¡Jesús viene! ¿Estás listo? 2/4

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Titulo: “¡Jesús viene! ¿Estás listo?” 2/4
 

Autor: Marcel Malgo 
Nº: PE1045

Desdeantes de la fundación del mundo nos es dado en Cristo todo lo que existe en bendición espiritual en el cielo; también la recompensa está lista para retirar. Pero para esto, Dios exige de nosotros que vivamos de manera que no perdamos esa deliciosa recompensa.

 


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«¡Jesús viene! ¿Estás listo?» 2/4

¿Sabe usted estimado amigo, ¿Cuál «obra», o sea, cuál «trabajo» recibirá recompensa?

Aquí, se podrían nombrar muchas cosas, las cuales el Señor busca en los Suyos. Pero pienso que tendríamos que quedarnos con esta palabra «obra»: «…la obra de cada uno será evidente…» Pero ya que sin Jesús no podemos hacer nada que permanece, en realidad, tenemos que preguntar así: 

¿Cuál es la obra de Dios, que El quiere hacer en y a través de nosotros?

Al respecto, el Señor dice en San Juan: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, que el Hijo del Hombre os dará; porque en éste, Dios el Padre ha puesto su sello. Entonces le dijeron: ¿Qué haremos para realizar las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios: que creáis en aquel que él ha enviado». Lo importante no será, pues, en primer lugar todo lo que hayamos hecho para El (pensemos solamente en Marta y María), sino la pregunta: ¿Qué pudo ser Jesús en tu vida? En qué medida pudo ser eficaz la fe en Jesucristo en tu vida? Por eso el Señor nos hace una pregunta decisiva en Lucas 18:8b: «Sin embargo, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?» No se trata de la fe general, sino de la fe que sin compromisos cree en el poder del Señor Jesucristo. En otras palabras: ¿Qué hemos hecho – tú y yo – con Jesucristo?

Querido amigo, querida amiga, hoy todavía hay tiempo para ocuparnos en no «solamente» llegar a ser salvo, sino también recibir la recompensa – pues el Rey está preparando Su cena de bodas. ¡Jesucristo regresará muy pronto para tomar a los Suyos con El!

Tenemos en la Biblia maravillosas representaciones proféticas de ese glorioso y extraordinario acontecimiento, de la cena de bodas del Cordero con Su Esposa. En Ester 1:5-8, por ejemplo, leemos: «Una vez cumplidos estos días, el rey hizo un banquete durante siete días para todo el pueblo que se hallaba en Susa, la capital, desde el mayor hasta el menor, en el patio de los jardines del palacio real. Había lienzos de lino blanco y azul, sujetos por cordones de lino y de púrpura a anillos de plata y a columnas de mármol. Los divanes de oro y de plata estaban sobre un pavimento de alabastro, de mármol, de madreperla y de ónice. Y conforme a la generosidad del rey, daban a beber mucho vino real en vasos de oro, vasos diferentes unos de otros. La bebida era, de acuerdo con lo establecido, sin ninguna obligación; porque el rey había mandado a todos los mayordomos de su casa que se hiciese conforme al gusto de cada uno.»

¿Por qué se describen aquí hasta los detalles de esa fiesta en la corte de Asuero? Supongo porque es una débil imagen del banquete celestial, del cual el Señor Jesús dice en forma de parábola, en Mateo 22:4, entre otras cosas: «Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los invitados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido matados, y todo está preparado. Venid a las bodas.» La descripción detallada de la gran fiesta de Asuero es una representación profética de las cosas futuras y señala también la gran cena en Lucas 14:16-17: «Pero él le dijo: Un hombre hizo un gran banquete e invitó a muchos. A la hora del banquete envió a su siervo para decir a los invitados: Venid, porque ya está preparado.»

Ese banquete en el pasado representa, además, aún otra cosa. Leamos al respecto una vez más Ester 1:7-8, esta vez según la versión de Reina / Valera 60: «Y daban a beber en vasos de oro, y vasos diferentes unos de otros, y mucho vino real, de acuerdo con la generosidad del rey. Y la bebida era según esta ley: Que nadie fuese obligado a beber; porque así lo había mandado el rey a todos los mayordomos de su casa, que se hiciese según la voluntad de cada uno.» En otras palabras: Nadie era obligado a probar ese delicioso vino del rey. Esto nos hace pensar en lo más rico y más glorioso que haya en esta tierra: el Evangelio de Jesucristo. Nadie es obligado a aceptar a Jesucristo – esto es absolutamente voluntario. En Apocalipsis, el Señor glorificado dice: «El que tiene sed, venga. El que quiere, tome del agua de vida gratuitamente.» Desde Gólgota, el Evangelio de Jesucristo es ofrecido a todos los hombres, como en aquel entonces el vino de Asuero. Cada uno que quiere, puede venir y tomar. Ya en el Antiguo Testamento, la invitación del Señor, «a quien Dios hizo para nosotros sabiduría», se dirige a todos los que quieren. En Proverbios 9:1-5 leemos: «La sabiduría edifica su casa, labra sus siete columnas, mata sus animales, mezcla su vino y pone su mesa. Envía a sus criadas, y llama desde lo más alto de la ciudad: ¡Si alguno es ingenuo, que venga acá! Y a los faltos de entendimiento dice: Venid, comed mi pan y bebed mi vino que yo he mezclado.» ¿Qué es lo que nos ofrece Jesucristo, la Sabiduría de Dios? Lo mejor que haya fluido en esta tierra: ¡Su sangre! El dice en Juan 6:55: «Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida». Espero que todos nuestros amigos ya hayan recibido al Señor Jesucristo como su Salvador personal. Esto significa que has dicho sí, has tomado la copa, has aceptado Su sangre. Pero ¡qué responsabilidad tenemos, todos los que hemos dicho sí a Jesucristo! Pues ¿qué significa para nosotros el hecho de que hemos aceptado Su sangre?

¿Sabe usted querido amigo Para qué dio Jesucristo Su sangre?

Se podrían decir muchas cosas al respecto, como por ejemplo: El la dio para rescatarnos. Pero es aún más: En la cruz del Gólgota, El derramó Su sangre también para darnos con ella todo lo que Dios había preparado para nosotros ya antes de la fundación del mundo. Y esto justamente no incluye solamente la salvación, el hecho de que eres salvo eternamente, sino también la recompensa. En otras palabras: Ya antes de la fundación del mundo, la sangre del Señor Jesús no solamente garantizó nuestra salvación, sino que además de ella está preparada también la recompensa. Al respecto leemos en Efesios 1:3-4: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. Asimismo, nos escogió en él desde antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.» Podemos decir, pues, que desde antes de la fundación del mundo nos es dado en Cristo todo lo que existe en bendición espiritual en el cielo; también la recompensa está lista para retirar. Pero para esto, Dios exige de nosotros que vivamos de manera que no perdamos esa deliciosa recompensa.

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