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Autor: William MacDonald

Privilegios y responsabilidades en la Iglesia, éste será el tema que nos va a ocupar en los próximos programas. Hebreos 10:24-25 serán los „versículos de oro“ en el transcurso del tratamiento del mismo.


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PE2312 – Estudio Bíblico
El Plan de Cristo para la Iglesia – VI (2ª parte)



¿Cómo están? Espero que bien. Y dispuestos a seguir escuchando acerca del tema: Privilegios y responsabilidades en la Iglesia.

Hablando de los privilegios, habíamos terminado hablando en el programa anterior del privilegio de servir al Señor en la obra del evangelio, testificando del Señor. Recordamos que: Hubo un centenar de personas que fueron a Little Rock, Arkansas. Pagaron sus propios gastos para ir allí, y fueron a cada casa de la ciudad. Incluso fueron a la casa de la madre de Hilary Clinton, y dejaron un paquete de literatura allí. La Revista Uplook contiene historias de las cosas que sucedieron en esa salida.

Fue histórico. La gente estaba entusiasmada. Realmente desbordaban en alabanzas al Señor. Estaban en las calles con una temperatura de 42 grados Celsius. Llamaron a una puerta. La persona que les atendió dijo: “Ustedes deben tener algo importante, ya que están dispuestos a ir casa por casa con 42 grados de temperatura”. Fueron a otra casa, y hablaron con la señora que respondió con respecto al Señor Jesús: “He vivido aquí por veinticuatro años, y ustedes son los primeros que vinieron a hablarme sobre Jesús”. La revista está llena de historias así.

La revista está llena de historias que verifican el gozo de servir con otros. Esa salida provocó un impacto en las vidas de cien personas. Un impacto que nunca olvidarán.

Seguimos hablando de los privilegios, y decimos que: Además, está el gozo de la visitación, incluyendo las visitas al hospital. Inexplicablemente, algunas personas tienen temor de visitar un hospital. Existe un tremendo gozo en hacer ese tipo de obra. A menudo uno sale más bendecido que cualquier bendición que haya podido dar.

Está también la emoción de la obra literaria cristiana. Creo que el ministerio distintivo que Dios le ha dado a las asambleas donde me congrego, a lo largo de los años, ha sido el ministerio de la literatura cristiana.

Quizás no pensemos en el dar como un privilegio, pero es un tremendo privilegio llegar hasta los confines de la tierra con nuestras ofrendas y sacrificios para Dios. ¿Y quién sabe lo que se puede lograr con ello? No hay cosa que se haga en el nombre del Señor Jesús y para Su gloria que no sea recompensada en el Tribunal de Cristo. ¡Eso es maravilloso! Dios es bueno para llevar notas. Él es un buen contador. No hay nada que usted haga, y no hay nada que dé para Él que quede sin recompensa. Es escalofriante pensar en la recompensa que algunas personas tendrán.

La comunión es el privilegio de estar con el pueblo cristiano. Sentimos esto con mucha fuerza en un país donde la intolerancia anti-cristiana va en aumento. Los medios nunca pierden ninguna oportunidad de golpear al cristianismo, a Cristo, y a los cristianos. Es algo maravilloso reunirnos en el Señor Jesús con otros creyentes que piensan igual y poder hablar de las cosas que realmente importan.

Tenemos el privilegio de ser una familia que se preocupa en tiempos de tristeza, pruebas y fatigas. Quizás una madre es hospitalizada, y las canastas de comida fluyen hacia ese hogar. Nadie tiene que preocuparse por la comida. Algunas personas también se ocupan de los niños.

Permítame darle el otro lado de esta historia. Había un joven en la armada naval que servía conmigo. Oré por él por quince años, y él murió, según yo sé, sin haber venido al Señor Jesús. Su viuda quedó desprovista. A veces me llamaba. Cierta vez le pregunté: “¿No tienes amigos?” Me dijo: “No teníamos amigos. Sólo ahorrábamos dinero hasta tener suficiente para irnos de tour”. Le pregunté: “¿Alguno de tus vecinos se preocupa por ti?” “No”, me dijo. “No teníamos, ni tengo, vínculo alguno con nuestros vecinos”. Ella estaba sentada en su hogar en Arizona, sola, sin que a nadie le importara. Ésa fue la forma en la que siempre vivió. Y así vivía. ¡Qué contraste con la congregación de creyentes que conviven en una familia que se cuida, que se unen en tiempos de angustia!

En una cierta congregación sucedió algo hermoso. Un joven tenía que ir a la Universidad de California, en San Francisco, para realizarse un trasplante de hígado. A menudo, cuando algo así de serio sucede, se puede llegar a vivir en una verdadera montaña rusa emocional. Su esposa fue al hogar de una de nuestras hermanas, y se sentía al límite mismo. Allí había dos hermanas que estaban hablando. Una de ellas vio que estaba a punto de derrumbarse y rápidamente se levantó de su lugar, se sentó junto a ella, le puso su brazo alrededor y le dijo: “Estoy conectada con un grupo de oración de dos mil personas, y el nombre de tu esposo está en nuestra lista”. Eso fue muy significativo para ella. La ayudó a sobrellevar el día. Dos mil personas enlistadas que orarían por nuestro Barry. Y las buenas noticias son que Barry está en su hogar, y está maravillosamente bien hoy en día.

Luego, tenemos el privilegio de tener una comunidad mundial. Algunos de ustedes han viajado a diversas partes del mundo. No hay muchas partes en este mundo donde no se pueda encontrar una comunidad cristiana verdadera. Usted puede estar allí por un corto tiempo, pero se siente como si les hubiera conocido desde siempre. No existe fraternidad, hermandad o sociedad en el mundo que se compare con la comunión cristiana. El mundo no tiene nada para ofrecer en comparación a esto. Pienso en lugares que he visitado, y las amistades que se formaron y que han estado conmigo a lo largo de toda mi vida.

Veamos ahora las: Responsabilidades en la iglesia local

A menudo olvidamos nuestras responsabilidades. Los franceses usan la siguiente expresión: “Noblesa obliga”. Y ciertamente la nobleza tiene sus obligaciones. Es la obligación del comportamiento honorable, generoso y responsable, que está asociado con el alto rango o el nacimiento en cuna noble. Y queridos hermanos, somos un pueblo nacido en cuna noble, hijos del Rey celestial. Y eso implica responsabilidades.

Tenemos la responsabilidad de ejercitar nuestros dones espirituales, porque sólo en la medida que lo hacemos el cuerpo crecerá, funcionará y madurará. Ya vimos eso cuando consideramos Efesios 4. El cuerpo le necesita. Necesita su contribución al mismo. Su empresa puede decirle: “Vaya a Singapur”, y usted iría. Pero cuando Dios nos dice que vayamos a Madagascar, entonces es una historia diferente. Deberíamos estar dispuestos a hacer por el Señor lo que nunca haríamos por algún empleador secular, y más allá aún.

Tenemos una obligación de intentar por todos los medios “guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (como nos exhorta Efesios 4:3). No de ser la causa del conflicto, sino de confesarnos nuestras faltas mutuamente, aprendiendo a vivir en quebrantamiento delante del Señor, para que la asamblea no sufra.

Tenemos la obligación de asistir a las reuniones con fidelidad. Uno de los pocos lugares hoy en día donde seguramente encontrará la palabra “compromiso” es el diccionario. Siempre podrá encontrarla allí. Pero, es menos y menos común en muchas congregaciones cristianas. La asistencia fiel a nuestras reuniones es una de las víctimas de nuestras vidas alocadas por un lado, y de nuestros escapes de fin de semana por el otro.

¿Cuál es una razón válida, por ejemplo, para no asistir a la Cena del Señor?

Recuerde, el Rey está allí. Recuerde, Aquel que murió por usted en el Calvario está allí. ¿Cuál sería una buena razón para no asistir? ¿El cumpleaños de la tía Julieta? ¿Una reunión familiar en el día de la madre? Si creemos que el Señor Jesús está allí, es difícil encontrar alguna buena razón para no estar allí nosotros.

Él lo pidió. En 1 Corintios 11:24, leemos que Él dijo: “Tomad, comed. Este es mi cuerpo que por vosotros es partido”. Él está allí cuando nos reunimos.

Nos apropiamos de este hecho por la fe. No actuamos por, si acaso, esto fuera cierto. Lo hacemos porque es cierto. Algunos pueden objetar diciendo: “Él está en todas partes”. Sé que Él está en todas partes, pero hay un sentido especial en el cual Él está presente cuando Su pueblo se reúne para adorarlo.

La iglesia primitiva fue fiel a su compromiso con la asamblea local. Hechos 2:42 dice: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. No dice que continuaban en esas cosas. Dice que “perseveraban” en esas cosas. El apóstol Pablo sabía que cuando dejó Filipos para ir a Troas, encontraría a los creyentes partiendo el pan en el Día del Señor. ¿Podría él tener la misma expectativa si nos visitara?

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