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Fidelidad en el manejo de las posesiones
(1ª parte)

Autor: Wolfgang Bühne

Ezequías dio claras órdenes al pueblo para que dieran lo prescrito para el servicio en el templo
y también para el sustento de los pobres y necesitados. Él mismo había dado buen ejemplo y por ello tenía la autoridad moral
para dar claras instrucciones a sus súbditos.

 


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PE2062 – Estudio Bíblico
Fidelidad en el manejo de las posesiones (1ª parte)



Qué gusto estar nuevamente junto a ustedes, el tema de hoy es: “Fidelidad en el manejo de las posesiones”.

Para comenzar vamos a leer el pasaje de 2 Crónicas 31:1 al 21 que, si bien es un poco extenso, servirá como introducción para poder comprender bien el mensaje. Dice así:

“Hechas todas estas cosas, todos los de Israel que habían estado allí salieron por las ciudades de Judá, y quebraron las estatuas y destruyeron las imágenes de Asera, y derribaron los lugares altos y los altares por todo Judá y Benjamín, y también en Efraín y Manasés, hasta acabarlo todo. Después se volvieron todos los hijos de Israel a sus ciudades, cada uno a su posesión.

Y arregló Ezequías la distribución de los sacerdotes y de los levitas conforme a sus turnos, cada uno según su oficio; los sacerdotes y los levitas para ofrecer el holocausto y las ofrendas de paz, para que ministrasen, para que diesen gracias y alabasen dentro de las puertas de los atrios de Jehová. El rey contribuyó de su propia hacienda para los holocaustos a mañana y tarde, y para los holocaustos de los días de reposo, nuevas lunas y fiestas solemnes, como está escrito en la ley de Jehová. Mandó también al pueblo que habitaba en Jerusalén, que diese la porción correspondiente a los sacerdotes y levitas, para que ellos se dedicasen a la ley de Jehová. Y cuando este edicto fue divulgado, los hijos de Israel dieron muchas primicias de grano, vino, aceite, miel, y de todos los frutos de la tierra; trajeron asimismo en abundancia los diezmos de todas las cosas. También los hijos de Israel y de Judá, que habitaban en las ciudades de Judá, dieron del mismo modo los diezmos de las vacas y de las ovejas; y trajeron los diezmos de lo santificado, de las cosas que habían prometido a Jehová su Dios, y los depositaron en montones. En el mes tercero comenzaron a formar aquellos montones, y terminaron en el mes séptimo. Cuando Ezequías y los príncipes vinieron y vieron los montones, bendijeron a Jehová, y a su pueblo Israel. Y preguntó Ezequías a los sacerdotes y a los levitas acerca de esos montones. Y el sumo sacerdote Azarías, de la casa de Sadoc, le contestó: Desde que comenzaron a traer las ofrendas a la casa de Jehová, hemos comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho, porque Jehová ha bendecido a su pueblo; y ha quedado esta abundancia de provisiones.

Entonces mandó Ezequías que preparasen cámaras en la casa de Jehová; y las prepararon.

Y en ellas depositaron las primicias y los diezmos y las cosas consagradas, fielmente; y dieron cargo de ello al levita Conanías, el principal, y Simei su hermano fue el segundo.

Y Jehiel, Azazías, Nahat, Asael, Jerimot, Jozabad, Eliel, Ismaquías, Mahat y Benaía, fueron los mayordomos al servicio de Conanías y de Simei su hermano, por mandamiento del rey Ezequías y de Azarías, príncipe de la casa de Dios. Y el levita Coré hijo de Imna, guarda de la puerta oriental, tenía cargo de las ofrendas voluntarias para Dios, y de la distribución de las ofrendas dedicadas a Jehová, y de las cosas santísimas.Y a su servicio estaban Edén, Miniamín, Jesúa, Semaías, Amarías y Secanías, en las ciudades de los sacerdotes, para dar con fidelidad a sus hermanos sus porciones conforme a sus grupos, así al mayor como al menor; a los varones anotados por sus linajes, de tres años arriba, a todos los que entraban en la casa de Jehová para desempeñar su ministerio según sus oficios y grupos. También a los que eran contados entre los sacerdotes según sus casas paternas; y a los levitas de edad de veinte años arriba, conforme a sus oficios y grupos. Eran inscritos con todos sus niños, sus mujeres, sus hijos e hijas, toda la multitud; porque con fidelidad se consagraban a las cosas santas.

Del mismo modo para los hijos de Aarón, sacerdotes, que estaban en los ejidos de sus ciudades, por todas las ciudades, los varones nombrados tenían cargo de dar sus porciones a todos los varones de entre los sacerdotes, y a todo el linaje de los levitas. De esta manera hizo Ezequías en todo Judá; y ejecutó lo bueno, recto y verdadero delante de Jehová su Dios.

En todo cuanto emprendió en el servicio de la casa de Dios, de acuerdo con la ley y los mandamientos, buscó a su Dios, lo hizo de todo corazón, y fue prosperado”.

Después de haber celebrado con gran alegría en Jerusalén la pascua y la fiesta de los panes sin levadura, y después de haber sido bendecido el pueblo, destruyeron también los últimos restos de la idolatría en Judá y Benjamín, como también en Efraín y en Manasés.

La purificación efectuada y el gozo del Señor vivido les habían dado una decisión y fuerza para esta tarea, como semanas antes no lo hubieran creído posible.

Después de regresar cada uno a su “posesión” (como leemos en el v. 1), Ezequías se preocupó de que el culto de los sacerdotes y levitas fuera ejercido según la ley de Jehová. Ezequías mismo dio de su posesión la parte del rey (v. 3) para los holocaustos y las fiestas anuales, “como está escrito en la ley de Jehová”.

Algunos dicen que: ¡De dinero no se habla!

Pero, ahora viene un pasaje interesantísimo y muy actual concerniente al monedero: Ezequías dio claras órdenes al pueblo para que dieran lo prescrito para el servicio en el templo y también para el sustento de los pobres y necesitados. Él mismo había dado buen ejemplo y por ello tenía la autoridad moral para dar claras instrucciones a sus súbditos. Un sabio llegó a la siguiente convicción: “Es más fácil seguir huellas que órdenes.” En los versículos que siguen se trata de las “ofrendas de paz”, los “diezmos”, las “primicias” y de “los diezmos de lo santificado, de las cosas que habían prometido a Jehová su Dios” (vs. 5 y 6) y también “ofrendas voluntarias” (v. 14).

Podríamos preguntarnos, pero ¿Cómo? ¿No hubo protestas?

Nos llama la atención que esta orden del rey no provocara murmuraciones o rechazo. Todo lo contrario. Tenemos la impresión de que la gente casi competía por dar lo más posible para el Señor y Su obra. En los vs. 6 al 10 leemos las palabras “muchas primicias” y “en abundancia”. Luego leemos que depositaron las ofrendas “en montones”, de modo que el rey asombrado preguntó al sumo sacerdote Azarías para qué eran esos montones de provisiones. La respuesta conmovedora de Azarías, que encontramos en el v. 10, fue ésta: “Desde que comenzaron a traer las ofrendas a la casa de Jehová, hemos comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho, porque Jehová ha bendecido a su pueblo; y ha quedado esta abundancia de provisiones.” Por mandato del rey incluso hubo que edificar cámaras para guardar toda esa bendición (v.11). Es decir, fue donado más de lo que los sacerdotes y levitas necesitaban para vivir.

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