El Evangelio de Dios (1/2)
25 octubre, 2009Tarjetas de Crédito – (1/2)
26 octubre, 2009Título: El Evangelio de Dios (2ª Parte)
Autor: Dave Hunt
NºPE1440
El evangelio es simple y preciso, no dando margen a interpretaciones erróneas ni concesiones. No puede ser negociado, ni cambiado a gusto de los tiempos y las culturas. No existe otra esperanza para la humanidad, ni ninguna otra manera de ser perdonados y llevados de nuevo a la presencia de Dios, excepto por esta puerta estrecha, y por este camino angosto. Pues el mismo Señor Jesús nos dice que cualquier camino más largo lleva a la destrucción.
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Estimados amigos, en el programa anterior terminamos viendo que Pablo dijo, en Romanos 1:16, que «»el evangelio de Cristo… es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree’. Claramente entendemos, por ésta y otras escrituras, que la salvación viene «únicamente» a través del «creer el evangelio». Un evangelio que la Biblia define en forma precisa.
La salvación viene en los términos de Dios y por Su gracia, y no debemos transar ni con Dios ni con ningún otro. «»El Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo’ (así lo dice 1 Juan 4:14). La salvación es una obra de Dios y Su Hijo. O creemos en ella o la rechazamos. No «»dialogamos’ sobre ella.
Pablo habla específicamente en 1 Corintios 15:3 y 4 del evangelio que salva, cuando dice: «»Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras’. Y en Juan 10:9 leemos que Cristo dijo: «»Yo soy la puerta, el que por mí entrare, será salvo’.
Continuamos hoy con el mensaje, viendo que el evangelio no contiene nada sobre el bautismo, la membresía o la asistencia a la iglesia, el diezmo, los sacramentos o rituales, la dieta o la vestimenta. Si agregamos «alguna cosa» al evangelio, le hemos pervertido y por tanto quedamos expuestos al anatema del cual habla Pablo en Gálatas 1:8 y 9.
Todo el evangelio tiene que ver con lo que Cristo ha hecho. No dice nada sobre lo que Cristo deba hacer aún, debido a que la obra de la redención está terminada. «»Cristo murió por nuestros pecados’ (afirma 1 Corintios 15:3). Su muerte en la cruz es algo del pasado, algo que nunca será repetido, porque en Juan 19:30 leemos que Cristo triunfalmente declaró: «»Consumado es’.
El evangelio tampoco dice nada sobre lo que «nosotros» debemos hacer, ya que no podemos hacer nada. Tito 3:5 dice: «»No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia’; y Efesios 2:8 y 9 aclara «»por gracia sois salvos, por medio de la fe…pues es don de Dios, no por obras, para que nadie se gloríe’.
En vez de obras, el evangelio requiere fe. Es el poder de Dios para salvación a aquellos que «creen». «»Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia’ (dice Romanos 4:5) …»»para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’ (ratifica Juan 3:16).
El evangelio es una espada de dos filos, pues en Juan 3:36 declara: «»El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él’.
En este preciso momento llegamos a la parte más difícil de aceptar del evangelio: Que aquellos que no lo creen están perdidos eternamente, independientemente de las buenas obras que hagan.
Las razones de este hecho están cimentadas tanto en el amor de Dios como en su justicia. La justicia de Dios requiere que el castigo infinito por el pecado sea pago. Que nosotros lo pagáramos implicaría estar separados de Dios por siempre, por tanto Él se hizo hombre, por medio del nacimiento virginal, para pagar la deuda que nosotros debíamos. Nadie puede quejarse de Dios. Él ha demostrado su amor al hacer todo lo que podía por nuestra salvación. Él mismo ha pagado la deuda, y en base a eso puede ser tanto «»el justo’ como «»el que justifica al que es de la fe de Jesús’ (como dice Romanos 3:26).
Cristo, en el huerto, suplicó: «»Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú’ (así lo leemos en Mateo 26:39). Sabemos que no había otra forma, pues de haberla Dios no habría requerido que su amado Hijo soportara toda Su ira contra el pecado. Que los hombres lo clavaran en la cruz no es la base de nuestra salvación. Ese solo hecho, solamente habría agregado peso a nuestra condenación. Pero en la cruz, cuando los seres humanos estaban haciendo lo peor hacia su Creador, Cristo pagó la deuda, el castigo de nuestros pecados, en su totalidad.
Sólo si aceptamos ese pago a nuestro favor podemos ser salvos. Así lo dice Hechos 4:12: «»Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos’; y en el mismo libro, cap. 16, vers. 30 y 31 dice: «»¿qué debo hacer para ser salvo?… Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo’.
El «»creer en el Señor Jesucristo’ incluye el hecho de saber «quién es Él» y «qué ha hecho».
En Juan 8:23 y 24 leemos que Jesús dijo: «»Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba… porque si no creéis que Yo soy [y este YO SOY es el nombre de Dios, Jehová], en vuestros pecados moriréis’. Jesús mismo dice que debemos creer que Él es Dios, porque lo es; y nadie menos que Dios podía salvarnos. Debemos creer que Aquél sin pecado «»murió por nuestros pecados,’ y que fue sepultado, y que resucitó corporalmente de la tumba. Sólo al creer este evangelio somos salvos. Así dice la Palabra de Dios.
¿Pero acaso las excepcionales obras de la Madre Teresa no la llevaron al cielo? No. Debido a que todos somos pecadores, incluyendo a la Madre Teresa. Una vez que quebrantamos uno de los mandamientos de Dios somos «»culpables de todos’ (como dice Santiago 2:10). Es más, en Romanos 3:20 leemos: «»por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado’. El guardar la ley en forma perfecta a partir de ahora no podría compensar por haberla quebrantado anteriormente. Las buenas obras, independientemente de «qué tan» buenas, jamás podrían pagar por el pecado.
Si Dios otorgara la salvación por algún otro medio que no fuera únicamente la fe en Cristo, sería un insulto a Aquél que el Padre quiso que soportara la ira como sacrificio por los pecados. Es más, si lo hiciera, Dios quebrantaría su propio código de justicia y se volvería atrás, se retractaría de Su propia Palabra. Pero ni siquiera Dios mismo podía salvar al «»santo’ más noble de toda la tierra. La sangre de Cristo es válida únicamente para aquellos pecadores arrepentidos.
Oswald Chambers advirtió que, en nuestro celo de hacer que las personas acepten el evangelio, manufacturamos un evangelio aceptable para las personas y producimos «»convertidos’ que no son salvos. La perversión más popular hoy día es el evangelio «»positivo,’ el cual está diseñado para no ofender a nadie con la verdad. Uno de los evangelistas televisivos más populares, por ejemplo, ha dicho que es peyorativo catalogar a alguna persona de pecadora, y que Cristo murió para restaurar la dignidad humana y la autoestima. Él dice ganar a muchos para Cristo con este mensaje seductor, pero ese evangelio no salva a los pecadores.
A menudo se hacen llamados evangelísticos para que las personas «»vengan a Cristo’ por medio de motivaciones incorrectas: Para tener salud, felicidad, o éxito; para restaurar un matrimonio; o para saber lidiar con el estrés. Otros predican un evangelio tan diluido o pervertido, que engaña a muchos haciéndoles creer que son salvos. No podría existir peor fraude, ¡ya que las consecuencias son eternas!
La religión, y no el ateísmo, es la principal arma de Satanás. 2 Corintios 4:4 dice: «»El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios’. Para pervertir «»el evangelio de la gracia de Dios’ (que menciona Hechos 20:24), el gran engañador ofrece muchos evangelios falsos, pero todos ellos tienen en común dos sutiles rechazos hacia la gracia: Los ritos y el auto-esfuerzo.
Los ritos hacen que la redención sea un proceso permanente, el cual se realiza por un sacerdocio especial, y el auto-esfuerzo le da al hombre un rol en lo que es obtener su salvación. Lo primero niega la finalidad de la cruz. Lo segundo niega su suficiencia. Pero cada una de esas cosas le roba a Dios la particularidad del regalo que Él desea dar a los hombres caídos: «»Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro’ (dice Romanos 6:23).
Uno tan solo puede «recibir» un regalo. Cualquier intento de ganarlo, merecerlo, o pagarlo, incluso en parte, es algo similar a rechazarlo. Es más, Dios quiere darnos personalmente este regalo de la vida eterna, a través de Jesucristo. El procurar que una iglesia, organización, o algún líder religioso nos otorgue ese regalo, es como rechazarlo de Su propia mano. En Mateo 11:28 y Juan 10:27 al 29, leemos que Jesús dijo, «»Venid a mí… Mis ovejas oyen mi voz… y yo les doy vida eterna… Yo soy la puerta; el que por mí entrare será salvo…’.
La fe debe estar en Dios y en Cristo únicamente. Colocarla en cualquier otro lugar es admitir la falta de fe en Él. Seamos serios en cuanto a la fe, escudriñando y creyendo lo que Dios ha dicho. Allí yace nuestra única autoridad y seguridad.