La importancia de la resurrección
19 agosto, 2015El pueblo escogido de Dios (2ª parte)
19 agosto, 2015 El pueblo escogido de Dios
(1ª parte)
Autor: Dave Hunt (1926-2013)
Si bien uno puede tener un concepto diferente, en la Palabra de Dios dice clara y frecuentemente que Israel es Su pueblo escogido, y que nunca perderá este estatus especial. Pero, esta elección, ¿no ha traído más dificultades que bendiciones?
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PE2098 – Estudio Bíblico
El pueblo escogido de Dios (1ª parte)
Estimados amigos oyentes, vamos a leer en Levítico 20: 24 y 26: “Pero a vosotros os he dicho: Vosotros poseeréis la tierra de ellos, y yo os la daré para que la poseáis por heredad, tierra que fluye leche y miel. Yo Jehová vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos.… Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.»
Si bien uno puede tener un concepto diferente, en la Palabra de Dios dice clara y frecuentemente que Israel es Su pueblo escogido, y que nunca perderá este estatus especial. La designación extraordinaria de Israel, dispuesta por Dios para el cumplimiento de Su voluntad para la humanidad, es el tema predominante en la profecía bíblica. Las profecías sobre el Mesías están indeleblemente unidas a Su pueblo Israel, ya que el Mesías, quien también era judío, debía venir a Israel y, a través de Israel, al mundo entero. De ahí que una clara comprensión de las profecías relacionadas al pasado, presente y futuro de Israel, sea de significado fundamental para el entendimiento de la primera venida de Cristo y de Su anunciado regreso.
Nos guste o no, los judíos son el pueblo escogido de Dios. Pero, esta elección ¿no ha traído más dificultades que bendiciones? En el conocido musical Anatevka, Topol imita la desconcertada exclamación de muchos judíos: “¿No puedes escoger a otros?” Esta petición, no obstante, no cambia en nada los hechos.
No se puede ignorar la intención de Dios o el informe bíblico. Aun así, los escépticos se niegan a dejar de hablar, y a que las pruebas abrumadoras hablen por sí mismas. No quieren admitir siquiera que exista algo así como un “pueblo escogido”. Los ateos niegan la existencia de un Dios que haya efectuado tal elección. A pesar de este rechazo, la afirmación bíblica ha llamado la atención de la gente hacia los judíos. En muchos casos, los judíos fueron perseguidos por el odio de los escépticos, como si ellos mismos fueran los inventores de esa idea de que Dios los ha hecho objeto de Su afecto especial.
Los seguidores del Islam, a su vez, declaran firmemente que Dios no ha escogido a los descendientes de Jacob, sino a los de Ismael. La tribu Kuraish, de la que proviene Mahoma, remonta su descendencia a Ismael y, a través de él, a Abraham. Por esta razón, también se declara que la tierra de Israel, que según los musulmanes fue prometida a Ismael, pertenece a los árabes, a pesar de que esa idea carece de todo fundamento. La Biblia dice algo muy diferente: La tierra de Israel pertenece a los descendientes de Isaac. En el Corán, falta todo dato sobre Jerusalén o alguna otra parte de la tierra de Israel. Y esto le da un golpe mortal a las exigencias actuales de los grupos islámicos.
Vamos a ver: Cinco características especiales de Israel
Queremos estudiar más a este “pueblo escogido”, y el mejor punto de partida para eso lo encontramos en el libro de Génesis. Allí nos encontramos con un hombre llamado Abram, a quien Dios escogió y cuyo nombre, más adelante, fue cambiado por Abraham. Tanto los árabes (a partir de Ismael), como también los judíos (a partir de Isaac), lo reclaman como su patriarca. Sin embargo, no hay pruebas de que los árabes desciendan de Israel y, por tanto, de Abraham. En su excelente libro La invasión islámica, Robert Morey, observa: “La renombrada ‘Enciclopedia del Islam’, no atribuye la descendencia a Abraham.” Contrariamente a esto, se puede comprobar sólidamente que los judíos son descendientes de Abraham. Allí comienza su historia. En Gn. 12:1 al 3 leemos: “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Y en Dt. 7:6 dice: “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra”.
Hay cinco elementos claros en el pacto que Dios hizo con Abraham, Isaac y Jacob (o Israel), que hacen que sus descendientes se diferencien de todos los demás pueblos de la tierra: 1. La promesa de que el Mesías vendría al mundo a través de Israel; 2. la promesa de una tierra determinada, que le será dada a Israel como posesión eterna; 3. la ley mosaica y los pactos correspondientes a la promesa, que caracterizan una relación especial entre Dios e Israel; 4. la aparición visible de la presencia de Dios entre el pueblo y 5. el prometido reinado del Mesías en el trono de David, en Jerusalén, reinando sobre Su pueblo escogido y sobre el mundo entero.
Los versículos citados, de Génesis 12, contienen la primera promesa en cuanto a una tierra que se sería dada a Abram y a sus descendientes. Los siguientes versículos, en ese capítulo, contienen el relato de la obediencia de Abraham, de cuando él sale de Ur de Caldea, la tierra en que había nacido y donde su familia había vivido muchos años en idolatría, después de la dispersión de los constructores de la Torre de Babel. Alrededor de las ruinas de esa torre, fue que se edificó la ciudad de Babilonia, la capital del primer reino mundial, lugar de la posterior cautividad de Israel, que será de mucha importancia para la segunda venida de Cristo a esta tierra.
Muy rápidamente, Abram llegó a la “tierra de Canaán”. Sus habitantes ya en ese entonces eran conocidos como los “cananitas”, y en ese tiempo ellos poseían la tierra de la cual los descendientes de Abram deberían tomar posesión unos cuatrocientos años después, por voluntad de Dios. Dicha tierra llegó a ser conocida con el nombre de “la tierra prometida”, y aún en la actualidad se le llama así. A continuación, veremos una pequeña selección de entre la multitud de promesas divinas concernientes a esta tierra, que leemos en los capítulos 12, 13 y 15 de Génesis: “Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido.… Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre…Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra.… Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.… En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates”.
Tenemos que dejar por aquí, porque el tiempo se ha acabado. Pero, continuaremos con la segunda parte del mensaje en el próximo programa. ¡Hasta entonces y qué Dios los bendiga!