Una prueba decisiva (2ª parte)
17 agosto, 2015Golpe tras golpe (2ª parte)
17 agosto, 2015 Golpe tras golpe
(1ª parte)
Autor: Wolfgang Bühne
Ezequías tuvo que aprender dolorosamente que en los tiempos de crisis, cuando la fe es puesta a prueba,
todas las ideas para ayudarse a sí mismo no son apropiadas para salir del apuro. Además,
el conocimiento de su muerte próxima cambió de golpe su situación.
¿Qué había que ordenar aún en su casa, antes que fuera demasiado tarde?
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PE2068 – Estudio Bíblico
Golpe tras golpe (1ª parte)
Hola amigos! ¿Cómo están? Como ya se dijo, el tema de hoy es: Golpe tras golpe. Y para comenzar vamos a leer en 2 Re. 20:1 al 11: “En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. Entonces él volvió su rostro a la pared, y oró a Jehová y dijo: Te ruego, oh Jehová, te ruego que hagas memoria de que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho las cosas que te agradan. Y lloró Ezequías con gran lloro. Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo. Y dijo Isaías: Tomad masa de higos. Y tomándola, la pusieron sobre la llaga, y sanó. Y Ezequías había dicho a Isaías: ¿Qué señal tendré de que Jehová me sanará, y que subiré a la casa de Jehová al tercer día? Respondió Isaías: Esta señal tendrás de Jehová, de que hará Jehová esto que ha dicho: ¿Avanzará la sombra diez grados, o retrocederá diez grados? Y Ezequías respondió: Fácil cosa es que la sombra decline diez grados; pero no que la sombra vuelva atrás diez grados. Entonces el profeta Isaías clamó a Jehová; e hizo volver la sombra por los grados que había descendido en el reloj de Acaz, diez grados atrás”.
En el capítulo anterior hemos visto cómo Ezequías fracasó en la prueba decisiva de su confianza en Dios. Frente al sitio del poderoso rey de Asiria se desvaneció su confianza en el Señor y oímos de su boca, en el cap. 18, vs. 14, la oferta vergonzosa: “Yo he pecado; apártate de mí, y haré todo lo que me impongas”.
¡Con qué recuerdos y con qué remordimiento habrá llevado a cabo esta acción!
Pero no sirvió de nada. El rey de Asiria ni por asomo le dio las gracias por este enorme pago de tributos, sino que avanzó aún más con su ejército para sitiar la ciudad de Jerusalén.
Ezequías tuvo que aprender dolorosamente que en los tiempos de crisis, cuando la fe es puesta a prueba, todas las ideas para ayudarse a sí mismo no son apropiadas para salir del apuro. No solo perdió todas sus riquezas, por las que había trabajado durante años, sino que entregó el oro y la plata en manos de un enemigo impío que con ello cimentó aún más su poder, teniendo razón suficiente para burlarse de Ezequías y ridiculizar la esperanza en Dios que hasta entonces había tenido.
Las palabras hirientes y provocadoras del asirio, que leemos en 2 Re. 18:19, habrán retumbado en sus oídos: “¿Qué confianza es esta en que te apoyas?”
Fueron recuerdos dolorosos de años dorados y bendecidos en los caminos de su Dios. Pero, esto ahora había pasado a la historia …
Años perdidos, posesiones perdidas, fiabilidad perdida, fuerza perdida, autoridad perdida. Seguramente muchos de nosotros recordaremos pérdidas parecidas, pérdidas dolorosas que sufrimos en las encrucijadas de nuestra vida, por querer salir del cenagal sin ayuda ajena…
Ezequías experimentó: Golpe tras golpe …
Comparando las fechas en la vida de Ezequías, llegamos a la conclusión de que los relatos sobre su vida no están narrados cronológicamente. Si Ezequías reinó 29 años en Judá, y si en el año 14 de su gobierno Senaquerib con el ejército asirio puso cerco a Jerusalén, entonces tenemos que situar la enfermedad de Ezequías, descrita en 2 Reyes 20, justo en ese período del cerco de Jerusalén. Debe ser así porque, después de su oración emotiva en su lecho de muerte, Dios alargó su vida otros 15 años con la promesa: “y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria”.
Evidentemente Ezequías “cayó enfermo de muerte” justo durante el asedio de Jerusalén, y es muy posible que esta enfermedad estuviera vinculada con su fracaso delante de Senaquerib, siendo quizá una disciplina de Dios para dirigir los pensamientos y hechos de Ezequías otra vez hacia Dios y Sus promesas.
Pero, en primer lugar vemos a un rey que, aparte de haber sufrido pérdidas materiales, ahora tiene además que temer la destrucción de Jerusalén.
Justamente en este momento le sobrevino una grave enfermedad, aparentemente incurable. Y precisamente en esta situación abrumadora, vino el profeta Isaías a visitar al rey enfermo. No le trajo flores; tampoco consoló al rey con algunos salmos alentadores de su antepasado David. Vino a él con el breve pero fulminante mensaje divino, que leemos en 2 Re. 20:1: “Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás”.
Eso era todo lo que tenía para decirle. Después de llevar a cabo su mandato divino, dejó a un rey que habiendo oído tales palabras no podía hacerse ya ilusiones acerca de su estado de salud, y cuyo tiempo ahora se le escapaba.
Recordemos: Ezequías, con la ayuda de Dios, había liberado al país de Judá y a la ciudad de Jerusalén de la idolatría. Después hizo purificar, arreglar y abrir el templo, la casa de Dios, para celebrar de nuevo los cultos. Lo que siguió fue un gran avivamiento entre los sacerdotes, los levitas y el pueblo, de modo que la fiesta de los panes sin levadura y la pascua pudieron celebrarse con un gozo indescriptible. Pero, esos tiempos pasaron …
Ahora la cosa se había puesto seria
Ahora ya no se trataba del país de Judá, ni tampoco de la ciudad de Jerusalén, sino de su propia “casa”. El agua le iba llegando al cuello: “Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.”
El conocimiento de su muerte próxima cambió de golpe su situación. La bolsa de valores, los datos económicos y los resultados de la liga de fútbol, de repente ya no tienen ninguna importancia cuando estamos ante las puertas de la eternidad.
¿Qué había que ordenar aún en su casa, antes que fuera demasiado tarde?
¿Había cosas en su matrimonio que debía aclarar y por las que debía pedir perdón? A este respecto sólo sabemos que su mujer se llamaba Hepsiba, lo cual se menciona después de la muerte de Ezequías, y que ella era la madre de Manasés (según consta en 2 Re. 21:1). No conocemos su procedencia, y su nombre significa «mi deleite está en ella» – pero ¿qué nos podrá decir esto sobre su matrimonio?
En el momento de tener que ordenar su casa, parece ser que aún no tenían hijos. Aunque en este punto difieren los comentaristas. La mayoría, no obstante, piensa que Manasés, el sucesor al trono, quien empezó a reinar con 12 años, nació después. En este punto, por lo tanto, no habría mucho que ordenar, excepto la cuestión preocupante de quién sería rey después de Ezequías.
– ¿Había problemas sin solucionar con los empleados?
– ¿Había facturas aún sin pagar u otras cuentas que saldar?
– ¿Habría cosas en sus cámaras privadas, que debía destruir antes de morir y que nadie habría sospechado ver en el Reformador Ezequías?
No lo sabemos. Pero, por experiencia sabemos que aparentemente es más fácil reformar al pueblo de Dios y la casa de Dios que la propia casa. El celo por el Señor y su causa termina, a menudo, delante de la puerta de nuestra propia casa.