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Autor: Ernesto Kraft

En este programa, continuando con los Héroes de la fe, escucharemos lo que destaca a Moisés, el líder de la liberación del Pueblo de Dios de Egipto. Y el papel importantísimo de su madre en el cumplimiento del Plan de Dios.


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PE2763- Estudio Bíblico
Héroes de la fe (8ª parte)



Moisés I

Continuando con esta serie de los Héroes de la fe, es el turno de comenzar a hablar de Moisés. Dice Hebreos 11:23: “Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey”. La fe tiene gran fuerza a las puertas de la eternidad. Cuán pobre es el hombre que vivió la vida, tal vez con mucho éxito, pero que, al encontrarse con la muerte, no disfruta de promesa alguna que le pueda ofrecer solución para aquel momento. Qué espantosa desolación le traerá este día a todo aquel que no cree. ¡Sea agradecido por permanecer firme en la fe!


La fe no es solamente la solución para una muerte bendecida, sino también ejerce poder y protección al inicio de la vida. Moisés fue guardado de la ira y del asesinato por un tirano por causa de la fe de sus padres. ¿Será que nuestra fe también ejerce influencia sobre la vida de las personas que nos rodean? Cuando un paralítico no lograba llegar hasta Jesús por sí mismo, leemos que otros ejercieron la fe en su lugar Lucas 5:20 dice: “Al ver él la fe de ellos, le dijo: hombre, tus pecados te son perdonados”. La vida de padres que actúan y viven con fe ejerce grandiosa influencia sobre los hijos. Niños, parientes y colegas de trabajo que pueden convivir con ese tipo de creyente deberían sentirse muy agradecidos.


¿Cómo está su fe? ¿Ya ha madurado usted lo suficiente para que no piense más solo en sí mismo? ¿Su fe hace que usted desee servir a los demás? Los padres de Moisés tenían una fe profunda y verdadera, pues no se amedrentaron delante de los hombres. Cuando miramos a Jesús y desarrollamos una relación más profunda con Él, dejamos de ser falsos siervos de hombres y pasamos a servirlo a Él de manera honesta y sincera por medio de nuestras relaciones. Eso significa que Dios será el primero en ser servido y ocupará en nuestra vida el lugar que le es debido.


Muy a menudo, damos a los hombres el lugar en nuestra vida que pertenece solamente a Dios. No deje que las personas roben el lugar del Señor en su vida. Primeramente, Dios, después los hombres, como lo dice 2 Corintios 8:5: “Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios”. La fe de los padres de Moisés, especialmente la de Jocabed, su madre, era ejemplar. El nombre Jocabed significa “Jehová es gloria”. Es maravilloso creer en un Dios bondadoso, pero esa madre también experimentó días de luchas, dificultades, presiones y tentaciones casi insoportables. Jocabed no se quejó de las circunstancias ni del hecho de que Dios le diera un hijo justo en los días en que el faraón había decretado que todos los recién nacidos fuesen ahogados. La Biblia cuenta que esa madre también ejercía su fe durante las noches, amamantando a Moisés mientras no había peligro. Todavía no tenía cómo saber cuándo lloraría, lo que probablemente causaba mucha tensión. Pues, si los soldados del faraón escuchaban su llanto, Moisés sería muerto. La tensión empeoró tanto que leemos en Éxodo 2:3: “Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río”.

Si en el medio cristiano la fe es poco ejercida durante el día, ¿qué será entonces por las noches, es decir, las 24 horas al día?
Para muchos de nosotros, la fe termina justamente después del fin de semana. La fe de Jocabed era conducida por un amor verdadero a Dios, e igualmente cuando todo parecía caerse, no desistió. ¡El amor todo lo soporta! La fe de Jocabed muestra los siguientes frutos: Primeramente, No se quejaba de las circunstancias; por otro lado, Amaba con el amor de Dios, que todo lo soporta; en tercer lugar, no desistió y escogió el camino de la confianza: puso la canasta con Moisés sobre las aguas y creyó que Dios lo protegería.
La fe de Jocabed demostró que verdaderamente temía a Dios. ¡Viva hoy una vida de fe que demuestre que usted realmente honra y teme a un Dios que jamás se equivoca!

En Hebreos 11:24 encontramos que: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón”. Tal vez usted ya haya escuchado este tipo de sentencia: “Usted perdió esa oportunidad” o “No aceptó esa propuesta que le traería mucho dinero”. Quien cree que tener el reconocimiento de este mundo es una ventaja, está inmensamente ilusionado y engañado. En 1 Juan 2:17 la Biblia dice: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Moisés tuvo todas las oportunidades para lograr todo lo que una persona sueña que puede tener, pero leemos que, por la fe, rehusó todas esas ventajas.
La verdadera fe ejerce gran influencia en nuestra manera de vivir. Quien realmente cree, tiene metas mayores que las que los hombres que viven en este mundo tienen, y que son solamente visibles y pasajeras.


Cuando se volvió adulto, Moisés ya no quiso más ser conocido y llamado hijo de la hija del faraón. Había alcanzado la madurez espiritual, y por eso el reconocimiento humano ya no tenía más importancia para él. ¿Crece nuestra fe en la medida en que avanza nuestra edad? ¿O será que seguimos siendo siempre los mismos? Moisés desistió de ese “reconocimiento humano” al convertirse a Dios, no queriendo estar más asociado con la familia del faraón. Avergonzarse de ser llamados discípulos del Señor y de confesar a Cristo, significa que todavía nos falta reconocer que el mundo yace confiando en el maligno y que es un gran engaño vivir para los hombres. No hay nada mejor ni mayor en la vida que ser llamado hijo del Dios Altísimo. Ser y vivir como propiedad de Jesús es la mayor honra y el más alto reconocimiento que existe. Escoja lo mejor: ¡a Jesucristo! Moisés era un hombre determinado en su vida de fe. ¡Si hoy también actuáramos de manera tan decidida como él, Dios podría traer un gran despertar y avivamiento a nuestra vida!

Muchas veces llevamos nuestra vida espiritual con una postura indecisa: aparentemente todo está bien en nuestra relación con Dios, y confesamos que Dios es nuestro Padre. Sin embargo, tal vez tengamos que oír la advertencia de Jeremías 3:4: “A lo menos desde ahora, ¿no me llamarás a mí, Padre mío, guiador de mi juventud?”, por el simple hecho de que no hay renuncia al pecado. El versículo 5 sigue alertando: “He aquí que has hablado y hecho cuantas maldades pudiste”. Reconocemos que el pecado es maléfico, pero no lo odiamos al punto de abandonarlo totalmente. La decisión de Moisés lo llevó a dejar atrás toda la riqueza y el éxito del mundo. No renunció de palabra, sino asumió las consecuencias y el precio de esa decisión. Si viviéramos de esa manera, Dios se habría vuelto nuestro primer amor, y nuestra vida espiritual podría ser muy diferente.

A veces acabamos como el pueblo de Israel, que oscilaba siempre de ambos extremos. ¿Será que realmente queremos entregarlo todo a Jesús, como afirmamos en nuestras oraciones? ¿Queremos seguirlo, independientemente de a dónde nos pueda llevar eso?
Seamos honestos y confesemos que, en realidad, todavía no estamos dispuestos a soltarlo todo por amor a Jesús, que no estamos listos para desistir del mundo y sus tentaciones. Es cuando nos entregamos a Dios con tal sinceridad que comenzamos a tener una vida completa y victoriosa. Entregar todos nuestros deseos con sinceridad a Él, a pesar de tener luchas internas, nos llevará a una comunión más profunda con Dios. Entonces tendremos alegría en Él y diremos como el salmista en el Salmo 84:10: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad”.

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