El silencio de Dios


Autor: Wim Malgo

Hay momentos en la vida en los cuales Dios permanece callado y lo sentimos lejano. Pero ¿realmente es así? Wim Malgo nos muestra las diferentes razones del aparente silencio de Dios en nuestras vidas y nos lleva a un sano autoexamen.


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PE3089 – El silencio de Dios



El silencio de Dios               

Hoy quiero leer con ustedes estas conmovedoras palabras del Salmo 39:

“Oye mi oración, oh Jehová, y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas…”.

Todos conocemos momentos en los cuales no percibimos la voz de Dios y parece que no hay respuesta a nuestras oraciones. Si Dios permanece callado en tu vida, puede tener diferentes razones:

 

La primera puede ser que, a pesar de orar, no quieras aceptar toda la verdad sobre ti.

“Mas Jesús callaba”, leemos en Mateo 26:63. El sumo sacerdote que interrogaba a Jesús había elegido creer la mentira y rechazaba reconocer a Jesús como la verdad. Buscaba falsos testimonios contra Él.

Es una triste realidad en la vida de muchas personas que eligen no creer. Al cerrar sus corazones a la verdad, impiden que Dios les hable. Pero también estoy pensando en mis hermanos en Cristo que oran y claman a Dios por ayuda; que le dicen cuánto desean llevar vidas más santas. Sin embargo, no están dispuestos a obedecer a la luz que el Señor les da acerca del estado de sus propios corazones.

Si es así, el Señor calla. Pero su silencio es la más clara respuesta. Significa: ¡ya es hora de hacerme caso!

 

Otra razón por el silencio de Dios puede ser que:

Quizás ya no tenga nada para decirnos.

En Lucas 23:9 vemos a Jesús frente a Herodes que: “… le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió”. El rey Herodes se alegró cuando Pilato le mandó a Jesús. Quería tener una discusión interesante con Él, por eso le hizo muchas preguntas. Pero Jesús no le respondió nada. ¿Por qué se quedó en silencio? Porque Herodes buscaba el diálogo a nivel emocional. Quería ver milagros. No estaba dispuesto a abrir su corazón para un verdadero encuentro con Jesús; más bien quería satisfacer su afán sensacionalista.

Creo que aquí tienes la causa por qué tú también muchas veces no recibes ninguna respuesta a tu pedido por una milagrosa intervención del Señor. ¿Quieres el milagro o lo quieres a Él? ¿Buscas la ayuda o al Ayudador? ¡Ponte a examinar los más íntimos motivos de tu corazón! Si a pesar de todas tus oraciones por una revelación del poder del Señor todavía no te dejaste quebrantar, Él no te responderá.

 

Una tercera razón es la posibilidad de que nos encontremos en el lugar equivocado.

 Leemos en 1 Samuel 28:6 en la versión Nueva Traducción Viviente:

“Entonces –Saúl- le preguntó al SEÑOR qué debía hacer, pero el SEÑOR rehusó contestarle, ya fuera por sueños o por sorteo sagrado o por medio de los profetas” (ntv).

Debe haber sido estremecedor para el rey Saúl, cuando invocó al Señor y no recibió ninguna respuesta. Pues antes, su vida había sido diferente. El Señor le respondía por medio del profeta Samuel. Y el rey mismo había tenido contacto con un grupo de profetas, y Dios había hablado a través de él. Entonces ¿qué había pasado? ¿Dios se había vuelto sordo? ¿Se había acortado su mano, de manera que ya no podía ayudar?

Israel se encontraba en gran peligro. Estaba siendo acosado por los filisteos. Pero el Señor no le podía responder a Saúl, porque este ya no vivía en comunión con Él; pues, a pesar de confesar sus pecados, no había arrepentimiento en su corazón. Veamos lo que dijo en 1 Samuel 15:30: “Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel”. Buscaba el perdón de Dios, pero al mismo tiempo la satisfacción de su ego. En un caso así, la confesión de pecados se convierte en hipocresía delante de Dios. Si bien hay una separación del pecado, no es de todo corazón.

¿Cómo es esto en tu vida? ¿Puede ser la razón por la cual el Señor no te hable?

 

Otro motivo es que Dios quiera poner a prueba nuestra fe.

Mateo 15:23 nuevamente dice: “Pero Jesús no le respondió palabra”. La mujer cananea clama al Señor por ayuda para su hija, gravemente atormentada por el diablo. La madre pone toda su esperanza en Jesús. Grita: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!” Pero el Señor hace como si no la escuchara y no le responde nada. La escena les da vergüenza a los discípulos y le aconsejan al Señor: “Despídela, pues da voces tras nosotros” (v. 23). Encones ella se acerca y cae de rodillas ante el Señor, implorándole: “¡Señor, socórreme!”.

 ¿Por qué Jesús tarda tanto tiempo en responderle?

La respuesta es: porque quiere mostrar al mundo visible, como también al invisible, la fe grande que tiene esa mujer gentil.

Cuando Jesús descubre una fe grande, la expone en el “mostrador de la prueba”, para que la vean otros y sean fortalecidos. Cuando ve una fe fuerte, la aprieta, para demostrar su resistencia y fortaleza. Por eso fue necesario que Job perdiera todo lo que tenía en la vida y sufriera tanto en su propio cuerpo. Por eso también Abraham tuvo que entregar a su hijo en el monte Moriah. Esta es la razón por la cual el Señor hace como si no oyera el clamor de la mujer cananea.

Mi hermano, mi hermana: Quizás, a pesar de haberte dejado limpiar de todo pecado por Jesús, a pesar de orar con fe y rogar al Señor que te ayude, Él todavía no te responde. ¡Confía! ¡Él te contestará! Pero esto sí: Dios quiere que quede manifiesto que tu fe, que tal como dice 1 Pedro 1:7 es, “mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.

 

Una quinta razón por el silencio de Dios puede ser esta:

A veces le preguntamos cosas al Señor que Él no quiere revelarnos ahora.

Jesús dijo en 16:12 “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar” dijo el Señor Jesús a Sus discípulos.

¡Cuánto le gustaría al Señor hablarnos aún mucho más! ¡Cuánto desea que nuestros corazones reciban luz acerca de sus planes! Pero muchas veces debe retenerse, como en este caso. Deseaba compartir muchas cosas con Sus discípulos, pero ellos tenían que experimentar Pentecostés, el derramamiento del Espíritu Santo, antes de poder entenderlas. En la medida en que nos dejemos llenar del el Espíritu Santo, Dios puede revelarnos los pensamientos de su corazón por medio de Su Espíritu. Juan 13:7 es un pasaje que a veces se toma para uso personal. Jesús lavó los pies de sus discípulos, le dijo a Pedro: “Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después”. Aquí tienes la explicación de por qué hay cosas en las Sagradas Escrituras que no logras entender. Inclínate ante el Señor con más humildad, despójate de tu propio ego, para que Él pueda llenarte más del Espíritu Santo y a través de este mismo Espíritu revelarte como dice 1 Corintios 2:10: “aun lo profundo de Dios”.

 

En sexto lugar también debemos vivir conscientes de que, hay momentos cuando Dios quiere sorprendernos con una bendición especial. Podemos leer en Juan 11:6 “Cuando (Jesús) oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba”. Aquí el silencio del Señor no es de boca, sino de acción. El Señor permanece ausente en una situación muy dolorosa, dejando que su amigo enfermo Lázaro, muera. ¿Por qué? Podríamos decirlo así: Dios permite que la muerte alcance a esta familia para que se pueda manifestar el Príncipe de la vida, Jesús. Él espera, dejando que la oscuridad invada las vidas, para que su luz pueda irrumpir en las tinieblas.

¿Estás atravesando una situación donde aparentemente Jesús permanece lejos? Quizás lo esperas con urgencia, clamando a Él en oración. Pero confía: Él nunca llega tarde. Quedará manifiesto que sus planes son buenos y su sabiduría grande, como nos dice Isaías 28:19: “También esto procede del SEÑOR de los ejércitos, que ha hecho maravilloso su consejo y grande su sabiduría”.

 

Existe una gran respuesta, que resume todo lo que venimos diciendo, a la pregunta de por qué Dios calla. La entendemos cuando ponemos nuestra mirada en el Cordero de Dios en la cruz. En pensamiento, escuchamos cómo Él grita en la oscura noche de muerte: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. Y Dios calla. ¿Por qué? Sofonías 3:17 nos da la respuesta. Pues allí leemos que Dios “calla de amor”.

Tanto nos amaba a ti y a mí, que dejó que su Hijo amado clamara con dolor inimaginable sin darle ninguna respuesta. Por no querer abandonarnos a ti y a mí, abandonó a su Hijo unigénito. La razón de su silencio a tu clamor es su insondable amor. Busca hoy un momento para retirarte a solas con Dios, háblale en oración y pídele que te muestre la razón de su silencio en tu vida.

¡El Señor te bendiga!

1 Comment

  1. Gilberto Roque dice:

    Dios tiene su tiempo

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