Luego, en Juan 16:13 y 14, continúa diciendo:“No hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.”También acá se enfatiza la unidad producida por el Espíritu. Porque el Espíritu Santo proclama exclusivamente aquello que tiene que ver, en la manera más directa, con el Señor Jesús. El Espíritu Santo no proclama nada nuevo, no trae doctrinas nuevas. Él sólo habla de lo que tiene que ver con el Salvador. ¿Ve aquí la claridad del mensaje? ¿Ve usted el grandioso testimonio de la unidad producida por el Espíritu? La tarea del Espíritu Santo es la de convertir en vida abundante todo lo que nos es obsequiado en Cristo. Y eso, a su vez, no es otra cosa más que la unidad producida por el Espíritu.

La unidad producida por el Espíritu es:Unidad, no una opinión.Porque, quizás nos preguntamos: ¿será que unidad significa que ya no hay diferencias de opinión? ¡No! Todos sabemos que hay temas en que los cristianos pueden tener opiniones y conocimientos diferentes. Pero, donde Cristo realmente es el centro, donde Él, de hecho, tiene el total e ilimitado derecho de vivir, allí, las cosas secundarias ya no pueden convertirse en discordias. Allí la gente se concentra en lo principal: Cristo en mí. Eso no significa que sólo yo tengo la opinión correcta en todas las cosas, y que ahora todos los demás tienen que pensar como pienso yo. ¡No! Sino que yo, con todo mi esfuerzo, me ocupo de que mi prójimo, quien quizás en algo secundario piense diferente que yo, vea al Señor en mí. Eso puede hacer que él, a pesar de nuestra diferencia de opiniones, me dé la mano de la hermandad. Y los dos, entonces, ya no veremos lo que nos separa, sino lo que nos une.

Para algunos, la unidad producida por el Espíritusignifica que los demás deben pensar igual que ellos. Y justamente eso, es lo que causa muchos debates y disputas. Pero, no es así. La unidad producida por el Espíritu es algo muy diferente: Es que Jesucristo sea cada vez más grande dentro de mí, a través del poder del Espíritu Santo. Cuanto más esto suceda, tanto más estaré en condiciones de experimentar las palabras de 2 Corintios 5:16:“De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne.”Esto, en la práctica, significa que: Ya no evalúo a mi interlocutor en base a sus opiniones, sino, en primer lugar, en base a nuestro común Señor. Entre los hijos de Dios fieles a la Biblia, ¡cuánta paz, amor y unidad podrían surgir por una postura de ese tipo, y cuántas disputas innecesarias ya ni siquiera sucederían!

En el libro de Eclesiastés, en el cap. 8, vers. 1, encontramos unas palabras muy especiales:“La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará”. Aquí vemos a Cristo, ya que Cristo Jesús nos ha sido hecho sabiduría por Dios, según 1 Corintios 1:30. Y esto no quiere decir nada menos que: Que nuestro Salvador tiene la capacidad de hacer brillar el rostro de una persona, de tal manera que sus facciones sean transformadas. Eso significa que su corazón es llenado por el amor fraternal. Cuando Jesucristo realmente puede morar en nosotros siempre y en toda situación, entonces seremos capaces de amar a pesar de las insignificantes diferencias de opinión.

Sin lugar a dudas, para llegar a esto debemos someternos conscientemente a las palabras de Filipenses 2:3, actuando como Pablo describe allí: “Con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.” Porque, si somos sinceros, debemos admitir que muchas veces es nuestro orgullo el que no nos permite darle la mano al hermano o a la hermana, a pesar de mantener sólo insignificantes diferencias de opinión con él, o ella. Como cristianos nacidos de nuevo, nosotros deberíamos cuidar las cosas que nos unen, y aquellas que nos separan. Por supuesto, también hay que tener cuidado, ya que entre una diferencia de opinión y una falsa doctrina a veces hay un camino bastante corto. De ahí que debamos analizar con cuidado, para ver si realmente se trata de una cosa secundaria, sin mucha importancia, o si se trata, quizás, de una falsa doctrina.

El Espíritu Santo también es el Consolador.En el evangelio de Juan (en varios pasajes, como: 14:16 y 26; 15:26; y 16:7), el Señor Jesús habla cuatro veces sobre el Espíritu Santo como el Consolador. Algunas traducciones alemanas, también lo denominan: Consejero.

Realmente era el deseo del Señor Jesús no dejar a Sus discípulos huérfanos. Él tomó medidas para que después de Su despedida no les faltara nada. No los abandonó simplemente a su destino. El Consolador o Consejero, les haría acordarse de Jesús y de Sus palabras. De esto continuaremos hablando en nuestro próximo encuentro, pues el tiempo se ha acabado. ¡Hasta entonces!

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