El verdadero gozo y el sentido de la vida (1ª parte)
14 marzo, 2016Cielo, allí quiero ir (1ª parte)
14 marzo, 2016Autor: Thomas Lieth
Dios nos quiere instruir en una alegría que no se basa en el egoísmo, que no se alegra del mal ajeno y que tampoco conoce la envidia y la rivalidad. Una alegría que no existe a expensas de otros, que no menosprecia o se burla de Dios. Sino una alegría que puede alegrar mucho a Dios, y que también la pueden compartir otras personas.
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PE2169 – Estudio Bíblico
El verdadero gozo y el sentido de la vida (2ª parte)
Estimados amigos, en 1 Co. 15:14,17 y 18 leemos: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe… Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron”. En otras palabras: si Jesucristo realmente no resucitó, entonces la fe cristiana es un disparate total. Sin la resurrección de Jesús, nunca habría existido un perdón para nuestros pecados. Para decirlo claramente: por más que usted crea en un Jesús histórico, e incluso crea que Jesús hizo milagros y fue ejecutado en la cruz del Gólgota, que Jesús fue una persona muy especial, incluso con atributos divinos; si usted dirige su vida según las enseñanzas de este Jesús, o si ordena todo su comportamiento social, su disposición a brindar ayuda, y su ética y moral elevados, con este Jesús; pero no cree que Su resurrección de los muertos es real, entonces todas sus buenas obras carecen absolutamente de valor. Es más, a los ojos de Dios usted, incluso, es malo e inútil. No le interesará en lo más mínimo a Dios todas las cosas maravillosas que usted haya realizado y logrado, cuantos animales haya salvado, cuantas tortas haya horneado, a cuantas ancianas haya ayudado a cruzar la calle, o a cuantos niños les haya cambiado los pañales. Sin la fe en Jesucristo y en Su resurrección de los muertos, todas sus obras son tan útiles como si estuviera tratando de sacar la arena del Desierto del Sahara. En ese caso usted, en definitiva, es un impío creyente y no encontrará el verdadero gozo.
En 1 Co. 15:19 se nos dice: “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, ¡somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres!”. Si bien muchas personas tienen una fe, la misma se limita, en principio, sólo a esta vida. Pero, Pablo – inspirado por Dios – nos quiere dejar en claro que nuestra fe, en primer lugar, se basa en la resurrección y, con eso, en la eternidad venidera. Esta fe es la fuente del verdadero gozo y del sentido de nuestras vidas. Si la fe en Jesucristo fuera sólo una fe en esta vida, en verdad deberíamos preguntarnos: ¿Qué beneficios tenemos? Después de todo, a los cristianos, por lo general, no les va mejor que a los ateos o a las personas de otras creencias. También los que creen en Jesús se enferman y mueren. Si por una hora me recuesto a pleno sol, se quema mi piel del mismo modo que la de un ateo. Si caigo en un charco, me mojo tanto como le sucedería a cualquier hindú. Los cristianos que no creen verdaderamente en el suceso de la resurrección, son muy desdichados, ya que su fe es muerta, y no tienen ninguna razón verdadera para alegrarse.
En Eclesiastés 11:10-12:8, Salomón nos da el consejo de mantener lejos de nosotros todo lo malo, quitar de nuestros corazones el enojo y el disgusto, y de abstenernos de toda maldad, porque de otro modo todo sería en vano. Salomón nos exhorta a pensar en Dios en los días de nuestra juventud, antes de que vengan los días malos que no nos gustarán. Esos días malos, luego, son explicados a través de imágenes que describen el envejecimiento hasta llegar a la muerte. De acuerdo a esto, no alcanza con saber que existe un Dios, sino que lo debo aceptar como Salvador y Redentor. No alcanza sólo el conocimiento del asunto. Si yo sé que el banco del parque está recién pintado, e igual me siento en él, me voy a ensuciar con pintura a pesar de mi conocimiento del asunto. De modo que no se trata tanto del conocimiento en sí, sino más bien de la manera correcta de poner ese conocimiento en práctica.
Debo agradar a Dios y vivir piadosamente. De no ser así, la vida entera, desde la juventud, pasando por la edad avanzada y hasta la tumba, pasa como algo totalmente sin sentido. Todo el libro de Eclesiastés nos dice esto sin rodeos. No importa si se trata de sabiduría, de bienes materiales, felicidad, belleza, alegría o deleite, sea lo que fuere todo es pasajero, y nada de todo eso se podrá llevar el ser humano. Salomón nos exhorta – y eso por supuesto inspirado por Dios – a comenzar a tiempo una vida con el Señor, mientras aún somos jóvenes. Porque cuanto más tiempo esperemos, tanto más difícil se nos hará. Si no se ha nacido de nuevo en Cristo, cuanto mayor es la persona, tanto más impenitente se pone su corazón.
El resultado final de todo esto, es: “¡Temor de Dios!” Eso es todo lo que importa y con lo que encontramos el verdadero gozo. “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (dice Ecl. 12:13). “He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres” (3:14). “Bueno es que tomes esto, y también de aquello no apartes tu mano; porque aquel que a Dios teme, saldrá bien en todo” (7:18).
¿Qué significa temer a Dios? Para los cristianos – para aquellos que no lo son sólo de nombre, sino que creen en Jesucristo sin peros – existe sólo un temor. De los seres humanos no necesitamos tener temor, porque ¿qué podrán hacernos? Como dice Ro. 8:31 al 39: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
De Satanás no necesitamos tener temor, ya que nuestro Redentor Jesucristo lo venció y le quitó el poder sobre nosotros cuando Él murió en la cruz del Gólgota. Por eso, para nosotros existe solamente el temor de Dios. Temor, sin embargo, en el sentido de que honramos a Dios, sabiendo de Su santidad y pureza. El temor de Dios es sabio, y es el primer paso en el camino correcto que lleva a la meta para algún día poder presentarnos delante de Dios (porque como dice Prov. 1:7: “El principio de la sabiduría es el temor de Dios”). Éste es el temor que lleva al gozo y que da sentido a la vida.