El Futuro Reino de Cristo

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Título:   El futuro Reino de Cristo

Autor: Tim Lahaye
  PE1295

Estimado amigo, los judíos y los cristianos están de acuerdo en que un día vendrá el Mesías para establecer Su Reino y Su dominio en la tierra. Será un tiempo de paz, de bendición y de gozo, con una breve interrupción al final, antes que comience la eternidad, es decir, el Reino de los cielos.

Por supuesto, hay grandes diferencias de opinión sobre la identidad de este Mesías.

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Estimado amigo, los judíos y los cristianos están de acuerdo en que un día vendrá el Mesías para establecer Su Reino y Su dominio en la tierra. Será un tiempo de paz, de bendición y de gozo, con una breve interrupción al final, antes que comience la eternidad, es decir, el Reino de los cielos.

Por supuesto, hay grandes diferencias de opinión sobre la identidad de este Mesías. Los cristianos creemos que Jesucristo es el Mesías que regresará para establecer Su Reino, y que nosotros reinaremos con Él.

Los judíos, sin embargo, creen que un judío, aún no identificado, vendrá como el Mesías para establecer ese Reino. Lo interesante, es que la mayoría de los judíos no son concientes de un hecho: ¡Qué los criterios que ellos tienen para su Mesías, muestran que es idéntico a Jesucristo! Pero los dos grupos coinciden en que, cuando venga el Mesías, reinará sobre esta tierra.

Las dos etapas del Reino en el Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento menciona el Reino unas 200 veces pero, contrariamente al Antiguo Testamento, la mayoría de los textos (salvo los de Apocalipsis) se refieren a su etapa espiritual. Quiero explicar las dos etapas del Reino para evitar cierta confusión.

La etapa espiritual es el Reino que nuestro Señor ya estableció en Su primera venida. Dijo a Poncio Pilato que Él, Jesús, era Rey, pero que Su Reino no era de este mundo (Juan 18:36). Luego dijo que un hombre tenía que „nacer de nuevo» para poder entrar en ese Reino (Juan 3:3). También Juan el Bautista exhortó a las personas a „convertirse» para poder entrar en el Reino de Dios (Mateo 3:1-2). Y el apóstol Pablo seguramente pensaba en esto cuando escribió que „la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios» (1 Cor. 15:50). De esta manera, el Señor estableció en primer lugar un Reino espiritual, en el cual las personas renacen a través de su fe en la muerte y la resurrección de Cristo. Y estas personas también tendrán derecho a entrar en el Reino visible de Dios en esta tierra, cuando Cristo regrese para establecerlo.

Por lo tanto, cada tentativa de establecer el Reino de Dios en la tierra, antes del regreso de Cristo, está condenada al fracaso. La tarea de la Iglesia de Jesús hoy en día no es la de construir este Reino de Dios. Sino la de extender el Reino espiritual de Dios, anunciando el Evangelio en todo el mundo. Además, los cristianos que pertenecen al Reino espiritual, tienen la responsabilidad de ser sal y luz en nuestra época (comp. Mateo 5:13-14).

Los cristianos tienen que ser la sal de la tierra, ejerciendo una influencia decisiva en la sociedad a través de sus valores morales. Esto lo pueden hacer participando en las elecciones como buenos ciudadanos, postulándose para cargos políticos, sirviendo tanto a Dios como a su país como buenos administradores. Muchos también lo hacen como maestros, abogados, escritores, artistas o productores de películas, otros solicitando un cargo en la administración municipal o gubernamental. Como „cristianos de sal» responsables, participarán en las elecciones para evitar que lleguen al poder políticos o partidos enemigos de los cristianos, que nos impedirían cumplir con nuestra misión principal, que es ser la luz del mundo y cumplir así la gran comisión de evangelización. Esperemos que los cristianos en los últimos años del tiempo de la Iglesia, den prueba de cumplir con este doble desafío y que lo hagan más fielmente que el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento.

El Reino que nuestro Señor establecerá en Su venida, se compondrá de tres grupos de personas: 

1) Los judíos que sobrevivan al tiempo de tribulación y reciban a Cristo como su Mesías (estando todavía en sus cuerpos naturales

2) los creyentes no judíos que hayan tratado bien a los judíos (también estando en sus cuerpos naturales), y

3) los santos resucitados de todos los tiempos (con sus cuerpos resucitados).

Con excepción de Apocalipsis 20, la mayoría de los textos neotestamentarios acerca de este tema se refieren a la etapa espiritual del Reino de Dios, que muchas veces se menciona como sinónimo de la Iglesia de Jesús. Lea por ejemplo Mateo 16:16-19. Allí nuestro Señor dice a Pedro que edificaría Su Iglesia sobre la roca del testimonio dado por Pedro. Pedro había testificado que Cristo era „el Hijo del Dios viviente». Luego el Señor prometió a Pedro que le daría „las llaves del reino de los cielos» (las expresiones „el reino de Dios» y el „reino de los cielos» se usan muchas veces como sinónimos – comp. Mateo 13 y Marcos 4). En el Nuevo Testamento, la expresión „reino de Dios» se refiere normalmente a la verdadera Iglesia, al grupo de creyentes que forman parte de la Iglesia por la fe en Cristo y durante toda su vida comparten su fe para que otros también puedan llegar a ser miembros de la Iglesia de Jesús.

El Reino de Dios visible está todavía en el futuro. Las más detalladas descripciones del mismo las encontramos en el Antiguo Testamento y en el Apocalipsis. Será establecido cuando Cristo vuelva con poder y gloria, porque sólo Él tiene poder para crearlo.

Una época llena de milagros

Desde el pecado original de Adán y Eva en el huerto de Edén, los seres humanos y la creación sufren las consecuencias del juicio sobre este primer pecado. La influencia destructiva del pecado se ha trasmitido a toda la humanidad y a toda la creación. En Romanos 8:22, el apóstol Pablo nos hace recordar nuestra experiencia diaria, cuando explica: „Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora.» Pero, durante el Milenio, la maldición y las consecuencias de este primer pecado serán anuladas en parte. Y decimos en parte, porque los que entren a ese Reino estando todavía en sus cuerpos naturales, tendrán todavía que sufrir la muerte. Las consecuencias de la caída recién serán apartadas totalmente después del Milenio, cuando sea creado un nuevo cielo y una nueva tierra (comp. Apocalipsis 22:3).

El futuro Reino terrenal de Cristo será un tiempo de bendiciones nunca vistas desde el Huerto del Edén. Existirán en él muchas características del Edén, pues todos aquéllos que se rebelaron contra Dios habrán desaparecido. Satanás estará realmente atado, de manera que no podrá seducir a los hombres, y Cristo ejercerá la justicia. Por supuesto que esta justicia será puesta en práctica con ayuda de Sus santos ángeles y de Su Iglesia. Seguramente, los productores de pornografía, los criminales, y otros que hayan tenido una influencia destructiva sobre la sociedad, ya no podrán seguir con sus negocios oscuros.

El futuro Reino de Cristo será un tiempo de bienestar nunca visto. Cada uno tendrá su propio hogar. La maldición que hoy está latente sobre la tierra será quitada, y el suelo producirá cosechas asombrosas. Los engaños y las guerras pertenecerán al pasado, por lo cual la gente podrá disfrutar del fruto de su labor.

Isaías 65 nos dice que la esperanza de vida de las personas será comparable a la del tiempo anterior al diluvio, en el cual se alcanzaban casi los1000 años. Por lo menos será así para los creyentes que nazcan al principio del Milenio y vivan en él hasta el final. Según Isaías 65:20, un centenario será considerado todavía un niño.

No solamente la esperanza de vida de la gente será muchas veces más alta que ahora, sino que también la población del mundo será mucho más numerosa en el Milenio. Jeremías habla de ese gran número, en la siguiente profecía: „Como no puede ser contado el ejército del cielo, ni la arena del mar se puede medir, así multiplicaré la descendencia de David mi siervo, y los levitas que me sirven» (Jer. 33:22).

En Zacarías 8:5 leemos que las plazas de la ciudad estarán llenas de „muchachos y de muchachas». Esta es una prueba de que habrá un aumento espectacular de la población en Israel. Consideremos que en el Milenio viviremos bajo condiciones ideales. No habrá guerras con víctimas mortales, ni tampoco se practicarán abortos, es decir, matanzas masivas de niños no nacidos.

Un tiempo de fe

El Milenio será un tiempo de fe, de manera que la gran mayoría de las personas que vivirán en él creerán en Dios y en Jesucristo. Esto se deprende de muchos textos bíblicos. Cristo reinará en todas las áreas de la vida, de manera que no habrá programas de televisión de baja moral o que influencien negativamente al espectador en contra del evangelio. No se dispondrá de productos que dañen el cuerpo, y la mente del hombre no estará oscurecida para comprender las verdades de la Biblia. Satanás estará atado, para que no pueda cerrar los ojos de las personas. Las cátedras de las universidades no estarán ocupadas por ateístas que traten de desviar a los jóvenes de la fe en Dios. En lugar de esto, en todas las áreas de la educación el lema será: „¡En el principio: DIOS!» En tal clima académico, los jóvenes estarán más abiertos que nunca al derecho de Dios y de Cristo sobre sus vidas. En el Milenio, incluso el arte servirá a la glorificación de Cristo. Según Jeremías 31:31-34 cada persona conocerá tan bien el evangelio que nadie tendrá que enseñárselo a su vecino.

La política del Milenio se basará en el reinado benévolo de Jesucristo como Rey y Mesías de Israel. Será una teocracia cuyo centro estará en Jerusalén (comp. Isaías 2:1-4). Desde allí Jesús reinará como Mesías y Rey de Israel, cumpliendo así las promesas proféticas de Dios en Su pacto con el rey David (comp. 2 Samuel 7:12-16). Este pacto con David garantizaba la continuación de la dinastía de David, de su trono y de su reino. Cuando Jesucristo regrese al final del tiempo de la tribulación, restablecerá, durante Su gobierno, el trono de David (comp. Jeremías 23:5-8). Otros textos importantes acerca del gobierno de Cristo sobre Israel se encuentran en el Salmo 2, en Isaías 9:5-6, en Jeremías 33:20-26, Ezequiel 34:23-25 y 37:24-25 y en Lucas 1:31-33. Estos y otros pasajes bíblicos, contienen suficientes pruebas de que la promesa dada al rey David acerca de su reino, será cumplida completamente.

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