El tesoro de la eternidad en Colosenses (3ª parte)


Autor: Norbert Lieth

En esta serie estamos descubriendo definiciones de Dios, sus atributos y las seguridades que eso nos da. Todo en el capítulo 1 de Colosenses. El tesoro de la eternidad en esa carta del apóstol Pablo.


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PE3087 – El tesoro de la eternidad en Colosenses (3ª parte)



La Epístola a los colosenses nos hace ver algo de las insondables riquezas que tenemos en Cristo. El capítulo 2, nombra cinco seguridades que tenemos con respecto a nuestra redención, y el capítulo 1 nos habla de siete manifestaciones de la gloria de Cristo.

Compartimos en los dos programas pasados las seguridades que tenemos al estar en Cristo.  Leamos ahora juntos el texto de Colosenses 1:15-19, donde nos son reveladas las siete glorias de nuestro Salvador en su obra redentora dice:

“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud”.

La primera gloria del Señor: es la imagen de Dios

“Él es la imagen del Dios invisible”

Jesús es, desde la eternidad, en forma de Dios e igual a Dios, como leemos en Filipenses 2:6. Estuvo eternamente en el seno del Padre, es decir, en la más íntima comunión con Él. La Biblia nos dice que Dios Padre es espíritu y, por lo tanto, no podemos verlo. Esta es la diferencia entre un ídolo y Dios: tú puedes ver al ídolo, pero él no puede verte a ti. En el caso de Dios, aunque no puedas verlo, Él te ve a detalle Hebreos 4:13 explica que: “… no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.

El Nuevo Testamento expresa en varias ocasiones la invisibilidad de Dios, por ejemplo en Juan 1:18: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”; 1 Timoteo 1:17 “Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”; también en 1 Timoteo 6:16: “El único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén” y Romanos 1:20 “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”.

Observemos la diferencia entre la descripción de Dios en Apocalipsis capítulo 1 y en el capítulo 4.

En Apocalipsis 1, Juan ve al Señor Jesús como el glorificado Hijo de Dios: “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre”. A continuación, Juan describe cómo está vestido el Señor: con una túnica y el cinturón de oro ceñido por el pecho. Además, puede apreciar algunas características de su cuerpo: su cabeza, sus cabellos, sus ojos, sus pies, sus manos sosteniendo siete estrellas, su boca y su rostro. Los oídos de Juan se estremecen al escuchar su voz. Está tan abrumado que cae a sus pies como muerto. Entonces el Señor pone su mano derecha sobre él y lo levanta.

Apocalipsis 4:2, sin embargo, nos habla de Dios Padre, pero sin describirlo, pues no podemos verlo realmente. Ni siquiera se lo menciona por su nombre. Tan solo se dice de Él: y en el trono, uno sentado”, para luego compararlo con la apariencia de las piedras preciosas. Aunque Juan describe lo que hay alrededor de Su trono, Dios mismo permanece invisible en el relato.

Solo podemos ver y conocer a Dios a través de Jesús. Si quieres conocerle, necesariamente debes conocer a Jesús. Si quieres saber cómo es Dios, debes mirar a Jesús. Juan 3:17: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”.

En una ocasión, el Señor Jesús les enseñó a sus discípulos acerca de su futuro glorioso. del consuelo y de las muchas moradas en el Cielo. Les dijo que vendría para llevarlos allí. Los discípulos, conmovidos, pensaban en lo maravilloso que sería ver la gloria del Padre. Entonces, leemos en Juan 14:8-9 que Felipe se acercó al Señor y le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta”. La respuesta de Jesús fue contundente: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?”.

Todo lo que Jesús hacía, decía y representaba en la tierra revelaba de manera simultánea al Padre. Conocer a Cristo es conocer a Dios; Jesús es la imagen del Padre. Esto apunta también a su exclusividad: no hay otro camino para llegar al Padre, solo es posible a través de Jesucristo.

En el devocional Believing Deeper, David Gooding escribe: “Nunca se ha sabido nada del Padre, del Todopoderoso trascendente, aparte de lo que ha dado a conocer la segunda persona de la Trinidad, el Hijo de Dios […]. Él tiene el monopolio exclusivo de la revelación del Padre”. Solo Jesús es consustancial con Dios Padre; al contrario, no lo son ni María ni Mahoma ni Buda ni los dioses hindúes por eso, tan solo Jesucristo es la imagen del Padre. Un comentario dice: “El Cristo de los cristianos es la persona a la que se le atribuye todo lo atribuible a Dios según la revelación divina”.

La segunda gloria del Señor: es el Primogénito de la creación y podemos leerlo en Colosenses 1:15

Pablo no está afirmando que Jesús fuera el primer ser creado. Un comentario bíblico explica al respecto: “El lenguaje de Pablo en este versículo y los siguientes no permite tal idea, pues utiliza la palabra protokos (‘primogénito’), no protoktistos (‘primer creado’)”.

El término “primogénito” tiene que ver con la posición de honor, dignidad y rango de nuestro Señor como Hijo del hombre Él tiene la primacía en todo. Al igual que como Hijo del hombre es la imagen del Padre, como primogénito es el más elevado, muy por encima de toda la creación, el heredero universal.

Cristo es la representación del hombre tal cual Dios quiso que fuera. Es todo lo que Adán, el primer hombre creado a la imagen de Dios, perdió. En Jesús no hubo pecado, fue obediente hasta la muerte y resucitó de entre los muertos. Por lo tanto, es superior a todas las criaturas. Nadie es igual a Él. Ningún ser humano ha sido jamás como Él.

Romanos 8:29 nos deja en claro que, Jesús, como hombre, es el primogénito entre muchos hermanos. Esto no quiere decir que haya sido el primero en nacer, sino que es el más elevado y digno; y los que creen en Él están siendo transformados a Su imagen. Él es la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia. Su resurrección marcó el principio de una nueva creación. A Su regreso, y con el establecimiento del Reino mesiánico, ocupará el lugar más alto de la creación y recibirá la adoración de todos los ángeles de Dios, como dice Hebreos 1:6. Él es el Soberano de los reyes de la Tierra, el Señor de señores. Jesús, como Hijo del hombre, está sentado en los lugares celestiales, a la diestra de Dios. Está sobre todo principado, poder, autoridad y señorío. Todo se somete a Sus pies.

Los ídolos y falsos dioses pasarán, pero toda rodilla se doblará ante Jesús.

El evangelista Gerrid Setzer lo expresa así: “Él es el primogénito de toda la creación cuando entra en Su creación; Él es el primogénito de los muertos cuando muere; Él es el primogénito de entre los que han de resucitar cuando resucita; y Él será el primogénito cuando venga otra vez; y será el primogénito en la casa paterna entre muchos hermanos”.

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