Héroes de la fe (8ª parte)
14 noviembre, 2021Héroes de la fe (10ª parte)
14 noviembre, 2021Autor: Ernesto Kraft
Continuando con la exposición del autor de Hebreos, sobra la fe de Moisés, escuchamos sobre la decisión de elegir las riquezas en Cristo y no las que este mundo ofrece y de la manera que las ofrece.
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PE2764- Estudio Bíblico
Héroes de la fe (9ª parte)
Moisés II
Amigos, ¡que Jesús conduzca nuestras actitudes y nuestros deseos hoy y para siempre!
Se dice de Moises en Hebreos 11:25 “Escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado”. Moisés sabía que su elección le llevaría a algunas complicaciones, pero prefirió esas dificultades en vez de la momentánea gloria del pecado. Muchas veces nos quedamos desanimados al observar que los impíos prosperan a pesar de vivir en el pecado. Pero cuando concentró su mirada en la meta que Dios tenía para él, Moisés, tomó sobre sí el sufrimiento pasajero para seguir a su Señor y mantenerse a Su lado. Al tomar una decisión, es necesario siempre entrar en el lugar Santísimo para no precipitarnos en nuestras actitudes. Discernir entre lo pasajero y momentáneo y lo que es permanente y eterno, nos ayuda a tomar las decisiones correctas, que no nos decepcionarán. La decisión de Moisés estaba apoyada sobre este fundamento y por eso decidió como lo hizo. Su elección se basó en lo que tendría permanencia en el futuro. La idolatría momentánea pasa, ¿y entonces?
Es mejor sufrir por algún tiempo que sentir una alegría falsa ahora y después sufrir por toda la eternidad. Moisés se identificó con el pueblo de Dios, a pesar de que eso le causó dificultades. La identificación con el pueblo de Dios trae todavía otra consecuencia más: es necesario que nos aceptemos como somos. El pueblo de Dios no está compuesto solamente por personas mansas y amables, sino también por gente necia, irritante y crítica. Moisés experimentó todo eso, sin embargo, permaneció firme en su decisión. Tenga valor para tomar decisiones correctas y seguir el camino de Jesús de todo corazón, a pesar de que eso le traiga sufrimientos y malestar a su persona. Como dice Hebreos 11:26 “Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”. La deshonra por causa de seguir a Cristo es mejor que las riquezas del Egipto.
Los valores del mundo, e incluso en los ámbitos cristianos, están siendo distorsionados. Nadie quiere perderse las riquezas de ese mundo y mucho menos abstenerse de ellas. Queremos ganar más dinero y conquistar mejores y más reconocidas posiciones. Deseamos las cosas de aquellos que todavía no conocen a Jesús profundamente, no poseen satisfacción en Dios y, de esa manera, corren tras las riquezas pasajeras. Moisés conocía muy bien Egipto, pero también reconocía la grandeza de Dios y veía claramente la recompensa y el valor permanentes de andar y vivir con el Señor. Es mejor tener menos y gozar de la paz de Dios, que tener gran riqueza en ese mundo, pero sin tranquilidad y armonía. ¿Será que quien posee los “tesoros del Egipto” realmente es feliz?. Las apariencias engañan.
Tal vez usted piense como está registrado en Malaquías 3:14-15: “Habéis dicho: por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon”. Pero nuestro enfoque siempre debe ser el final en Malaquías 3:16-18: “Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”
¡Mire hacia el final y a la recompensa! Tome la misma decisión de Moisés, que fue ricamente recompensado, a pesar de las dificultades por las que pasó. ¡Moisés prefirió los malestares en vez de vivir disfrutando del pecado pasajero, pues miraba a la recompensa! Su decisión no parecía ventajosa en aquel momento, pero definiría su futuro. Leemos en la historia de Daniel, quien también no tuvo ningún beneficio cuando decidió no contaminarse con la comida del rey. Soportó el sufrimiento, pero fue recompensado. La pregunta que debemos hacernos es si vivimos para nuestro mayor objetivo o para los beneficios momentáneos de la vida.
La meta final muchas veces parece locura: no logramos más avistarlo y pensamos muy poco en las cosas que nos llevarán a la eternidad. Siempre debemos recordar que Dios conoce todas las cosas y que no se olvidará ni de un vaso de agua que ofrezcamos a alguien por amor a Jesús. No debemos actuar de manera farisaica y buscar nuestra propia recompensa, como quien dice: “Hoy hice mucho, así que también merezco mucho”. El verdadero cristiano sirve y vive para Dios por amor, sin pensar en la recompensa para sus hechos. Esa es la postura descrita en Mateo 25:37: “Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?”.
Dios no nos recompensa como el mundo lo hace. Él analiza si nuestros hechos fueron motivados por el amor. ¿Creemos de hecho que nuestra recompensa viene de Dios? En Hebreos 11:6 leemos: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. En Apocalipsis 22:12, Jesús dice: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. Hebreos 10:35 dice “no perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón”. Leemos en Hebreos 11:27: “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible”.
Podemos imaginar al faraón como un gobernante terrible y tirano, y ciertamente también tendríamos mucho miedo si tuviera verdadera influencia en nuestra vida. Sin embargo, Moisés nos enseña que las personas que verdaderamente viven por la fe y en comunión con Dios, no se dejan mover por lo que es visible. Quien cree y conoce a Dios sabe que la última palabra viene de Él y no de los hombres o de las circunstancias. Los tres amigos de Daniel tenían esa convicción y no tuvieron miedo de Nabucodonosor, que ejercía grande poder en su reino y obligaba a todos a obedecer sus órdenes.
Leemos las palabras de esos amigos en Daniel 3:17: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará”. ¡Qué profundo conocimiento de Dios tenían esos tres amigos para poder actuar así de esa manera! Lo mismo pasó con Moisés: él conoció y experimentó a Dios profundamente; si no fuera así, habría perecido delante de la ira del rey. El secreto de Moisés era la manera cómo él veía las cosas: “…porque se sostuvo como viendo al Invisible”. Para actuar así es necesario tener un corazón limpio y una comunión sincera con el Señor. Eso significa no envolverse con el pecado y la oscuridad, sino caminar en la luz, como leemos en 1 Juan 1:6: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”.
Moisés se fortaleció por medio de la comunión sincera y pura que mantenía con Dios, y por eso no se asustó con la ira del rey. Sabía que el rey era apenas un hombre limitado y mortal, y Dios es soberano y eterno. Jesús nos dice en Lucas 12:4 y 5 a quién debemos temer: “Mas os digo, amigos míos: no temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed”. Levantemos nuestra mirada con confianza a lo alto, a Aquel que tiene todo el poder en el cielo y en la tierra, y sobre todas las cosas tiene la última palabra. ¡A Él sea toda la honra hoy y eternamente!