El rebaño pequeño (1ª parte)


Autor: Wim Malgo

Hay en este mundo un pueblo precioso para Dios, pero sin importancia a los ojos del mundo. Veremos por qué la gloria de la Iglesia de Cristo todavía sigue escondida y nos asombraremos de Dios, quien hace grandes cosas a partir de lo débil y pequeño.


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PE3091 – El rebaño pequeño (1ª parte)



“Rebaño pequeño” – así llamó el Señor Jesús a los suyos, cuando los exhortó a confiar en Dios y a no tener miedo en el mundo: “No temas, rebaño pequeño, porque el Padre de ustedes ha decidido darles el reino” (Lucas 12:32).

 

Pero antes de hablar de este rebaño, vamos a leer lo que la Biblia nos cuenta sobre una multitud, en este caso muy grande, en Apocalipsis 7:9:

“Después de esto miré”, dice Juan, “y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas, de pie delante del trono, y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos.

Clamaban a gran voz: ‘La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero’”.

Se nos permite aquí echar un vistazo al futuro, cuando una enorme e incontable multitud de redimidos esté reunida ante el trono de Dios y del Cordero, alabando al Señor y dándole gracias por la salvación. ¡Esta será la manifestación en gloria de la pequeña manada de seguidores de Jesús! ¿Por qué entonces no quedarnos con esta visión grandiosa de lo que pasará en el cielo? ¿Por qué hablar del rebaño pequeño de los redimidos, que aquí en la tierra pasa casi desapercibido?

¡Porque las grandes cosas de Dios siempre comienzan con algo pequeño e imperceptible! Dios le da importancia a lo que a los ojos del mundo no la tiene.

 

Hemos leído en Apocalipsis que la incontable multitud que se reunirá delante del trono de Dios provendrá de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas.

¿Cómo ve Dios a las naciones? Isaías 40:15 dice que “le son como gota en un cubo, y son estimadas como grano de polvo en la balanza”.

Los imperios y las naciones de este mundo, sin que lo sepan, sirven al propósito de Dios, pero su poder político no cuenta nada ante Él. Su interés es otro. Él desea que muchos sean rescatados de entre las naciones y que de sus bocas sea alabado por toda la eternidad el Cordero, que murió por ellos en la cruz.

A los ojos de Dios, esta pequeña manada de creyentes es preciosa, poderosa y gloriosa. Sin embargo, no lo es a la vista del mundo. Aquí los hijos de Dios son considerados poca cosa, mientras que en realidad son ciudadanos del cielo, miembros de la familia de Dios y reyes y sacerdotes del Altísimo.

Ya con la elección de Israel en el Antiguo Testamento vemos que Dios actúa según este mismo principio de hacer grandes cosas de lo que no es nada. En Isaías 41, Él incluso llama “gusano” a su pueblo elegido Israel, cuando dice: “No temas, gusano de Jacob, oh vosotros los pocos de Israel” (RV60). ¿Qué importancia tiene un gusanito? Ninguna. Apenas se le presta atención; muere aplastado debajo del zapato. Sin embargo, Dios tiene planes de traer bendición y salvación al mundo entero a través de este pequeño pueblo insignificante.

Si vamos al capítulo 42 del libro del profeta Isaías, tenemos allí otra imagen de cómo Dios nos ve: como “caña cascada y pábilo que humea”. Este pasaje es citado en Mateo 12:20 y nos muestra la delicadeza del trato de Dios con los suyos, por más débiles que sean. Pues: “No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que humea, hasta que lleve a la victoria la justicia”.

El que piensa que, como creyente, tendrá mucha gloria en esta tierra y será considerado una persona noble e importante, recuerde lo que dice 1 Corintios 1:26 de los creyentes:

“Pues consideren, hermanos, su llamamiento. No hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Sino que Dios ha escogido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo que es fuerte. También Dios ha escogido lo vil y despreciado del mundo…”

¿Escucharon bien? Necios, débiles, viles y despreciados – esta es la vocación de los hijos de Dios aquí en la tierra. En Lucas 12, el Señor Jesús los llama “rebaño pequeño”, y en Apocalipsis 3:8 les dice que tienen “poca fuerza”.

 

¿Por qué es así? ¿Qué fin tiene Dios con esto?

Quizás deberíamos contestar, en primer lugar, con otra pregunta:

Pues ¿quién es nuestra Cabeza? ¿Quién es nuestro Salvador? ¿Quién es nuestro líder y ejemplo? – ¡Jesús, el hombre más humilde que haya vivido aquí en la tierra! Nació en un contexto de profunda pobreza. Y la Biblia no exagera cuando dice de él: “Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro fue despreciado, y no lo estimamos” (Isaías 53:3). Sí, así era el Señor Jesús como hombre: desconocido, malinterpretado, poco estimado. Y en cuanto a su crucifixión, leemos en 2 Corintios 13 que fue crucificado “en debilidad”.

Pero esta todavía no es toda la respuesta. Solo nos ayuda a ser un poco más conscientes de quién es nuestro Maestro, a quién seguimos y con quién nos identificamos. Pertenecemos al pequeño rebaño despreciado. Somos extranjeros aquí en la tierra. Si Jesús fue despreciado y desechado por los hombres, ¿piensas que recibirás mucha honra en tu vida terrenal? Obviamente, la respuesta es “no”.

Por eso, el Señor en seguida se ponía a seleccionar, cuando había una multitud entusiasmada que pretendía seguirle. En Lucas 14:25 leemos que “grandes multitudes acompañaban a Jesús; y Él, volviéndose, les dijo: ‘Si alguien viene a Mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser Mi discípulo”. El Señor Jesús no se dejaba impresionar ni engañar por la gran muchedumbre de gente que le seguía, sino que sabía muy bien que de esta multitud quedaría solo una pequeña manada dispuesta a ir con Él hasta el final, por el camino del Cordero.

 

Esta fue una primera respuesta preliminar a la pregunta de por qué Dios obra a través de un rebaño pequeño e insignificante a los ojos del mundo. Los que pertenecemos a este rebaño, somos pequeños no solamente en cuanto a nuestra posición, sino también cuantitativamente. Siempre seremos una minoría. El apóstol Pedro dice que en la época de Noé, solo se pudo salvar un pequeño grupo, a pesar de la paciencia de Dios mientras se preparaba el arca, “en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua” (1 Pedro 3:20). Y en el terrible juicio contra las ciudades de Sodoma y Gomorra, solo tres personas pudieron ser sacadas a salvo.

También cuando leemos la historia de Gedeón, que guio a los israelitas en su lucha contra los madianitas, nos asombramos de lo que Dios hizo: Gedeón pretendía ir a la guerra con 32.000 israelitas armados, pero Dios solo le concedió una pequeña minoría de 300 hombres sin armas, y le dio la victoria de esta manera (Jueces 7).

Nos acordamos también de Sansón, que mató a mil enemigos solo con la quijada de un asno.

Y el Señor Jesús, cuando habló del camino a la vida, dijo que la puerta era angosta y que solo pocos entrarían.

Después de la muerte, resurrección y ascensión del Señor Jesús, quedó aquí en la tierra solo un pequeño grupo de discípulos tristes y temerosos. Sin embargo, a través de ellos Dios luego hizo llegar el Evangelio al mundo entero.

También de Israel, como leemos en la carta a los Romanos, se salvará solo una minoría. Allí escribe Pablo: “Aunque el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar, solo el remanente será salvo” (Ro. 9:27).

 

Con esto vuelvo a mi pregunta: ¿por qué tiene que ser así?

Y una primera respuesta es simplemente esta: “para que nadie se jacte delante de Dios”, como leemos en 1 Corintios 1:29.

 

Por eso te pregunto hoy, al final de este programa:

¿Quieres pertenecer a este rebaño pequeño y despreciado, para que el Dios vivo se glorifique a través de ti? ¿Estás dispuesto a renunciar a toda gloria personal para ti? Como dice 2 Corintios 2:17: “Si alguien quiere jactarse, que se jacte solamente del SEÑOR” (NTV).

 

Este pequeño rebaño se manifestará un día allí en los cielos como una multitud incontable de personas salvas, vestidas de ropa blanca lavada en la sangre del Cordero, que alabarán para la eternidad al Cordero de Dios.

 

Me gustaría, Dios mediante, seguir con el tema del rebaño pequeño en nuestro próximo programa. Pues hay aún mucho más para decir sobre las grandes cosas que Dios hace a partir de lo débil y pequeño.

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