¡Venga tu Reino! (3ª parte)
25 mayo, 2010Espera en Dios (2ª parte)
25 mayo, 2010Autor: Marcel Malgo
¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío“. Estas palabras tan expresivas las encontramos tres veces en los salmos. Hay una gran ganancia en esperar en el Señor, pues ¡no hay nada imposible para Él!
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PE1487 – Estudio Bíblico – Espera en Dios
Estimados amigos el mensaje se titula: “ESPERA EN DIOS”. Y vamos a comenzar citando un pasaje bíblico:
“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío”.
Estas palabras tan expresivas las encontramos tres veces en los Salmos. En el Salmo 42, vers. 5 y 11 y en el Salmo 43, vers. 5. Por eso los intérpretes concuerdan en que estos dos Salmos forman una unidad, y en que el Salmo 43 es la continuación del Salmo 42. Además, los dos Salmos fueron escritos por los hijos de Coré.
¿Quiénes eran los hijos de Coré? Su padre fue un levita de la familia de Coat que se rebeló contra el liderazgo de Moisés y de Aarón, junto con Datán y Abiram (como lo leemos en Números 16:1 en adelante), exigiendo el sacerdocio para ellos. Éstas fueron sus palabras:“¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová?”. Después de esto, Moisés quiso darles un escarmiento y ordenó que al otro día, Coré y su grupo, tomaran incensarios, pusieran fuego en ellos y echaran incienso sobre ellos, para que se manifestara si el Señor los había escogido o no para el sacerdocio. Sin embargo, quedó demostrado lo contrario: Coré, Datán y Abiram fueron tragados vivos por la tierra, y los 250 hombres que estaban delante del Señor con sus incensarios, fueron consumidos por el fuego del Señor. Pero, por la misericordia del Eterno, los hijos de Coré no murieron en este juicio divino, así lo dice Nm. 26:10 y 11:“… y la tierra abrió su boca y los tragó a ellos y a Coré… Mas los hijos de Coré no murieron”.
Veamos, entonces, ¿quién es apto para el servicio de Dios?
Dios no declaró a los hijos de Coré inútiles para el servicio, como quizás nosotros muy rápidamente lo habríamos hecho, pensando: de tal padre, tal hijo, o como se dice comúnmente de tal palo, tal astilla. Sin embargo, fueron justamente los hijos de Coré los que se destacaron más tarde como poetas de los Salmos (42, 44, 45, 46, 47, 48, 49, 85, 87 y 88) y cantantes en el Templo. Varios de los descendientes de Coré tuvieron importantes ministerios en el Tabernáculo; y más tarde los coraítas fueron guardianes de los umbrales y porteros en el Templo de Salomón (como lo podemos leer en 1 Cr. 9:19; y 26:19); y a uno de ellos, incluso, se le hizo responsable de las cosas que se preparaban en sartenes (así está escrito en 1 Cro. 9:31).
Por eso, aún sin fijarnos en su contenido, cada Salmo de los hijos de Coré es en sí el testimonio de un Dios muy misericordioso y lleno de gracia, ya que estas canciones bíblicas han sido compuestas por los descendientes de un linaje maldecido. Esto seguramente es un maravilloso consuelo para el creyente que proviene de una familia quebrantada. A veces, personas en esta situación nos preguntan con preocupación: “Todo lo que pasó en la vida de mis padres y mis antepasados, ¿no vendrá un día como un bumerang sobre mí y sobre mis hijos?” Por un lado, nadie puede negar de dónde viene; hay que vivir con esta verdad.
Pero por otro lado, cada persona nacida de nuevo ha llegado a ser una criatura absolutamente nueva, de manera que incluso el pasado más horrible – y también el de sus antepasados – ha perdido su efecto aterrador. En este caso, tiene plena validez lo que dice 2 Corintios 5:17:“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” La violencia y las peleas que haya habido en las vidas de tus antepasados, las situaciones penosas y absurdas: Todo eso ya no debe preocuparte si has nacido de nuevo. Porque entonces eres una “nueva criatura”, las cosas viejas pasaron y todo ha sido hecho nuevo. Y porque es así, Gálatas 6:15 nos dice: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.” ¡Y en los hijos de Coré, vemos que esta verdad se puede demostrar de una manera gloriosa en la vida de una persona! No obstante lo que haya pasado en la vida de tus antepasados, hay una cosa completamente cierta: Como hijo de Dios has sido completamente liberado de eso por la preciosa sangre de Jesucristo, pues Pedro escribe:“…sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”.
Estimado amigo “Espera en Dios”… si nos detenemos un segundo tal vez percibamos que parece que el salmista se preguntara en tono de reproche: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?” En otras palabras: ¿Por qué me aflijo? ¿Por qué me preocupo tanto y dejo que mi corazón se agite de esta manera, si tengo un Dios tan grande? Y, entonces, enseguida recapacita y se exhorta a sí mismo: “Espera en Dios”. Y cuando logra apartar la mirada de todas las preocupaciones y fijarla en el Todopoderoso, salen de su alma fortalecida estas palabras: “Porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío. ”El salmista se hace recordar a sí mismo que hay una gran ganancia en esperar en el Señor, pues sabe que no hay nada imposible para Él, como lo experimentaron en otro tiempo también Abraham y Sara (como podemos leer en Gn. 18:14). Por eso, sabe con la mayor certeza: ¡Si espero en la intervención de Dios, aún habré de alabarlo por Su maravillosa ayuda!
También tú puedes, así como lo hizo el salmista, recapacitar interiormente cuando te quieres hundir en la melancolía. Sin embargo, tenemos que decir, también, que mientras algunos se inclinan a pintar todo de negro, tanto el presente como el futuro, otros toman todo muy a la ligera y ven todo color de rosa. Por eso, ten presente: Tanto el super-optimista como el pesimista enfermizo necesitan ejercitarse en esperar en Dios, ya que los dos carecen de un sano equilibrio.
No sabemos si el salmista tenía tendencia a ser optimista o más bien pesimista. Pero una cosa se destaca claramente en el texto: Tenía grandes problemas. Miremos esta situación más de cerca, escuchando sus palabras del los salmos 42 y 43:
“Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?”.
“Dios mío, mi alma está abatida en mí”.
“Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí”.
“¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?”
“Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?”.
“Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa; líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo”.
Para expresarlo con una imagen, podemos decir que el salmista se encontraba en un pozo profundo. Sin embargo, no se quedó sentado allí desesperado, sino que se exhortó a sí mismo a levantar la vista. Miró desde el pozo oscuro hacia arriba, al Señor, y se dijo: “Espera en Dios”. Pues sabía que solamente en y con Dios podía encontrar la solución de sus problemas, la verdadera ayuda. Por eso, también pudo decir:
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”.
“Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”.
“Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida”.
“Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza”.
Por eso también te digo a ti, que quizás te encuentras en una situación muy difícil, sumamente grave, humanamente visto sin salida: ¡Recapacita! Mira al Señor y encomiéndale tu alma: “Espera en Dios.” O en otras palabras: Decídete a confiar nuevamente en tu Salvador y a esperar en Él.