El Poder de la Sustitución 3/5

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21 febrero, 2008
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Titulo: “El Poder de la Sustitución”  3/5
 

Autor: WimMalgo 
Nº: PE1054

El tercer programa de  una serie de estudios titulada  “ El poder de la sustitución.

En este caso aprenderemos sobre 2 cosas que Moisés hace como Profeta!

 


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«El Poder de la Sustitución»  3/5

Estimado amigo, ¿Sabía usted que Moisés ejerció su ministerio de profeta con toda severidad? Sí, él quería llevar al pueblo de Israel a la renovación del Pacto con el Señor!. ¡Cuán necesario es esto también hoy en día: una nueva unión con el Señor! El profeta Oseas dice: «¡Arad campo nuevo!». Pablo nos exhorta en Romanos 12:2: «…más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento…» Y aquí, pues, Moisés llama: «¡Quien esté de parte de Jehová únase conmigo!».

Este es para el pueblo el primer paso hacia la renovación del Pacto: el apartar a los santificados; pues cuando Moisés hace este llamado, es significativo que los hijos de Leví vienen a él. Dice la palabra: «Y se unieron con él todos los hijos de Leví». Los levitas son los sacerdotes, la tribu sacerdotal, personas con un sentir sacerdotal. Pero el significado es aún más profundo. Cuando Moisés llama: «¡Quien esté de parte de Jehová únase conmigo!», vienen a él todos los que se parecen a Moisés, todos los que son de la misma sangre, pues él también era de la tribu de Leví. Aquí Moisés representa proféticamente a Jesús. Nuestro «Moisés» celestial, Jesucristo, llama hoy a los santificados, a aquellas personas que se parecen a El. Pero esto significa un doloroso juicio de separación, que divide las iglesias y las familias. Esto también lo podemos ver aquí en el versículo que sigue. Cuando los hijos de Leví se han unido con Moisés, este dice: «»Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: «¡Cíñase cada uno su espada, y pasad y volved, de entrada a entrada del campamento! ¡Matad cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente!» ¡Qué horrible tarea! ¡Qué dolorosa separación!

Esto acontece también hoy en día cuando los santificados aceptan la cruz. Son separados, muchas veces también de los seres más queridos. El Señor Jesús expresó esto muy claramente en Lucas 12:51-52: «¿Pensáis que he venido a dar paz en la tierra? ¡Os digo que no, sino a causar división! Porque de aquí en adelante cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres.» ¿Perteneces a los hijos de Leví, a Moisés, a las personas que se parecen a Jesús, a los que son llamados a apartarse?

La segunda cosa que Moisés hace como profeta, como representante de Dios frente al pueblo, es que saca a luz los pecados del pueblo. Les dice: «Vosotros habéis cometido un gran pecado». ¡Cómo trataba Jesucristo una y otra vez de convencer al pueblo de sus pecados, cuán encarecidamente les decía: «¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!» Les imploraba, los amenazaba: «…en vuestro pecado moriréis» – pero no se dejaron convencer. Por eso tampoco comprendieron nada de la posterior reconciliación en la cruz del Gólgota.

Querido amigo, mientras que Moisés convence al pueblo de sus pecados y le dice: «Vosotros habéis cometido un gran pecado», promete al mismo tiempo en el versículo 30: «Pero yo subiré ahora hacia Jehová; quizás yo pueda hacer expiación por vuestro pecado.» Moisés está dispuesto incluso a exponer su vida para obtener el perdón de Dios para el pueblo. Implora al Señor: «¡Ay! Este pueblo ha cometido un gran pecado al haberse hecho dioses de oro. Pero ahora perdona su pecado; y si no, por favor, bórrame de tu libro que has escrito».

Aquí él está muy cerca de Jesús, pues está dispuesto a exponer su vida por amor al pueblo, por su pecado. Con todo, no tiene la seguridad de si conseguirá el perdón para el pueblo, pues dice: «…quizás yo pueda hacer expiación por vuestro pecado.» ¿Por qué está Moisés inseguro de si puede conseguir el perdón para el pueblo? Bien es verdad que es profeta y sacerdote, pero le falta el sacrificio de expiación. Sin embargo, Jesucristo, nuestro «Moisés» celestial, nuestro Intermediario, estaba seguro de que iba a obtener ante Dios el perdón para ti. El no es solamente Profeta y Sacerdote, como Moisés. No, El es más que Moisés, El es al mismo tiempo el Cordero sacrificado. ¡El derramó Su propia sangre por el perdón de nuestros pecados, los tuyos y los míos! Y si te dejas convencer de tus pecados por Jesucristo, también puedes obtener el perdón. Si aceptas Sus palabras que te juzgan: «¡Has cometido un gran pecado!», entonces experimentarás al Señor también como el Sacerdote, quien en la cruz del Gólgota Se entregó personalmente por tus pecados.

Estimado amigo, en nuestro pasaje, con Moisés y el pueblo, no solamente hay pecados que perdonar. El daño es aún mucho más grande, se trata de un quebrantamiento de pacto: el Antiguo Pacto que Dios había hecho con Su pueblo y sellado con sangre de sacrificio, fue quebrantado. En Éxodo 24:8 leemos como Dios hizo el Pacto con Su pueblo: «Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros referente a todas estas palabras.» Y en el versículo 7 oímos como el pueblo asevera: «Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos.» Pero apenas Moisés los deja solos para ir a la presencia del Señor, ya se desvían del camino que el Señor les ha mandado. Quebrantan de manera deshonrosa este Pacto.

De la misma manera como el Antiguo Pacto fue quebrantado por Israel, muchos hoy han quebrantado el Nuevo Pacto, que fue sellado por la preciosa sangre del Señor Jesús. Ustedes que han quebrantado el Pacto, escuchen las palabras del Señor: «Porque si pecamos voluntariamente, después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por el pecado, sino una horrenda expectativa de juicio y de fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios. El que ha desechado (o: quebrantado) la ley de Moisés ha de morir sin compasión por el testimonio de dos o tres testigos. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha considerado de poca importancia la sangre del pacto por la cual fue santificado y que ha ultrajado al Espíritu de gracia?» dice la palabra. ¿Has quebrantado el Nuevo Pacto? ¿Has entrado alguna vez por tu conversión en el área del Pacto de Dios y has sido lavado por la sangre de Jesús? ¿Y ahora? Aferrándote al pecado has quebrantado el Pacto y has considerado impura la preciosa y santa sangre del Hijo de Dios. ¡Regresa hoy con arrepentimiento y humillación y busca nuevamente la purificación y gracia restauradora en Su sangre!

En Éxodo 34:1-2 leemos: «Jehová dijo, además, a Moisés: Lábrate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las primeras, que rompiste. Prepárate para la mañana, sube de mañana al monte Sinaí y preséntate allí delante de mí sobre la cumbre del monte.» Aquí vemos a Moisés como sustituto del pueblo caído en pecado, entrando en el camino de la renovación del Pacto. El primer paso hacia esto es el muy personal reconocimiento de pecados. Todos nosotros tendríamos que retener esto muy bien. En Éxodo 34, el Señor habla muy personalmente a Moisés diciendo: «…que rompiste.» Si había alguien que no tenía la culpa del quebrantamiento del Pacto, entonces era Moisés. Pero él como sustituto del pueblo, llevaba sobre sí toda la culpa. El rompió las tablas escritas por el dedo de Dios al pie del monte, un acto exterior que demostraba lo que el pueblo Le había hecho a Dios: ¡Había quebrantado el Pacto!

¡Hace falta una renovación del Pacto con el Señor! ¿No te ocupas también tú demasiado de tus prójimos? Siempre miras al otro y siempre sabes los errores que él o ella comete; pero la renovación del Pacto, o sea, el avivamiento, solamente comenzará con tu muy personal reconocimiento de pecados.

Que así sea en tu vida, estimado amigo.

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