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Autor: William MacDonald

En el cierre de esta serie de programas vemos cómo el Padre nos dio su Gracia y todas las cosas con Cristo Jesús. Repasamos la obra poderosa y magnífica de la Gracia de Dios.


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PE2509- Estudio Bíblico
Esto sí es Sublime Gracia (12ª parte)



Nuestro Dios le da gracia sostenedora a Su pueblo en tiempos de necesidad. Frente a una cirugía, los cristianos pueden experimentar una paz que está completamente fuera de sus propios recursos. En la enfermedad, pueden experimentar una fortaleza que solo puede venir de los brazos eternos que están bajo ellos. Los mártires reciben un valor de otro mundo para poder soportar el rifle y el fuego. Y Dios da gracia a los Suyos cuando su trabajo en la Tierra ha terminado en el momento de morir, pero no reciben la gracia hasta entonces.

La mayor muestra de gracia fue cuando Aquel que teniendo riquezas ilimitadas se hizo incalculablemente pobre para que pecadores indignos pudieran ser enriquecidos más allá de lo imaginable. Fue una gracia indecible la que oró desde el Calvario: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen«. Fue la gracia divina la que movió a Dios a enviar su Espíritu Santo a la misma ciudad donde Su Hijo encarnado había sido asesinado poco tiempo antes.

Puesto que Dios es el dispensador de una gracia sin igual, el salmista pudo decir con clásico eufemismo que los pensamientos del Señor respecto a los suyos son más numerosos que las arenas del mar y su fidelidad alcanza hasta las nubes. Cuán alegres pueden estar los creyentes de que Él no ha tratado con ellos en función de sus pecados, ni los ha castigado de acuerdo a sus iniquidades. Como se lee en Lamentaciones 3:22-23: «Nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana«.

Es la gracia sin límite la que abarca la vida natural, la vida espiritual y la vida eterna. Y será tema de alabanza por siempre. Ahora recapitulemos sobre lo que hemos visto en esta serie de mensajes. Vamos a repasar los aspectos más destacados en nuestra contemplación de la grandeza de la gracia de Dios.

La pregunta que nos haremos en primer lugar es la siguiente. En la elaboración de un plan de salvación, ¿cómo puede Dios, que es santo y justo, perdonar a los pecadores y aún así ser justo a hacerlo? La respuesta radica en la palabra sustitución. Dios envió a Su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, para morir como Sustituto de los pecadores en la Cruz del Calvario. Él pagó la pena en su totalidad y ahora otorga la vida eterna como un regalo a todos los que creen en él.

Esto es pura gracia—el favor inmerecido de Dios para con los que merecen todo lo contrario. A fin de apreciar esa gracia, debemos darnos cuenta de quién es Jesús, lo que hizo, aquellos para quienes lo hizo, y las bendiciones que fluyen hacia los que le reciben por fe.

Hay solo otra religión en el mundo. Es llamado otro evangelio, pero no es una buena noticia en absoluto. Enseña que las personas alcanzan el cielo por su propia bondad o sus logros. Es la religión más popular, pues satisface a la soberbia humana. A pesar de sus pomposas declaraciones, no ofrece ni seguridad de la salvación, ni seguridad actual ni vida eterna. Al final, solo lleva al infierno.

Las personas que son salvas por gracia le dan todo el honor al Señor Jesús. Aquellos que creen en la salvación por obras, reclaman la gloria para ellos mismos, o al menos parte de ella. Así es como se puede descubrir en qué cosas basan su esperanza las personas.

Cuando decimos que la salvación no es por buenas obras, eso no quiere decir que nos oponemos a las buenas obras. ¡Claro que no! Lo que queremos enfatizar es que las obras no son la raíz de la salvación, sino que son el fruto. No somos salvos por las buenas obras; somos salvos para buenas obras. Ellas no son la causa, sino el resultado; no el origen, sino la consecuencia.

No todo el que profesa ser un cristiano es en realidad salvo. Si el pecado ejerce un poder dominante en la vida de alguien, si vive en pecado, hay una buena razón para dudar de la conversión de esa persona. Puede que la profese, pero no la posee. Cuando Cristo entra en una vida, Él hace la diferencia.

Para aquellos que objetan que el Evangelio de la gracia es demasiado barato, debería ser suficiente recordarles que el que presenta un regalo es el que lo paga, no el que lo recibe. Está en la naturaleza misma de un regalo que le cueste al dador, no al receptor. Dios, como Dador, pagó un precio enorme para poder dar la vida eterna como un regalo.

Como todas las cosas buenas, la gracia puede ser abusada. La gente puede usarla como una excusa para la indulgencia y la maldad. Pero en todos estos casos, el problema radica en el individuo, no en la doctrina de la gracia.

La gracia, no la ley, es el motivo más fuerte posible para llevar una vida santa. La ley exige rendimiento y amenaza con el castigo por el fracaso. La gracia proclama lo que Cristo ha hecho e insta a una vida de santidad que le corresponda. El Dios de la gracia pone al creyente en una posición de favor perfecta delante de él, entonces lo llama a tener una vida que esté en armonía con esa posición. Las instrucciones detalladas del Nuevo Testamento describen claramente lo que es un andar digno.

La vida del hijo de Dios es una muestra de la gracia divina de principio a fin. Es una revelación de Dios, que no le debe nada al hombre y le colma de bendiciones inimaginables. Es la historia del Señor dando lo mejor de Sí para aquellos que no merecen nada más que Su juicio.

Dios todavía está en busca de hombres y mujeres a quienes pueda mostrar Su sublime gracia. Sin dejarse intimidar por siglos de indiferencia, resistencia y rechazo por parte de los humanos, el Dios de toda gracia sigue enviando buenas noticias, en busca de las ovejas perdidas. Está buscando personas que admitan que son culpables, que dejen de tratar de salvarse a sí mismos, y que crean en Jesús como Señor y Salvador. ¡Es tan simple como eso!

¡Y recuerde esto! Dondequiera que Dios encuentre una chispa de fe genuina en el Señor Jesús, Él tomará en cuenta a esa persona como justa. Como dijera H. A. Ironside: «Dios piensa tanto en la Persona y obra de Su Hijo, que tendrá en el cielo a todos los que le den la más mínima excusa para llegar allí. Qué gracia incomparable».

El último capítulo no se ha escrito. A lo largo de la eternidad, Dios estará revelando las abundantes riquezas de Su gracia en Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Será un eterno descubrimiento de Su maravilloso plan de salvación, de todo lo que significó para Él enviar a Su Hijo a esta jungla de pecado a buscar y salvar a los que estaban perdidos. ¡Y de todas las bendiciones que han llegado hasta nosotros a través de esa maravillosa obra en el Calvario!

La Biblia termina con una nota de gracia, y nosotros lo haremos también: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén«.

Para finalizar compartimos algunos versos que el Mayor John André llevaba consigo cuando fue capturado el 23 de septiembre de 1780. No se sabe si fue él quién los escribió.

¡Salve, amor soberano, que comenzó
El plan para rescatar al hombre caído!
Salve, gracia sin par, gratuita y eterna,
Que le dio a mi alma un refugio.

Contra el Dios que formó el cielo
Luché con las manos levantadas,
Despreciando la mención de Su gracia,
Demasiado orgulloso para buscar un refugio.

Absorto en la espesa noche egipcia,
Y amando de las tinieblas más que la luz,
Corrí la carrera del pecado con locura,
Seguro, sin un refugio.

Pero así decía el eterno consejo:
¡Amor todopoderoso, detén a ese hombre!
Sentí las flechas de la angustia,
Y descubrí que no tenía ningún refugio.

La justicia indignada estaba a la vista:
Y corrí hacia el ardiente monte Sinaí;
Pero la justicia gritó con el ceño fruncido,
¡Esta montaña no es un refugio!

Poco después, escuché una voz celestial,
Y el ángel de la misericordia no tardó en aparecer:
Él me llevó, con un rostro radiante,
Hacia Jesús como refugio.


Si desea puede adquirir el libro sobre el que está basada esta serie de programas.


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