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Autor: Ed Hindson y Mark Hitchcock

Ed Hindson y Mark Hitchcock plantean tres puntos a tener en cuenta a la hora de enfrentarnos a la Palabra Profética a la que sin dudas debemos estar atentos. Estos puntos son: los acontecimientos, las interpretaciones y las especulaciones.


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PE2715- Estudio Bíblico
Hechos y mitos sobre el arrebatamiento (2ª parte)



Desde el tiempo de los apóstoles, la expectativa de que el arrebatamiento puede darse en cualquier momento ha sido para los creyentes una gran fuente de esperanza y consuelo. ¡Todo aparente retraso no se debe a la indecisión de Dios, sino al hecho de que no se nos ha revelado la fecha! Entretanto, somos exhortados en 2 Tesalonicenses 2:15 y 17 a “[…] estad firmes y retened la doctrina [de los apóstoles”, para que seamos fortalecidos “[…] en toda buena palabra y obra”. Este pasaje es una evidencia de que la enseñanza del apóstol Pablo no es diferente a la de Jesús en Mateo 24:42-46, quien nos exhortó a velar, a estar listos y a servir hasta su regreso.

Piense en el siguiente principio básico: diferenciar entre los hechos de la profecía y las conjeturas y suposiciones que interpretamos de estos. Si bien a todos nos gustaría creer que nuestro Señor regresará en nuestro tiempo de vida, resulta muy pretencioso partir de la base de que somos la última generación, aun cuando todas las señales parezcan indicarlo. Jesús podría venir hoy mismo, pero una vez más: también es posible que falten años o incluso décadas para su regreso. Solo el Padre conoce el tiempo exacto de su venida.

Una de las tareas más difíciles en la interpretación de la Palabra de Dios es determinar cómo entender las profecías de los últimos tiempos. En primer lugar, debemos tener en cuenta que en el tiempo de Jesús muchas profecías acerca de su primera venida habían sido malinterpretadas; por esta razón, no debemos suponer que conocemos todos los detalles con respecto a su segunda venida. En segundo lugar, debemos evitar la tentación de leer las profecías futuras con los ojos del presente.

Es de lamentar que en la actualidad siga habiendo especulaciones imprudentes. Algunos de los escenarios más violentos que pueden ser concebidos han sido fuertemente propagados. Las especulaciones proféticas responden a menudo a una vigorosa defensa ante las obvias amenazas externas. Eso es así hoy día, sobre todo a causa del extremismo islámico. Desde el 11 de setiembre circulan numerosas y renovadas teorías sobre los días postreros, entre ellas, que el Anticristo tendrá raíces musulmanas.

Existe una gran multitud de especulaciones sobre la fecha del arrebatamiento, la identidad del Anticristo y el comienzo de la batalla del Armagedón. En nuestro esfuerzo por dar sentido a todos estos hechos, proponemos los siguientes puntos: Primero, los acontecimientos.  Existen claras afirmaciones proféticas al respecto. Cristo vendrá otra vez por los suyos como podemos leer en Juan 14:13-17, los creyentes serán arrebatados dice 1 Tesalonicenses 4:13-17, Mateo 24:21-22 nos dice que en el fin de la era habrá un tiempo de gran tribulación en la tierra; en Apocalipsis leemos sobre varios acontecimientos. En el capítulo 19:11-21 vemos que Cristo ganará la batalla final, en el 20, del 11 al 15 dice que juzgará a los perdidos y en el capítulo 20 verso 22 encontramos que reinará tanto en la tierra como en el cielo.

Otro punto son las Interpretaciones. Las profecías solo nos revelan los hechos que en ella acontecen, nada más, advirtiéndonos, en Apocalipsis 28:18-19, acerca de no agregar ni quitar nada de las revelaciones que Dios ha dado en su palabra profética. Por ende, no deberíamos hacer decir a la Biblia ni más ni menos de lo que realmente dice. Todo exégeta bíblico se encuentra ante este desafío. Nuestras interpretaciones y suposiciones deben basarse en una exégesis bien fundamentada de la Biblia. Si estas son correctas, nos llevarán hacia conclusiones bien fundamentadas, sino no lo son, no lograremos más que una serie de especulaciones sin sentido. Asuntos como la resurrección corporal, la duración del dominio terrenal de Cristo o el verdadero carácter del cielo dependen tan solo de meras suposiciones interpretativas.

Como tercer punto encontramos las Especulaciones. Las especulaciones son conjeturas basadas en nuestras propias suposiciones interpretativas. En muchos casos, no existe una base objetiva para ellas, sino que se trata tan solo de supuestos fundamentados (o no tan fundamentados). Estas especulaciones son comunes en temas como el rol de América del Norte en la profecía bíblica, la identidad del Anticristo, quienes participarán en las guerras que se desatarán en los últimos tiempos, la marca de la bestia, y si el arrebato de los pilotos creyentes que conduzcan en ese momento automóviles y aviones podría significar la causa de muchos accidentes. El mayor peligro en el trato con la profecía bíblica es suponer que nuestras especulaciones son correctas, declarándolas luego como hechos.

El tiempo ha llegado en que los estudiantes serios de la profecía bíblica decidan discernir entre los hechos, las suposiciones y las especulaciones. El hecho de que en Oriente Medio estalle una guerra, no es razón suficiente para afirmar que se trata de la antesala al Armagedón. Para ejemplificarlo, analicemos las profecías sobre los dos testigos en Apocalipsis 11:3-13. La Biblia dice que profetizarán durante 1260 días en Jerusalén “dónde también fue crucificado nuestro Señor”. Luego son asesinados, resucitados y arrebatados al cielo. Las suposiciones interpretativas se ocupan por el momento de algunas características de esos eventos: la identidad de los dos testigos, que festividades siguen a su muerte y la cuestión de si su resurrección y arrebatamiento deben ser tomados de manera literal o figurada. Todo aquello que va más allá de esto pertenece al área de la especulación, por ejemplo, la pregunta de si las trasmisiones satelitales harán posible que desde cualquier parte del mundo se pueda ver durante tres días y medio a los dos testigos yaciendo en la calle, mientras por todas partes las personas celebran su fallecimiento y se entregan regalos los unos a los otros.

No es importante si nuestro argumento es mejor que otro, sino si estamos interpretando bien la profecía bíblica. En ese intento debemos diferenciar con claridad los hechos bíblicos de nuestras suposiciones interpretativas y nuestras especulaciones personales las cuales son intrínsecas a todos los puntos de vista proféticos. La noticia más importante de todas es que en Cristo tenemos la esperanza de la vida eterna. Como dijo el apóstol Pedro en su primera epístola capítulo 1 versos 3 al 5: “[…] que según su grande misericordia [Dios] nos hizo renacer para una esperanza viva […] [,] para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para nosotros […] [y] que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”.

Más allá de la preferencia escatológica de cada creyente, la gran mayoría de los cristianos evangélicos toman en serio las profecías bíblicas sobre los últimos tiempos y el regreso de Cristo. Muchos de nosotros creemos estar viviendo en el tiempo postrero, en el que mundo se verá inmerso en una serie de guerras devastadoras que sacudirán al planeta, aunque solo porque creamos que esos acontecimientos ocurrirán, no significa que los queramos acelerar. De todas formas, tomamos con seriedad el severo mensaje profético de las Escrituras. En siglos anteriores, los cristianos eran ridiculizados al hablar del fin del mundo: la destrucción total del planeta parecía inimaginable. En contraste, tanto los cristianos como los que no lo son, son conscientes en la actualidad de que una catástrofe de estas dimensiones es absolutamente posible.

Incluso en los últimos años el mundo llegó a reconocer que nos dirigimos hacia una catástrofe de “dimensiones bíblicas”. Las preocupaciones por el calentamiento global, la contaminación del aire y el agua, la destrucción de la capa protectora del ozono, la explosión demográfica y la inestabilidad de la corteza terrestre se citan como problemas serios que pueden repercutir en un futuro en la vida humana que habita el planeta. La Biblia advierte en 1 Tesalonicenses 5:1-2: “[…] que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche”. Este será un acontecimiento dramático que tomará al mundo de improviso. Ya ha sido demostrado de forma definitiva e irrevocable que la humanidad no puede ofrecer a este mundo una paz duradera. Todos los esfuerzos en este sentido han sido, en el mejor de los casos, de corta duración, cada uno de ellos condenado al fracaso. En los últimos tiempos, cuando tendrá lugar el intento más grande jamás iniciado por alcanzar la paz, éste culminará en la batalla más tremenda de todos los tiempos: Armagedón.

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