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El Profeta Ezequiel (1ª parte)

Autor: Samuel Rindlisbacher

Mientras el profeta Ezequiel estaba prisionero en Babilonia, los enemigos de Israel triunfaban, y él tuvo la desagradable tarea de anunciar el juicio futuro sobre su propio pueblo. Pero, su mirada profética llegó más allá del juicio, ya que vio, también, la futura gloria del pueblo de Dios. Escuchemos acerca de esto en este mensaje de Samuel Rindlisbacher.

 

 


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PE1769 – Estudio Bíblico
El Profeta Ezequiel (1ª parte)


 


Estimados oyentes, ¿cómo están? En primer lugar, quiero decirles que en este mensaje del profeta Ezequiel, el enfoque es Israel.

Casi no pasa un día sin que esta nación aparezca en la noticias. No nos tendría que sorprender, ya que Israel significa «Guerrero de Dios» – en oposición a un mundo que cada vez se vuelve más ateo. También Ezequiel, un profeta y guerrero de Dios, en su tiempo, tuvo que resistir esta oposición.

Mientras el profeta Ezequiel estaba prisionero en Babilonia, los enemigos de Israel triunfaban, y él tuvo la desagradable tarea de anunciar el juicio futuro sobre su propio pueblo. Pero, su mirada profética llegó más allá del juicio, ya que vio la futura gloria del pueblo de Dios, Israel.

Ezequiel provenía de una generación de sacerdotes y nació en Judá, en el 597 antes de Cristo. A los 25 años fue llevado preso, junto con muchos otros israelitas, a la ciudad de Babilonia. Cuando tenía 30 años, fue llamado por Dios para ser profeta.

Hallándose en exilio, lejos de su tierra, Ezequiel vio la deportación completa de su pueblo, y la decadencia y la destrucción de Jerusalén, junto con su maravilloso templo. Por lo tanto, Ezequiel fue uno de aquellos judíos que habría tenido suficientes motivos para entonar canciones melancólicas acerca de su querida Sion, como la de las palabras del Salmo 137, vers. 1 al 6: «Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños? Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Mi lengua se pegue a mi paladar, si de ti no me acordare; si no enalteciere a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría.»

Dios llamó a Ezequiel para despertar a su pueblo por una última vez, por medio de su testimonio de vida y de su servicio al pueblo. Los ejemplos prácticos del mensaje de Ezequiel también tuvieron un impacto muy profundo en su propia vida. En Ezequiel 4:1 al 13, por ejemplo, leemos:

«Tú, hijo de hombre, tómate un adobe, y ponlo delante de ti, y diseña sobre él la ciudad de Jerusalén. Y pondrás contra ella sitio, y edificarás contra ella fortaleza, y sacarás contra ella baluarte, y pondrás delante de ella campamento, y colocarás contra ella arietes alrededor. …Y tú te acostarás sobre tu lado izquierdo y pondrás sobre él la maldad de la casa de Israel. El número de los días que duermas sobre él, llevarás sobre ti la maldad de ellos. Yo te he dado los años de su maldad por el número de los días, trescientos noventa días; y así llevarás tú la maldad de la casa de Israel. Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado… Y he aquí he puesto sobre ti ataduras, y no te volverás de un lado a otro, hasta que hayas cumplido los días de tu asedio… Y tú toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena, y ponlos en una vasija, y hazte pan de ellos el número de los días que te acuestes sobre tu lado… Y comerás pan de cebada cocido debajo de la ceniza; y lo cocerás a vista de ellos…»

Y así pasó… El día que los babilonios pusieron sitio a la ciudad de Jerusalén, situada a 800 kilómetros de Babilonia, falleció la esposa de Ezequiel. Esto fue el 15 de enero del 588 antes de Cristo. La Biblia relata lo siguiente, en Ez. 24:15, 16 y 18:«Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, he aquí que yo te quito de golpe el deleite de tus ojos; no endeches, ni llores, ni corran tus lágrimas…Hablé al pueblo por la mañana, y a la tarde murió mi mujer».

El matrimonio de Ezequiel se había convertido en una señal, como la escritura en la pared, siendo la última advertencia para el pueblo de Israel. Dios hablaba de una manera tan clara, que Ezequiel le declaró al pueblo lo siguiente, que leemos en los vers. 19 al 21:«Y me dijo el pueblo: ¿No nos enseñarás qué significan para nosotros estas cosas que haces? Y yo les dije: La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: Di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo profano mi santuario, la gloria de vuestro poderío, el deseo de vuestros ojos y el deleite de vuestra alma; y vuestros hijos y vuestras hijas que dejasteis caerán a espada.»Pero, aún así, no hubo reacción alguna. La única respuesta fueron algunas confesiones superficiales, sin arrepentimiento verdadero ni un cambio de vida consecutivo.

Los 48 capítulos de Ezequiel se dividen en tres temas:

  • Los capítulos 1 al 24 nos hablan de: La caída y el juicio sobre Judá (el reino del sur; ya que los israelitas del norte ya habían sido deportados en el año 722 antes de Cristo, por los asirios, como castigo por haberse apartado de Dios).
  • Los capítulos 25 al 32, que mencionan: El castigo de Dios para la nación, que le había tocado a Israel (Esto debería servirnos de advertencia a nosotros hoy en día).
  • Y los capítulos 33 al 48, que nos muestran la: Aceptación, restauración y renovación de Israel (En ello vemos la respuesta de la oración de Jesús de Mt. 6:10:«Venga tu reino»).

El primer amor de Dios sigue siendo para su pueblo, los judíos, como lo dice Dios mismo en su Palabra, en Jer. 31:3:«Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia». Si bien este versículo podemos tomarlo para nosotros personalmente, en primer lugar es una promesa para el pueblo de Israel. Dios, va aún más allá de esta promesa, al declarar en Is. 49:15 y 16:«¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros.»

Dios se ha comprometido con su pueblo por medio de un pacto indisoluble. Hasta el profeta Balaán, que no conocía a Dios, lo tuvo que confirmar, diciendo en Nm. 23:19 y 20:«Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? He aquí, he recibido orden de bendecir;el dio bendición, y no podré revocarla».

Y Pablo aclara en Ro. 11:25 al 29: «Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y éste será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios». Amén.



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