Jesús tiene la última palabra (2ª parte)
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27 agosto, 2022Autor: Ernesto Kraft
¿Puede Él ser el primero y el último en nuestras vidas? Si Dios no es el primero en nuestras vidas, en muchas situaciones tendremos la última palabra. Dejemos que Él luche por nosotros, lo cual no sucederá si ocupamos el primer lugar en nuestra vida.
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PE2830- Estudio Bíblico
Jesús tiene la última palabra (3ª parte)
Amigos gracias por su compañía en esta serie de programas. A esta altura es importante que nos hagamos una extraña pregunta quién es siervo: ¿Dios o nosotros?
A pesar de que Él es el único que puede decir: “Yo soy el primero y el último,” muchas veces tratamos a Dios como si Él debiera estar a nuestra disposición, e intentamos hacerlo nuestro siervo. Él debe realizar todos nuestros deseos y sueños, y, si no lo hace, nos quedamos decepcionados y le reclamamos. Si no nos atendiera, todavía seguiría siendo un Dios justo. Y, en la práctica, Él nos cubre de amor y misericordia. Hechos 17:24-26 dice: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación«.
A pesar de que podemos llamar Padre al grande y poderoso Dios, es mucho abuso si nosotros, que somos como polvo, lo tratamos como nuestro siervo, como si Él nos debiera obedecer. Solamente Él puede hacer lo que quiere. No necesita darnos cuentas de por qué hizo eso o aquello, de esta o de otra forma. Cuando nos da una enfermedad, no podemos exigir de Él la sanidad, con una actitud como si fuera Su obligación sanarnos. Podemos pedirle, pero deberíamos hacerlo con la actitud que leemos en 1 Reyes 8:28, donde dice: “con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti» . Dos veces ese versículo menciona “Tu siervo”. Si tenemos esa actitud, nuestra oración tendrá el tono correcto. Desafortunadamente, oímos exactamente lo contrario en muchas iglesias hoy. Allí el hombre pretende ser Dios, y que Dios es el siervo.
Podemos ser Sus colaboradores, como lo dice 1 Corintios 3, pero quien da las coordenadas es Aquél que es el primero y el último. Si un colaborador manda, ya es demasiado. Pero podemos trabajar con Él, lo cual es un gran privilegio. Humíllese bajo Su poderosa mano, y vuélvase siervo, pues Juan 15:20 dice: “Acordaos de la palabra que yo os he dicho: el siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra”. Y en Mateo 10:24 está escrito: “el discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor”.
¿Puede Él ser el primero y el último en nuestras vidas? Con todas esas verdades maravillosas solo nos queda una pregunta: ¿puede ser Dios el primero en su vida, y así también el último? Por ejemplo, de Caín está escrito en Génesis 4:13 que dio su última palabra sobre sí mismo: “Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado”. Caín dio la última palabra sobre sí mismo. Y si nosotros no creemos completamente en la obra salvadora de Jesús, tampoco podemos llegar al punto de decir que el pecado es demasiado grande para ser perdonado. Y, en nuestra falta de fe, muchas veces tenemos la última palabra, que es: “Ya no, se acabó, no hay más posibilidad ni esperanza”.
Si Dios no es el primero en nuestras vidas, en muchas situaciones tendremos la última palabra. Por ejemplo, en 1 Corintios 4:5 dice: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios«. Quien juzga saca a Dios del primer lugar y se vuelve el que tiene la última palabra. Romanos 12:19 también nos enseña dónde debemos cuidarnos para no quitar el primer lugar a Dios: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. Si le damos espacio, Dios se vuelve el primero y así también el último. Si nosotros no le damos espacio, nos colocamos a nosotros mismos en Su lugar, y, como consecuencia, Dios no tendrá más influencia sobre nuestra vida.
Romanos 14:9 dice: “Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven”. Cuando Dios puede ser el primero y el último en nuestra vida, Él es Señor de nuestra vida. Y en esa actitud preguntamos: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. Y también podemos confiárselo todo a Él. Podemos actuar como dice el Salmo 17:2: “De tu presencia proceda mi vindicación; vean tus ojos la rectitud”. Dejemos que Él luche por nosotros, lo cual no sucederá si ocupamos el primer lugar en nuestra vida.
¿Estamos dispuestos a asumir esa actitud de darle a Él el primer lugar? ¿No actuamos muchas veces como si tomáramos la dirección y dijéramos: Señor Jesús, bendíceme ahora cuando yo gire hacia la derecha, y cuando yo haga eso o aquello? Planeo y hago lo que yo quiero y Dios me debe bendecir. En la realidad, yo debería colocar la dirección en Sus manos, y sentarme en el asiento de atrás, dejando que me lleve adonde Él quiera.
Cuando Dios puede ser el primero, y también tener la última palabra, la pasaremos bien. Quedaremos tranquilos, felices y satisfechos, pues nos encontraremos en el lugar correcto. La comunión íntima con Dios nos da completa paz. Entregue el primer lugar de su vida a Jesús, y usted experimentará la mayor bendición que hay. Dios, que es el primero y el último, puede satisfacer la vida en todas las áreas. Juan 10:10 dice: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Pero esa vida, solamente la tendrá quien le da a Dios el primer lugar.
Ninguno de Sus Planes Podrá ser Frustrado. Job 42:2 dice “Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti”. Y en Números 23:19 Moisés dice “Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?”.
En el final de su vida, Josué testificó que Dios es fiel para cumplir Sus promesas: Josué 23:14-15 “Y he aquí que yo estoy para entrar hoy por el camino de toda la tierra; reconoced, pues, con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, que no ha faltado una palabra de todas las buenas palabras que Jehová vuestro Dios había dicho de vosotros; todas os han acontecido, no ha faltado ninguna de ellas. Pero, así como ha venido sobre vosotros toda palabra buena que Jehová vuestro Dios os había dicho, también traerá Jehová sobre vosotros toda palabra mala, hasta destruiros de sobre la buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado”.
Salomón también lo dijo, en su oración en 1 Reyes 8:56, que ni una sola palabra de Sus promesas había fallado: “Bendito sea Jehová, que ha dado paz a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había dicho; ninguna palabra de todas sus promesas que expresó por Moisés su siervo, ha faltado”. Y, en Ezequiel 36:36, Dios refuerza la verdad de que Él es siempre fiel a Su Palabra: “Y las naciones que queden en vuestros alrededores sabrán que yo reedifiqué lo que estaba derribado, y planté lo que estaba desolado; yo Jehová he hablado, y lo haré”. Esas palabras nos animan a confiar en Dios y en Su Palabra, que es verdadera.