El llamado de Eliseo (66ª parte)
4 junio, 2023El llamado de Eliseo (68ª parte)
4 junio, 2023Autor: Esteban Beitze
Vemos que Dios utiliza medios que nosotros no hubiésemos utilizado jamás. Pero Dios nunca se queda sin un plan para llevar a cabo. Por lo tanto, confiemos en el Señor. Y en medio de esta ayuda que podamos experimentar, no descuidemos lo que otros puedan necesitar. Dios nos quiere utilizar para la bendición de los demás.
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PE2970 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (67ª parte)
IMPOTENCIA HUMANA
Estamos estudiando la historia del sitio de Samaria, en su momento, la capital del reino de Israel, por parte del ejército sirio en 2ª Reyes 6 y 7. Este sitio provocó una hambruna sin precedentes, al punto que cayeron en el canibalismo. Pero allí intervino Dios y anticipó la salvación para el día siguiente por medio del profeta Eliseo (7:1).
A partir de 2ª Reyes 7:3 encontramos la historia de cómo Dios convirtió en realidad su promesa de revertir de un día para el otro la tan nefasta situación, y lo fuera de común de los canales usados para ello: “Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos? Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.” (vs.3,4).
Nuestra historia se enfoca ahora a lo menos razonable que tuviera la imaginación humana para buscar la conclusión para el hambre en Samaria. Si fuéramos buscar una solución, probablemente nos dirigiríamos a hacer alguna alianza con pueblos vecinos para sacarnos de encima a los sirios. De hecho, fue esto lo que éstos creyeron luego (v.6). Pero esto era imposible porque la ciudad estaba completamente rodeada, y nadie podía entrar ni salir. Además, los sirios no levantarían el sitio, porque presentían que su victoria estaba cerca. Pero nadie, absolutamente nadie se hubiera fijado, ni mucho menos pensado que el mensaje de salvación vendría por medio de los leprosos.
Recordemos que los leprosos en Israel tenían que vivir aislados de los demás pobladores, afuera de las ciudades (Lv.13:46; Nm.5:3). Allí vivían de lo que parientes y gente bondadosa quisiera regalarles para que pudieran seguir en su miserable existencia. Además, su enfermedad era incurable. Los iba comiendo de a poco para terminar muriendo una muerte horrible. Si había alguien del cual jamás se podría esperar ayuda, sería de parte de un leproso. Si hubiera alguien del cual nunca jamás se escucharía una noticia positiva, sería de uno de ellos. Allí los encontramos, completamente desahuciados. No había esperanza para ellos. En la ciudad, ya nadie pensaba en ellos. Si eran capaces de comerse a sus propios hijos, los leprosos ya habían sido descartados por completo. Al final, en un intento desesperado, en una misión suicida, éstos deciden ir a ver si conseguían algo de comer en lo de los enemigos. Ya no había nada que perder. Morir de hambre frente a la ciudad sitiada o morir por las flechas de los sirios, sería lo mismo, quizás hasta más benévolo por ser una muerte rápida.
INTERVENCIÓN DIVINA
Cuando todos los caminos están cortados, cuando no se observa solución, sólo queda abierto el camino al cielo, la mirada que se levanta confiada al trono de la gracia. Aunque no lo dice explícitamente, lo único que quedaba era la oración del siervo de Dios. Como vivía en la presencia de Dios (3:14; 5:16), sin lugar a dudas, Eliseo intercedía por su pueblo tan castigado. Ahí vemos la intervención divina. Los leprosos “Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie. Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros. Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas.” (vs.5-7). No fue un ejército enemigo, no fue el cansancio de sitiar la ciudad, sino que Dios puso en acción uno de sus infinitos recursos. Alcanzó un fuerte ruido similar al de un poderoso ejército en ataque, para que el ejército entero de los sirios huyera. Dios utiliza medios extraordinarios para que no queden dudas que el origen es Él. Utiliza insectos, eventos meteorológicos, eventos telúricos, alucinaciones e infinitas cosas más para llevar a cabo su plan. En la historia anterior cegó a los sirios, ahora les hizo escuchar algo que no existía. ¡Qué apropiadas son las palabras el poeta:
“¡Cuán fuerte es Dios! ¡Mortales temblad!
Oímos su voz en la tempestad;
Brocado de estrellas es su pabellón,
Y vientos y rayos sus ángeles son.”
Los leprosos se acercan sigilosamente al campamento esperando no ser descubiertos y asesinados en cualquier momento. En lugar de ello encuentran el campamento, las carpas, como si sus habitantes las hubiera abandonado por un momento para luego volver. Allí estaba la comida, los enseres, sus riquezas, todo…
Los cuatro hombres no fueron atacados por los sirios, ni los tuvieron que echar, porque Dios había intervenido. Dios había llevado a cabo una gloriosa salvación.
Cuando para el hombre ya no hay camino, cuando no encuentra solución, Dios siempre tiene un camino. Una de las experiencias más extraordinarias de los hijos de Dios, es que ¡Él siempre puede ayudar! Frente al poder de Dios no existen barreras ni límites. ¡Por eso, no te desanimes, no desesperes, sino cuenta con Dios! ¡Él puede ayudar!
En la obra milagrosa de Dios, encontramos muchas veces dos componentes, el divino y el humano. Dios se encargó del estruendo y el pánico en el corazón de los sirios. Pero el humano quedó en mano de los cuatro leprosos. Ellos tuvieron que hacer su parte.
INTERÉS EGOÍSTA
“Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron.” (v.8). En este caso, la realidad superó ampliamente la ficción. De no tener nada, de estar al borde de la muerte, de repente lo tenían todo. Y todo con mayúscula.
Pero en esta parte vemos la triste realidad de la naturaleza humana. Le dieron lugar a sus pasiones y avaricia. Es lógico que se hayan satisfecho con la comida, pero me preguntaba, ¿cuánto valor podía tener para ellos vestidos hermosos si en su carne estaban marcados por la lepra? Quizás, los vestidos lindos sólo servirían para esconder su triste estado, pero la realidad quedaba igual.
Dos veces aparece acerca de los tesoros que los leprosos “fueron y lo escondieron”. Ya no lo podían llevar encima de tanto que era, de manera que fueron reiteradas veces a esconderlo. Pero ¿qué valor podría tener el oro y la plata, si no podían ir al mercado a comprar lo que querían? ¿Habría alguien que tomara oro de sus manos contaminadas y contagiosas?
Aparte de su enfermedad, vemos también toda la miseria espiritual humana. Aunque marcados por la muerte, se aferran a algo que jamás podrían disfrutar realmente.
Justo al escribir estas líneas me pasó que, al hablar con el dueño de un negocio, me comentaba que tiene una enfermedad aparentemente terminal, por lo que se dedica a viajar lo más que puede.
¡Cuán vacíos son estos manotazos de ahogado, más aún, si se trata de lo espiritual!
¡Qué bendición los hijos de Dios, que se pueden aferrar de Él! Pero qué triste aquel que se aferra de lo material, de lo físico, sin poner su mirada en lo espiritual y en lo eterno. ¿Cuáles son nuestras prioridades? Allí tenemos unos leprosos. Dios los utilizó, sin lugar a duda. Pero estaban fijándose en ellos, no en la necesidad del pueblo. Vemos que Dios utiliza medios que nosotros no hubiésemos utilizado jamás. Pero Dios nunca se queda sin un plan para llevar a cabo. Por lo tanto, confiemos en el Señor. Y en medio de esta ayuda que podamos experimentar, no descuidemos lo que otros puedan necesitar. Dios nos quiere utilizar para la bendición de los otros. Que así sea en este día. Dios te bendiga.