El Mesías, esperanza para el futuro (parte 15).
21 febrero, 2008El Mesías, esperanza para el futuro (parte 17).
21 febrero, 2008Titulo: “El Mesías, esperanza para el futuro” (parte 16).
Autor: Hal Lindsey
Nº: PE896
En la profecía de Isaías 53, somos confrontados con el nuevo concepto de la expiación de pecados.
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«El Mesías, esperanza para el futuro» (parte 16).
Estimado amigo, en el capítulo 53 del profeta Isaías podemos hacer las siguientes divisiones:
– La exaltación del siervo a través de la humillación.
– El siervo visto por Israel: Despreciado y rechayado.
– El siervo visto por Dios: El Redentor.
– Su muerte visto por el hombre: Un trágico fracaso.
– Su muerte visto por Dios: Un éxito glorioso.
Las preguntas más importantes que surgen de esta remarcable profecía son: «¿Por qué debía alguien sufrir por los pecados de otro? ¿Qué beneficio tendría esto? ¿Dónde, siquiera, se enseña en las Escrituras que un hombre puede pagarle a Dios por los pecados de otro?
La verdad del asunto es que las Escrituras hebreas enseñan que cada hombre debe pagar por su propio pecado la pena de muerte, su propia muerte. Dios dijo a través de Ezequiel: «El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él» (Ezequiel 18:20).
El principio bíblico estaba puesto aquí; cada pecador debía morir por sus propios pecados. Pero había una excepción muy especial, inherente al sistema mosaico, que debía comprendida. En realidad, se puso en práctica en el momento en que Dios comenzó a tratar con el hombre luego de que éste había pecado.
Esta excepción era que Dios mismo podía escoger víctimas inocentes, como sustitutos, para morir en lugar del pecador, soportando la penalidad de la muerte la cual estaba destinada en realidad al pecador. Es por eso que el sistema de sacrificios de animales fue instituido inmediatamente después de haber sido dado el código moral de la ley mosaica. El hombre, con seguridad, continuaría quebrantando la ley de Dios a lo largo de su vida, pero, por fe, podía venir a Dios y ofrecer el animal señalado como un sustituto que sufriera el juicio de la muerte por sus pecados personales.
Sin embargo, era obvio que el sacrificio de animales no podía ser, en realidad, una solución permanente para lidiar con el problema de los pecados del hombre, ya que los animales tenían que ser continuamente ofrecidos, y esto demostraba que no constituían una sustitución duradera.
El Nuevo Pacto de Dios
En la profecía de Isaías 53, somos confrontados con el nuevo concepto de la expiación de pecados. Personalmente, me doy cuenta que esta es la principal fuente de contención que el judaísmo tiene con el verdadero cristianismo; la idea de un Mesías, o cualquier ser humano, muriendo de manera sacrificial como un sustituto por el pecado. De hecho, el principal factor por el cual este pasaje de Isaías es rechazado como mesiánico, hoy en día, es el argumento de que Dios nunca requeriría un sacrificio humano, por lo tanto esto, literalmente, no puede referirse a una persona como la que ellos esperaban que fuera el Mesías. Más bien debe ser un símbolo de la nación de Israel sufriendo y siendo rechazado por los hombres.
Sin embargo, hay un importante precedente para el concepto de un hombre siendo ofrecido como una ofrenda por el pecado. Recuerde que Dios le pidió una vez a Abraham que ofreciera a su hijo Isaac como una ofrenda para él. Por supuesto, Dios detuvo a Abraham, en el momento preciso, para que no llevara a cabo esta orden. Pero, Isaac fue salvo debido al hecho de que Dios proveería otro sacrificio en el futuro que trataría de manera adecuada con el fracaso del hombre, en lo que respecta a obedecer las leyes de Dios.
La Provisión de Dios en el Monte Moriah
Abraham entendió que la vida de su hijo fue preservada debido a esta provisión que Dios había prometido, porque él llamó a la montaña donde casi sacrifica a su hijo, «Jehová Jireh,» lo cual significa «El Señor proveerá» (Génesis 22:14). La montaña fue denominada más tarde Moriah, el mismo monte en el cual 2000 años más tarde, otro «hijo único» fue crucificado. ¿Era Jesús de Nazaret, quien fue crucificado, aquel que Dios había prometido proveer como ofrenda por el pecado? Creo que la evidencia apoya que sí lo era.
Isaías también vio al siervo del Señor en el rol de aquel que carga los pecados, porque él escribió: «Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros…Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado («muerto» de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido» (53:6,8) «…Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado» (53:10c). «…justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos» (53:11d). «Por cuanto derramó su vida hasta la muerte,…habiendo él llevado el pecado de muchos» (Isaías 53:12).
La razón por la que este siervo estaría calificado para ser un sustituto que cargara con los pecados, se revela a través de Isaías 53: «Aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca» (53:9c). El fue llamado «justo» (53:11c).
La razón es que él mismo no tenía pecados por los cuales pudiera ser juzgado por ellos con la penalidad de la ley, la muerte. ¡Por lo tanto, entre todos los hombres, tan sólo él estaba calificado para cargar los pecados de la culpabilidad y proveer una manera de quitar aquello por lo cual Dios condena al hombre, sus pecados!
El centro de las enseñanzas de Jesús es que él vino a hacer precisamente eso. El dijo: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:45). Una vez le dijo a sus amargados críticos: «¿Cuál de sus líderes religiosos puede encontrar un pecadito siquiera por el cual me puedan acusar? Como no pueden, saben que estoy diciendo la verdad, así que ¿por qué no me creen?» (paráfrasis de Juan 8:46). Ninguno de estos expertos en la ley mosaica pudo salir con algún pecado con el cual acusarlo. Aún en su mismo juicio, el único cargo en el que pudieron estar de acuerdo fue que él proclamaba ser el Mesías, el Hijo de Dios.
El No Abrió Su Boca
A través de los juicios de Jesús, todos los presentes estaban sorprendidos porque nunca pronunció una sola palabra en su propia defensa. Cuán gráficamente nos muestra Isaías la voluntad sumisa del Mesías de ser llevado a la muerte por los pecados del hombre. Isaías inclusive escribió su profecía imaginándose a un cordero sacrificial: «Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca» (Isaías 53:7).
Cuando los oficiales vinieron a buscar a Jesús y a arrestarlo, él voluntariamente salió hacia ellos. Cuando Pedro trató de defenderle Jesús lo detuvo diciendo: «Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas» (Mateo 26:56).