Enoc 10/17
21 febrero, 2008Enoc 12/17
21 febrero, 2008Titulo: “Enoc”5/6 segunda parte
Autor: EstebanBeitze
Nº: PE1222
¿Cómo tener victoria continua a través de la fe en un mundo hostil? Muchas veces la triste realidad es tener derrotas.
Mi fe es tan pequeña, ¿cómo puede crecer? ¿Cómo vivir eficazmente en el presente y a la vez tener en cuenta el futuro?
«Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (He.11:1).La fe es un concepto de la realidad.
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«Enoc» 5/6 segunda parte
La victoria de la fe.
Enoc tenía que vivir en un mundo hostil para su forma de vida. Él fue el único que se destacó en lo espiritual. Esta forma de vida, sin lugar a dudas lleva a conflictos y oposición del sistema mundanal corrupto por naturaleza y sus tentaciones. ¿Cómo pudo enfrentar Enoc esta oposición? Fue por su fe. El apóstol Juan decía: «Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1Jn.5:4). La idea en el original es una victoria continua en una batalla también permanente. Que nuestra batalla es continua es evidente, pero lo que más llama la atención, es que también nuestra victoria puede ser permanente.
Pero no es una fe cualquiera. El pasaje sigue diciendo: «¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» Ahí volvemos al concepto original de la fe. Tiene que ser la fe en Dios, lo que obviamente incluye la fe en Su Hijo.
Es evidente que la base de nuestra victoria se encuentra en la fe en Jesucristo.
Quizás te preguntas entonces: – ¿Cómo es posible, que a pesar de haber creído en Cristo como Salvador sigo teniendo innumerables derrotas? Evidentemente la fe tiene que crecer y ser constante la cercanía al Señor. ¿Cómo se puede hacer para que la fe crezca? Esta pregunta me la formuló una hermana recién convertida que había estado involucrada en el ocultismo y que estaba pasando por profundas crisis depresivas y pensamientos de suicidio. También para ella la Palabra de Dios tiene la respuesta: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios» (Ro.10:17). En otras palabras, el estar en contacto permanente con la Palabra escuchada, leída y meditada, nos hace crecer la fe. Hoy esta hermana es un baluarte de fe y ejemplo en su familia.
Por lo tanto, cuanto más cerca estemos del Señor, automáticamente más seguro estaremos, dado que el fundamento de nuestra fe es firme; y más lejos estaremos del pecado y de la posibilidad de caer. Por esto el apóstol Juan puede decir: «Todo aquel que permanece en él, no peca…» (1Jn.3:6).
Enoc llevaba una vida de victoria porque había puesto su fe en Dios, y crecía en ella cada día, dado que estaba en constante e íntima relación con Él, porque caminaba con Él. Y a esta forma de vida nos quiere llevar el Señor: «Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento» (2Co.2:14).
«Una fe que vive el presente teniendo en cuenta el futuro».
Como ya vimos, hay una doble acción de la fe: «…es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan» (He.11:6).La primera es para salvación y la segunda para vivir una vida que agrade a Dios y confiando en Él.
Todo el contexto de este punto – «Una fe que vive el presente teniendo en cuenta el futuro» – y del anterior – «Una fe victoriosa» – nos hablan de la esperanza que tenían los personajes bíblicos a pesar de grandes conflictos. Es impactante observar las circunstancias que tuvieron que pasar los cristianos a los cuales se escribe esta carta:
«…sostuvisteis gran combate de padecimientos… con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo…y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo… fueron atormentados… experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados… errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de las tierras.» (citamos Hebreos 10:32-34; 11:36-38).
Pasaron las experiencias más terribles desde el punto de vista humano, llegando inclusive al martirio. Pero había algo en ellos que los mantenía firmes a pesar de las circunstancias más adversas. Ellos habían puesto su mirada en el futuro que Dios tenía preparado para ellos: «…sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos» (10:34). La verdadera fe vive el presente teniendo en cuenta el futuro. En el ahora, siempre está ante el después.
En el capítulo de la de los grandes héroes de la fe, también encontramos una definición de lo que es la fe. Esta es la siguiente: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (He.11:1). El término «certeza» es el mismo utilizado en el original de Hebreos 1:3 para describir el la seguridad de la deidad de Jesús. Por lo tanto, tan seguro como que Jesús es Dios y la imagen perfecta de Su Ser, de la misma manera es absoluta la certeza de la fe. Es un concepto de realidad enmarcado por un contexto de inseguridad y cambios. Todo alrededor de estos hombres y mujeres de Dios era inseguro, injusto, aterrador, inclusive mortal. Pero ellos tenían una seguridad inamovible. Justamente, como la fe se basa en algo completamente real y absoluto, la fe es sinónimo de seguridad completa. Esta seguridad es tal, que ve como presentes las promesas que esperamos.
Un ejemplo similar lo tenemos en la vida de Moisés. En este mismo capítulo – Hebreos 11:24 -26 – se escribe de él:
«Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón».
Esta fe hizo posible que Moisés dejara de lado una vida segura, llena de placeres, riquezas y honor por unirse al pueblo que estaba siendo esclavizado. Se había enfrentado al Faraón. Después de muchas idas y venidas, pudo sacar al pueblo. Es cierto, se convirtió en su líder, pero ¿a costa de qué? Una tremenda responsabilidad, personas desagradecidas y rebeldes; gente que hasta el final de su vida no lo dejó en paz. Durante cuarenta años no hicieron otra cosa que cuestionarlo o atacar su liderazgo. Al final por un enojo inducido por su rebeldía, no pudo entrar a la tierra prometida. Se tuvo que contentar, mirándola desde un alto monte. Todo para lo cual había trabajado parecía en vano. ¿Realmente valió la pena haber dejado todo por esto? ¿No hubiera sido mejor seguir en la corte egipcia? Si lo vemos del punto de vista humano, no dudaríamos en escoger Egipto. Pero Moisés veía otra cosa. Su mirada estaba puesta en el más allá. Había algo que valía mucho más que todo lo que el mundo podía ofrecer en conjunto. Eso tan valioso era el beneplácito de su Señor y el galardón que le tenía preparado. Viéndolo desde esta perspectiva, con gusto dejó todo.
Esta perspectiva de fe también la tenía Enoc, por lo cual Dios lo pudo llevar de este mundo para que pudiera disfrutar de lo que había creído. En Judas 14 leemos: «De estos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio…». Enoc no sabía nada acerca del arrebatamiento, como es el cielo y la gloria que nos espera, pero sabía que el Señor iba a venir a para poner en orden todas las cosas. Esta era su confianza y este era su mensaje. Por esta confianza, por tener esta esperanza, luego fue llevado a la presencia del Señor.
Pero pasemos un poco a nosotros. Nuestra fe también tiene estos aspectos. En primer lugar, hemos puesto nuestra fe en el Señor, con la seguridad de obtener la vida eterna. Esto es una certeza absoluta, porque Cristo dijo: «El que cree en el Hijo, tiene la vida eterna…». Es categórico, inamovible, completamente seguro.
Pero también hay otra parte. Hay una fe que nos llevará a lo largo de la vida. Esta fe va influenciar nuestras decisiones y nuestra forma de vida. Es la misma fe que tenía Moisés y Enoc. Es la fe en la venida del Señor y la entrega de galardones que está íntimamente relacionada con este evento. En Apocalipsis 22:12 Jesús dice: «He aquí yo vengo pronto y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra». Esta era también la seguridad del apóstol Pablo: «Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día…» (2Ti.4:8a).
Esta seguridad también puede ser nuestra.