¿Estás listo para conocer al Dios viviente?

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¿Estás listo para conocer al Dios viviente?

Autores: Samuel Rindlisbacher & John Ankenberg

  El pecado es el verdadero problema que nos separa de Dios eternamente. La seriedad del asunto pide un pronunciamiento claro de la Biblia al respecto. La enseñanza bíblica acerca del castigo eterno no es nada vaga. Pero, no necesitamos temer a la muerte si nuestros pecados han sido perdonados. ¿Estás dispuesto a conocer al Dios viviente?


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 PE1853 – Estudio Bíblico
¿Estás listo para conocer al Dios viviente?



Como ya se ha dicho, queridos amigos, el tema de hoy nos habla, en primer lugar, del problema del pecado. En el árido desierto de Israel, el predicador itinerante Juan el Bautista llamaba a las personas al arrepentimiento, invitándolas a volver a Dios. En señal de su genuina conciencia de pecado, se dejaban bautizar por él en el río Jordán. Cuando un día Juan vio a Jesucristo cerca del río, comprendió quién era el que se estaba acercando y exclamó lleno de asombro: „He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo“(así lo leemos en Jn. 1:29). Los judíos de aquel entonces conocían muy bien esta imagen del cordero que muere por los pecados, quitándolos de esa manera.

Día a día, sin interrupción, se sacrificaban grandes cantidades de corderos en el Templo de Jerusalén, para perdón de pecados. Por eso, cuando Juan el Bautista señaló a Jesucristo y exclamó:„He aquí el Cordero de Dios“, con esto estaba diciendo que, a partir de ese mismo momento, ya no había que inmolar animales para el perdón de pecados, ya que había llegado un sacrificio mejor – Jesucristo. La Biblia va todavía más lejos, al declarar que Jesucristo es el único sacrificio que Dios acepta (como está escrito en Hebreos 9:12). Él, el Cordero de Dios, es el sacrificio suficiente para perdonar toda culpa y todo pecado.

Si hiciéramos una encuesta en la calle y preguntáramos cuál es el mayor problema de la humanidad, recibiríamos innumerables respuestas: la muerte de los árboles, la contaminación del aire, la destrucción de la selva tropical, la cada vez más apremiante escasez de materias primas, el aumento de la población mundial en relación con el desabastecimiento alimenticio, la globalización, la diferencia cada vez mayor entre pobres y ricos, o el aumento de pestes y catástrofes naturales. Problemas sobre problemas. Sin embargo, ¿qué pasa con el problema del pecado? ¡Éste es el verdadero problema, el que nos separa de Dios eternamente! Pero, Dios encontró una solución, y ésta  se encuentra en la cruz del Gólgota. Dios, que no puede tolerar ningún pecado, mandó a Su Hijo Jesucristo, el „Cordero de Dios“ sin pecado, a morir en la cruz por el problema del pecado. La Biblia declara en 2 Co. 5:21:„Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él“.

¡Qué transformación se debe haber efectuado en la cruz del Gólgota! Pues Jesús, que era sin pecado, antes de ir a la cruz debe haber sido el más hermoso de todos los hombres. El Salmo 45:2 dice de Él:„Eres el más hermoso de los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.“Sin embargo, en el altar de la ira de Dios, que es la cruz del Gólgota, su aspecto fue desfigurado de la peor manera, como solamente lo puede hacer el pecado. Acerca de esta transformación, leemos en Isaías 53:2 y 3:„No hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.“En la cruz, Jesús despertaba tanto rechazo, que los hombres se apartaban de Él espantados.

Incluso el sol se oscureció cuando Dios el Creador fue desfigurado y transformado en un escándalo público (como se relata en Lucas 23:44). Pero todo esto, Jesucristo lo hizo por amor a nosotros, para abrirnos el camino a la comunión con Dios. ¿Podemos comprender toda la trascendencia y toda la tragedia de este acontecimiento? ¡No! Pues lo que ocurrió allí en la cruz del Gólgota, para nosotros los hombres, permanecerá siendo un milagro y un misterio. Pero eso sí: Justamente por el hecho de que Jesús tomó sobre Él nuestra culpa y pagó con Su muerte, es que podemos volver a nuestro Dios. El problema central del hombre – el pecado – ha sido resuelto por Dios mismo en la cruz del Gólgota. Jesús nos invita hoy a descargar todo nuestro peso delante de Él, a depositar en Él nuestros fracasos, nuestra culpa y nuestros pecados. ¡Pues Él es el Cordero de Dios, que ha llevado tus pecados y los míos en Su propio cuerpo!

La Biblia enseña que el carácter fundamental de Dios es el amor, el cual demostró, como sabemos, de una manera sumamente impresionante en su grandiosa obra de salvación en la cruz. Por eso, el cielo será un lugar impregnado de amor, un lugar en el cual disfrutaremos por toda la eternidad de verdadero amor, gozo, belleza, creatividad y todo lo que es sublime. Podemos percibir algo de ese glorioso futuro cuando leemos Corintios 2:9, que dice así:„Antes bien, como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman“.

El dar es parte del carácter de Dios, y solamente tenemos una vaga idea de lo que Él dará en la eternidad a los que ama. Lo único que Jesús dijo al respecto fue que nuestro galardón sería grande en el cielo. El apóstol Pablo, quien tuvo que sufrir mucho durante su vida, nos consuela con estas palabras de Ro. 8:18:„Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse“.

Por otro lado, la Biblia también enseña que existe un infierno eterno para los que rechazan el amor y la misericordia de Dios. Es realmente trágico cuando los hombres eligen el infierno por propia decisión. En cierta ocasión, el teólogo Harold O. J. Brown hizo la observación de que el infierno era „el monumento más duradero de la libertad de la voluntad humana“.

C.S.Lewis expresa lo mismo de la siguiente manera: „Al final quedarán solamente dos clases de hombres: los que dicen a Dios: ‚Hágase tu voluntad’, y los otros, a los cuales Dios, al final, les dirá: ‚Hágasetuvoluntad’“.

Es en este punto que queremos enfatizar una vez más: Dios„quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad“(como nos dice 1 Ti. 2:4), y no quiere„que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento“(como afirma 2 Pe. 3:9).

Para los que se niegan a dar este paso de arrepentimiento o de conversión, hay un lugar de castigo por sus pecados. El infierno es descrito en la Biblia con diferentes expresiones, como: las tinieblas de afuera, el castigo eterno, el fuego que no puede ser apagado, el lloro y el crujir de dientes, la resurrección de condenación, el lago de fuego que arde con azufre, etc. (todo esto lo podemos leer en algunos pasajes de Mt.3, 8, 22, y 25; Mr.9; Jn.5; Ap.19, y 20, etc.).

La enseñanza bíblica acerca del castigo eterno no es ni vaga ni poco segura, pues la seriedad del asunto pide un pronunciamiento claro de la Biblia al respecto. A causa de la tendencia natural del hombre a rechazar algo tan desagradable como el infierno, solamente la seguridad que nos da la Biblia acerca de este tema brinda una explicación razonable de la firme posición adoptada por la Iglesia de Jesús desde hace 2000 años. El problema es que hoy en día, muchas personas, entre ellos muchos cristianos, no quieren aceptar las enseñanzas de la Biblia y de su Señor al respecto.

Si es verdad que cada uno de nosotros tiene que morir un día, entonces la pregunta más importante en nuestra vida es si sabemos con certeza que podremos pasar seguros el umbral de la muerte. Puede ser que el proceso de morir nos infunda miedo, pero no necesitamos temer a la muerte si nuestros pecados han sido perdonados porque creemos en Jesucristo.

Querida oyente, querido oyente, ¿estás dispuesto a llegar a conocer al Dios viviente? Estás dispuesto a confesar tus pecados delante de Él y a recibir a Su Hijo en tu vida?

Si es así, dirígete a Él en oración. Dile que quieres creer en Él. Pídele que perdone tus pecados y deja, a partir de ahora, que Él guíe tu vida. Agradece al Señor Jesucristo por haber muerto en la cruz por ti y por tu culpa, y por haber resucitado de los muertos para regalarte la vida eterna.

 

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