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Título: » El encuentro con el Señor»

Autor: Norbert Lieth Nº PE1362

Un encuentro con Dios siempre tiene que traer como consecuencia el crecer y madurar en la relación con Dios. Jacob, un ejemplo muy ilustrativo en cuanto a este tema. Peniel, otro lugar de encuentro con Dios en su vida. Descubre lo que le marcó a Jacob en este encuentro.


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Estimado amigo, acerca del encuentro que tuvo Jacob con Dios en Peniel leemos en Génesis, capítulo 32.

Veinte años pasaron desde el encuentro de Jacob con Dios bajo de la escalera celestial. Jacob vivía en Harán, que no era su patria, y tenía que sufrir mucho bajo la mano de Labán. Pero, repentinamente, le llegó el llamado de Dios, de regresar a su tierra: «Yo soy el Dios de Betel, donde tú ungiste la piedra y me hiciste un voto. Levántate, sal de esta tierra y vuelve a la tierra de tu nacimiento» (Génesis 31:13). Ahora había llegado el tiempo cuando debía comenzar el gran cambio para Jacob. Debía regresar a Canaán, para que el Dios de Abraham y de Isaac pudiera llegar a ser su Dios también

Con el regreso del pueblo de Israel a su patria, la tierra Israel, ha llegado el tiempo en el cual el Señor, por medio de la segunda Venida de Jesús, ante los ojos de todo el mundo llegará a ser el Dios de Israel.

Ningún poder del mundo podía impedir que Jacob regresara a su patria, porque la mano de Dios estaba con él. Si bien Labán lo persiguió y trató de retener a Jacob en el camino a su patria, el Señor se puso entre Jacob y Labán e hizo una advertencia a éste: «Pero aquella noche Dios vino en sueños a Labán el arameo, y le dijo: Ten cuidado, no sea que hables a Jacob bruscamente» (Génesis 31:24). Muchas naciones trataron de impedir que los judíos regresaran a la tierra de sus padres, pero no pudieron. Finalmente, las Naciones Unidas hasta tuvieron que dar su expreso acuerdo al asunto. ¡Uno Mayor estaba detrás de la historia de Israel!

Bueno, estimado oyente, Jacob realmente regresó, pero todavía sin fe, porque aún no tenía al Señor como su Dios. En el camino se encontró con ángeles de Dios que le ayudaron. Lo leemos en Génesis 32:1-3: «Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios. Y dijo Jacob cuando los vio: Campamento de Dios es este; y llamó el nombre de aquel lugar Mahanaim. Y envió Jacob mensajeros delante de sí a Esaú su hermano, a la tierra de Seir, campo de Edom.»

También los judíos han experimentado, en muchas maneras, el obrar divino del Señor desde el regreso de ellos a la tierra de Israel. En las distintas guerras por su existencia, desde la fundación del Estado, contra una potencia varias veces mayor de enemigos árabes, Dios obró milagro sobre milagro de poderosa protección.

Cuando Jacob supo que su hermano Esaú – aquien él había engañado dos veces – venía a su encuentro, trató de enfrentarse con él sin la ayuda del Señor. Dice en Génesis 32:5-6: «Y les mandó diciendo: — Así diréis a mi señor Esaú: Así dice tu siervo Jacob: He residido con Labán, con quien he permanecido hasta ahora. Tengo vacas, asnos, ovejas, siervos y siervas; y envío a decírselo a mi señor, para hallar gracia ante sus ojos» (Génesis 32:4-5). ¡Ni una palabra de que Dios lo había acompañado, protegido, enriquecido y ordenado regresar a la tierra de sus parientes!

Israel ha regresado a la tierra de sus padres, pero aún se mantiene en incredulidad. Trata de encontrarse con las naciones árabes por sus propias fuerzas, y no incluye a Dios en sus acciones. Quiere hacer la paz con la OLP, con Siria y con todos los árabes, pero los musulmanes se le enfrentan con amenazas de boycot y con terrorismo brutal

Cuando Jacob quiso hacer la paz con Esaú, éste se le enfrentó con el poder de las armas: «Los mensajeros volvieron a Jacob, y dijeron: — Fuimos a tu hermano Esaú. El también viene a recibirte acompañado de 400 hombres» (Génesis 32:6). A esta altura de las cosas vino sobre Jacob la mayor tribulación de su vida. Fue atacado por un temor indecible: «Entonces Jacob tuvo mucho temor y se angustió» (v. 7a). A esto se refiere el Señor, en Jeremías 30:7a, cuando habla del gran tiempo de tribulación: «¡Oh, cuán grande será aquel día; tanto, que no hay otro semejante a él! Será tiempo de angustia (es decir, temor) para Jacob.» Sobre Jacob, aquella vez, se cirnió, literalmente, la noche: «Jacob pasó allí aquella noche» (Génesis 32:13). Y sigue diciendo: «Pero levantándose aquella noche, tomó a sus dos mujeres, a sus dos siervas y a sus once hijos, y pasó el vado del Jaboc. Los tomó y los hizo cruzar el río junto con todo lo que tenía. Y Jacob se quedó solo» (v. 22-24a). Asimismo le sucederá a Israel en la noche de la gran tribulación — ya no habrá nadie de su lado, sino que se quedará totalmente solo.

En aquella gran noche, cuando su hermano Esaú, pesadamente armado y con 400 hombres, iba llegando hacia él, Jacob comenzó a recordar al Señor y a clamar al Dios de sus padres: «Luego dijo Jacob: — Dios de mi padre Abraham, Dios de mi padre Isaac, oh Jehová, que me dijiste: Vuelve a tu tierra y a tu parentela, y yo te prosperaré, yo no soy digno de todas las misericordias y de toda la fidelidad con que has actuado para con tu siervo. Con sólo mi cayado pasé este Jordán, y ahora tengo dos campamentos. Líbrame, por favor, de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo. No sea que venga y me mate a la madre junto con los hijos. Tú has dicho: Yo te prosperaré y haré que tu descendencia sea como la arena del mar, que por ser tan numerosa no se puede contar» (vs. 9-12).

Poco tiempo después el Señor llegó a Jacob y luchó con él: «Jacob se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta que rayaba el alba» (v. 24).

Así sucederá con Israel en un futuro cercano. Se cernirá la noche sobre este pueblo, la noche de la gran tribulación, la «angustia de Jacob» caerá sobre la tierra y sus habitantes. Israel estará rodeado de incontables enemigos que tendrán la intención de hacer guerra contra él hasta destruirlo: «¡Haced guerra santa contra ella! ¡Levantaos y subamos a mediodía!» E Israel exclamará angustiado: «¡Ay de nosotros, porque el día va declinando, y se extienden las sombras del anochecer!» (Jer. 6:4). Esto le llevará a luchar con Dios. En este tiempo de tribulación el pueblo despertará y clamará por su Señor. ¡Y El los escuchará!

Allí en Peniel, cuando Dios luchaba con Jacob, se produjo un gran cambio en su vida — su conversión. El Señor se le enfrentó cara a cara, Jacob se convirtió en Israel, y el Señor llegó a ser su Dios. En Génesis 32:30-31 dice: «Jacob llamó el nombre de aquel lugar Peniel, diciendo: Porque vi a Dios cara a cara y salí con vida. El sol salió cuando él había partido de Peniel, y cojeaba de su cadera» (Génesis 32:30-31). Así, el Eterno, se enfrentará también con Israel y salvará a Su pueblo: «Pero tú, oh Israel, eres mi siervo; tú, oh Jacob, a quien escogí, descendencia de Abraham mi amigo. Yo te tomé de los extremos de la tierra, y de sus regiones más remotas te llamé diciéndote: Tú eres mi siervo; yo te he escogido y no te he desechado. No temas, porque yo estoy contigo. No tengas miedo, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, y también te ayudaré. También te sustentaré con la diestra de mi justicia. He aquí que todos los que se enardecen contra ti serán avergonzados y afrentados; los que contienden contigo serán como nada, y perecerán» (Isaías 41:8-11).

Vislumbramos que todo lo que sucede en y alrededor de Israel, en este mundo, lleva a acontecimientos que son mostrados proféticamente en la experiencia de Jacob en Peniel. ¡El Señor está en camino para encontrarse con Israel!

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