Jesús comenzó su ministerio orando (3ª parte)

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Autor: Wolfgang Bühne

Jesús comienza su ministerio público, cuando es bautizado en el Jordán. Y es allí que vemos al Creador y Sustentador de todo ser viviente, comenzando con humilde oración el difícil camino que terminará en la cruz del Gólgota.


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PE2277 – Estudio Bíblico
Jesús comenzó su ministerio orando (3ª parte)



Amigos, un cordial saludo a todos los que tan amablemente nos están escuchando! Un gusto estar otra vez con ustedes.

Dijimos que donde se ora con seriedad, se abre el cielo y Dios reconoce nuestro servicio y contesta nuestras oraciones – a veces de manera impresionante.

En los Hechos de los Apóstoles 4:23 al 31 leemos acerca del primer culto de oración de la joven iglesia en Jerusalén.
“Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaron la palabra de Dios con confianza” (nos dice el versículo 31).

¿Hemos tenido alguna vez una experiencia parecida – personalmente o como iglesia?
El “ser llenos del Espíritu Santo” no debería ser un tema intocable para nosotros, sólo por el hecho de que ciertos círculos han abusado de ello y lo han manipulado.

Es triste, si estas experiencias las conocemos solamente de haberlas leído en libros o en relatos misioneros…

El “Gran Avivamiento” en Inglaterra y América casi siempre se ve relacionado con el 1 de enero de 1739. En ese día Jorge Whitefield, Juan y Carlos Wesley, otros cuatro metodistas de Londres, y 60 hermanos de Herrnhut, estaban reunidos en una cena fraternal, en la sociedad londinense de “Fetter Lane”.
Juan Wesley relata en su diario lo que ocurrió en ese
día notable:
“Eran cerca de las tres de la mañana y nosotros continuábamos perseverando en nuestras oraciones, cuando nos sobrevino el poder de Dios de tal manera, que muchos lloraron de gozo, y otros de los presentes cayeron al suelo. Luego, cuando pasó un poco el temor y la sorpresa que sentimos en la presencia palpable de Dios, exclamamos a una sola voz: ‘Te alabamos, oh Dios. Reconocemos que tú eres el Señor.’”

Tres días más tarde se llevó a cabo otro encuentro y Jorge Whitefield anotó en su diario:
“Perseveramos en ayuno y oración hasta las tres y nos despedimos con la firme convicción de que Dios iba a hacer grandes cosas entre nosotros.”

En las semanas que siguieron, Dios dio un avivamiento – primero en Inglaterra y luego en América. Jorge Whitefield y luego Juan Wesley predicaron el Evangelio, a veces a más de 30.000 y 50.000 oyentes al aire libre.

El Espíritu de Dios pudo obrar tan poderosamente en aquel entonces, que no sólo miles de personas se convirtieron, sino que las condiciones sociales, la moral y la política, cambiaron de forma duradera.

Seguimos viendo el ejemplo de Jesús, y vemos que Él también cultivó: La oración a solas.

Así leemos en Lucas 5:15 y 16: “Sin embargo, su fama se extendía cada vez más, y se juntaban a él muchas multitudes para oírle y para ser sanadas de sus enfermedades. Pero él se apartaba a los lugares desiertos y oraba”.

Después de ser bautizado en el Jordán, Jesús fue “lleno del Espíritu Santo” y fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado del diablo (nos dice Lucas 4:1 y 2). 40 días estuvo en ese entorno espantoso llevado de acá para allá y “tentado por el diablo”. Pero, cada punto de la táctica sutil satánica fracasó, porque el Señor no tenía pecado y era fiel. Cuando Satanás, fracasado y vencido, se largó “por un tiempo” (según el versículo 13), el Señor volvió a Galilea “en el poder del Espíritu” (nos dice el versículo 14).

En los versículos que siguen leemos como venían las gentes de Capernaúm y las ciudades de alrededor para “oírle y ser sanados de sus enfermedades”. Podríamos poner como título aquí: “Avivamiento en Galilea”. En el capítulo 5, versículo 17, leemos que hasta de Judea y de Jerusalén venían las multitudes, a pesar de que suponía varios días de camino. Entre ellos también los teólogos de Su tiempo, para escuchar al predicador de Nazaret y ver Sus milagros.

Se levantaban olas de entusiasmo. Ya se había corrido la voz en todo el país del poder de Sus palabras y también de Sus milagros. Hoy diríamos que las puertas estaban abiertas de par en par para el evangelio. Posiblemente, algunos de Sus discípulos, entusiasmados, se frotarían las manos con satisfacción opinando que “Al hierro candente, batir de repente”. Visto estratégicamente, las condiciones para la evangelización no podían ser mejores.

Pero, precisamente entonces, la Biblia nos dice que el Señor Jesús no aprovechó este momento tan favorable. No se dejó impulsar por el “viento en popa” de las oportunidades favorables y de Su popularidad. Y tampoco lo hace hoy. Se retiró al silencio y a la soledad del desierto para orar. La Versión de Lutero (de 1912) traduce este pasaje así: “mas él se evadió”, lo cual expresa que, sin llamar la atención, se apartó conscientemente del ruido y del gentío para orar. No hizo de Su fidelidad en la oración una demostración o provocación, sino que se “retiró discretamente”.

Esta actitud también la vemos claramente en Marcos 1:35, donde Marcos nos narra que “levantándose muy de mañana, aún muy de noche, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.” En esta ocasión también se alejó de la multitud que Lo buscaba. Pero, parece que en medio de la noche también se alejó de forma “inadvertida” de Sus discípulos, que estaban durmiendo, para buscar la conversación con Su Padre hasta rayar el alba.

Naturalmente, nos surgen las preguntas: ¿Qué necesidad tenía el Señor de eso? ¿No vivía en contacto constante con el Padre y en una actitud de oración con Él? ¿No eran Sus palabras, según el Salmo 109:4: “yo oraba [y podríamos agregar ‘siempre’]”?

El caso es que nuestro Señor, siendo verdadero Dios y hombre perfecto, buscaba el silencio y la soledad para poder hablar con el Padre tranquilamente y sin ser estorbado por nadie. ¡Qué vergüenza debió causar este ejemplo a los discípulos de entonces, y también la causa a los de hoy en día!

Siendo nosotros seguidores tan débiles y pecaminosos, ¡cuánta más necesidad tenemos nosotros de buscar y cultivar con todo ahínco tiempos de comunión con Dios en oración!

¿Cuál fue la consecuencia de las oraciones de Jesús en la soledad?

Justo después de narrarnos el tiempo de oración que tuvo Jesús, Lucas nos cuenta, en el capítulo 5, versículo 17, que los fariseos y doctores de la ley “habían venido de todas las aldeas de Galilea y Judea y Jerusalén”, para escuchar la enseñanza de Jesús. Atentos y al mismo tiempo con actitud crítica estaban sentados delante de Él y fueron testigos de que “el poder del Señor estaba con él para sanar”.

Aquí vemos de nuevo claramente la correlación entre la oración intensa en secreto y el poder espiritual en público.

Y yo me pregunto si los muchos casos de hermanos dotados que han agotado sus fuerzas y sufren hoy en día de burnout o síndrome del quemado, podrían haber evitado esta situación, si durante el día hubiesen planeado un tiempo de comunión con Dios a solas, y lo hubiesen realizado costase lo que costase.

¿Qué podemos aprender de nuestro Señor en este sentido de cómo practicaba la oración?

Primero, que: El mucho trabajo no debe ser motivo para renunciar a la oración o para reducir el tiempo dedicado a ella. Todo lo contrario: ¡Cuanto más tareas y trabajo, más sosiego y oración necesitamos!

A Martín Lutero le preguntaron una vez cómo sería su día de trabajo al día siguiente, a lo cual respondió: “Trabajo, trabajo de sol a sol. En verdad tengo tanto que hacer, que pasaré las primeras tres horas en oración.”

Para Lutero el mucho trabajo no era un argumento para restringir el tiempo de oración – ¡todo lo contrario!

Jorge Whitefield, a sus 23 años, era un predicador tan popular y apreciado en Londres que “ya no podía ir a pie como acostumbraba”, sino que tenía que dejarse llevar en un carruaje, para “eludir las aclamaciones y hosanas de las multitudes.”

Uno de sus biógrafos escribió de él:
“Su nombre estaba en boca de todos. Miles y diez miles preguntaban por él. Su posición era peligrosa. Su popularidad para con las grandes multitudes podrían haberlo arruinado, pero la gracia de Dios lo guardó”.

Y el 8 de enero de 1738 dio la espalda a las multitudes de Londres, y se embarcó en un velero en el que cruzaría el Atlántico y que lo llevaría a Georgia (Estados Unidos).

Queridos amigos, tenemos que terminar por hoy, pero continuaremos con este tema en el próximo programa. Hasta entonces y muchas bendiciones!!

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