El regreso de Jesús (4ª parte)
14 marzo, 2016Hay un camino de vuelta a Dios (2ª parte)
14 marzo, 2016Autor: William MacDonald
Hay un fenómeno típico de la vida cristiana que se llama: recaída. La comunión es un débil hilo. La recaída tiene consecuencias, tiene un costo. Pero… como veremos en este mensaje… ¡hay un camino de vuelta a Dios!
DESCARGARLO AQUÍ
PE2187 – Estudio Bíblico
Hay un camino de vuelta a Dios (1ª parte)
¡Hola amigos! ¿Cómo están? El tema de hoy: “La comunión es un débil hilo”, es el primero que vamos a tratar. Pueden encontrar estos mensajes en el libro “Hay un camino de vuelta a Dios” de William MacDonald.
El autor comienza con una pregunta:
¿Qué le sucedió a Bud?
Bud, antes de convertirse en cristiano, había sido un marinero borracho y blasfemo. Si alguien le hubiese dicho que alguna vez iba a ser religioso, se habría reído, y quizás habría lanzado un insulto. Bud trataba de impresionar a sus compañeros marineros con su capacidad para beber licor y con su libertina vida amorosa, pero en realidad era un personaje patético, torpe y tambaleante.
Pero, había un marinero en el portaaviones que no se dejaba impresionar por Bud y su vida desordenada. Se llamaba Chuck y era líder de una clase bíblica que se reunía semanalmente en una de las barracas. Él y Bud habían estado juntos en el centro de entrenamiento. Chuck había hablado varias veces con Bud sobre su vida desastrosa y acerca de la necesidad que tenía de Cristo. Aunque la respuesta había sido hostil al principio, y luego con un fingido desinterés, Chuck fue paciente y persistente.
Bud se negaba a asistir a la clase bíblica, pues esto habría destruido la imagen que se había esmerado en crear, pero en breves encuentros y conversaciones con Chuck, había hecho preguntas que revelaban un sentimiento de necesidad.
Una noche en Honolulu, cuando Bud volvía al barco después de haber pasado largas horas bebiendo en un bar, fue atacado por tres matones, apaleado, robado, y dejado inconsciente en un callejón. Lo encontró la Patrulla Costera y lo llevó al barco, donde tuvo que pasar dos días en la enfermería. Al poco tiempo, se encontró con Chuck en el comedor, cenaron juntos y luego fueron a la barraca para conversar. Viendo que Bud estaba ya preparado, Chuck le presentó las buenas nuevas de salvación y luego, lo invitó a que se entregase completamente.
Totalmente quebrantado, Bud se arrodilló junto a una hilera de cajas y dijo: «Oh, Dios, he estado hasta ahora en la oscuridad, pero ahora veo la Luz.» Su vida fue transformada. Toda su falsa imagen de hombre duro desapareció. Abandonó varios hábitos impuros casi inmediatamente. Comenzó a asistir a la clase bíblica. Allí aprendió a tener a diario un tiempo devocional. También comenzó un programa sistemático de memorización de las Escrituras. Y comenzó a dar testimonio a sus compañeros.
Al principio era difícil aceptar las burlas, especialmente cuando había un grupo de compañeros alrededor. «El «diablo rojo» -decían burlonamente-, se ha transformado en un «diácono». Pero, por lo general, él no se dirigía al grupo, sino que hablaba personalmente con cada compañero acerca del Señor, cuando tenía una oportunidad. Después de unas semanas, las burlas disminuyeron. Con su cambio de vida, su consecuente testimonio y su manera de actuar afable y extrovertida, se fue ganando el respeto.
Durante el resto de su tiempo en la Marina, Bud siguió creciendo espiritualmente. Reemplazó a Chuck como líder de la clase bíblica, cuando éste fue trasladado a otro portaaviones. Por medio del testimonio y de la enseñanza de Bud, treinta y cinco hombres en el barco profesaron fe en el Señor Jesús.
Esto fue hace más de seis años. Ahora, Bud ha regresado a la vida civil y vive en Homestead, Arizona. Está casado y tiene dos hijos: un varón y una niña. Trabaja como vendedor para una compañía nacional de aire acondicionado.
Pero, ya no está «ardiendo» para el Señor. Nunca se acerca a una iglesia, tampoco lo hace su mujer, y los niños nunca han asistido a la Escuela Dominical. Bud no tiene amigos cristianos; de hecho, parece evitar a los cristianos tanto como puede.
Hace dos semanas, Chuck obtuvo permiso para ir a su casa en Texas. Se detuvo en Homestead para visitar a Bud (había oído que las cosas no iban demasiado bien). Cuando Chuck se detuvo delante de la casa, Bud estaba allí, ocupado con su auto. Se saludaron con verdadera cordialidad, pero algo faltaba. Había una sensación de incomodidad. La vieja confianza había desaparecido. Al cabo de diez minutos, Chuck decidió romper la barrera: – «¿Qué te ha pasado, Bud?»
Bud no contestó; sólo aplastó con el pie el cigarrillo en el piso. Chuck, volvió a probar: – Bud, que nadie me diga que no fuiste salvo, aquella noche en la barraca.
Bud miró hacia la casa para cerciorarse de que nadie le escuchaba. Luego dijo:
-Desde luego, fui salvo… pero estoy alejado del Señor.
¡Qué tragedia: “Salvo – pero alejado del Señor”!
¿Qué le había sucedido a Bud?
¿Cómo se apartó del Señor?
¿Podrá volver?
¿Cómo?
La comunión es un débil hilo.
El caso de Bud es un fenómeno bien típico en la vida cristiana. Un fenómeno al cual se le llama recaída. Un recaído es un verdadero creyente que está fuera de la comunión con Dios, debido a algún pecado no confesado en su vida.
¿Qué queremos decir con estar fuera de la comunión con Dios? Lo siguiente: Dios es santo y sin pecado. No hay ningunas tinieblas en Él (según 1 Juan 1:5). Para poder andar en comunión con Dios, el creyente debe confesar y abandonar sus pecados tan pronto como sea consciente de ellos. Al fin de cuentas, comunión significa tener algo en común. ¿Cómo pueden dos personas andar juntas, en compañía, si no están de acuerdo? ¿Cómo puede uno estar en comunión con Dios, si tolera el pecado en su vida, mientras Dios lo condena? Recordemos las palabras de 1 Juan 1:6: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”.
En una familia humana, la comunión significa que los miembros viven felices en compañía. ¡Pero, supongamos que el marido y la mujer se pelean de manera escandalosa! La comunión queda rota. Se asienta una nube negra de resentimiento y de tensión, y el feliz espíritu de familia queda deshecho, hasta que marido y mujer confiesen sus faltas y se reconcilien.
Y así sucede con la familia de Dios. El pecado quebranta la comunión. El delicado hilo de la comunión se rompe. Y ese hilo queda roto hasta que el pecado sea confesado y dejado de lado.
Pero aunque el pecado rompa la comunión, no rompe la relación. En el momento de la conversión, la persona se transforma en hijo o hija de Dios por medio de la fe en el Señor Jesucristo (como leemos en Juan 1:12). Esta relación se inicia en el nacimiento espiritual. Nada puede romperla. Una vez que ha tenido lugar un nacimiento, la relación no puede ser cambiada. Es indisoluble.
Por eso, la relación del creyente ha sido comparada con una cadena irrompible, mientras que su comunión es como el filamento solitario de una araña. Cuando un cristiano peca, sigue siendo hijo de Dios, pero desaparece el gozo de la felicidad familiar. No pierde su salvación, pero sí pierde el gozo de su salvación.
2 Comments
Buenos dias hermanos, es la primers vez que los contacto. Soy una hija de Dios desde pequeña y asisto a la Iglesia Bautista Evangelica del municipio de Hispania del suroeste antioqueño colombiano. Bendiciones para todos
Gracias Claudia por dejarnos tu comentario!
Esperamos que el material que encuentres en nuestra web pueda ser de bendición a tu vida!
Saludos desde Montevideo, Uruguay
Robert Brasil
Llamadaweb.org