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Autor: Eduardo Cartea Millos

2ª de Crónicas 20 nos revela los pilares del éxito cuando el enemigo ataca: la comunión y la oración. En la gran oración de Josafat de los versículos 5 al 13 descubrimos reconocimiento, reafirmación de la fe y ruego. La respuesta de Dios y su actuar no tardan.


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PE2560 – Estudio Bíblico
Josafat, un héroe con pies de barro (20ª parte)



La batalla es de Dios

Estimado oyente, hemos estado conversando sobre la oración monumental del rey Josafat que encontramos en la Biblia, en 2ª de Crónicas capítulo 20. Si leemos los versículos 5-13 encontramos algunos aspectos muy importantes para tomar en cuenta para nuestras vidas. En primer lugar hablamos del reconocimiento: “Jehová Dios de nuestros padres ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quién te resista?”, declaró Josafat en el versículo 6.

También hemos visto la reafirmación de la fe. Esto se nota cuando Josafat recuerda la confianza de uno de sus antepasados, Salomón, cuando en la inauguración del templo dedicado a Dios dijo “Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti (porque tu nombre está en esta casa) y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás”, (2 Cr. 6:28-31). Josafat está lleno de fe.

Quiero hacernos recordar a un hombre de oración y fe del siglo diecinueve: El gran George Müller. Se dice que una vez George Müller tuvo una experiencia con un capitán de un barco, quien declaró que no pudo continuar siendo el mismo después de haber tenido a Müller a bordo. El relato dice que encontrándose en medio del mar, una espesa neblina hizo detener la nave. Müller fue a la cabina del capitán y le dijo: “Capitán, tengo que estar el domingo próximo en Toronto. En 40 años que sirvo a mi Señor jamás he dejado de cumplir un compromiso”. Ante la imposibilidad de avanzar, Müller se ofreció para orar a Dios. Al terminar su oración, el capitán quiso orar también, pero Müller le dijo: “Capitán, no ore, pues usted no cree”. Subieron a la planchada del buque y pudieron ver que la neblina comenzaba a despejarse.

En la oración de Josafat también podemos notar el ruego. En el versículo 12 el rey dice: “¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros. No sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos”. ¡Qué extraordinaria oración! Por un lado, la genuina expresión de limitación humana: “En nosotros no hay fuerza… no sabemos qué hacer”. Por otro lado, el total descanso en el poder divino: “A ti volvemos nuestros ojos”.

¿Es posible que Dios no oiga y no conteste esta oración? Es como la actitud de un niño pequeño, que ante el problema, la dificultad que está más allá de sus posibilidades, levanta sus ojos y mira a su padre. Él tiene la solución. Él puede hacerlo. Él sabe cómo. Es confianza total. Es dependencia absoluta. Cuando bajamos nuestras armas, cuando somos conscientes de nuestra impotencia, y alzamos nuestra vista, allí está Dios. Así nos invita también Isaías en ese monumental capítulo 40 en el que Dios es exaltado como el creador y sustentador de todo, el que está sentado por encima de todo, el que da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas: “Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio” (v. 26). Si Dios cuenta una a una los millones y millones de estrellas del cosmos insondable, ¿no será capaz de atender y resolver mi problema?

En la oración de 2ª Crónicas 20 también vemos la respuesta de Dios. En medio de aquella gran multitud de hombres, mujeres y niños, todos orando a Dios, presididos por Josafat, está el profeta Jahaziel, un levita de la familia de Asaf, familia de salmistas, cantores y músicos. Y el Espíritu de Dios vino sobre él y dijo: “Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: no temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para que peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros” (v. 15-17).

El nombre Jahaziel significa “Dios revelará” y fue justamente lo que Dios hizo: les reveló su plan. Un plan para el cual solo tenían que tener fe, confianza y alabanza. Nada más les pedía el Señor. La antigua respuesta que tanto resultado había dado a Israel. Notemos en esta respuesta de Dios dos cosas: control y confianza. El control lo notamos en el verso 15: “No temáis, ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios”. Él está por sobre toda circunstancia, por sobre toda dificultad. Él es el Dios soberano. Luego, vemos la confianza en el verso 17: “No habrá para que peleéis vosotros en este caso”. Dicho de otro modo: “Ustedes no tendrán que intervenir en esta batalla”. Dios actúa de diversas formas, no siempre de la misma manera. Su gracia es, como dice 1Pedro 4:10 “multiforme”, multicolor. Cada caso es distinto. Y para cada caso, Su gracia tiene una respuesta distinta, adecuada. Así que en este caso, requería pararse, estar quietos, y ver la salvación de Jehová con ellos. La estrategia, en este caso, era “no hacer nada”. Solo estar quietos y ver cómo actuaba Dios. No tenían que ser actores, sino espectadores.

Lo mismo ocurrió aquella mañana a orillas del Mar Rojo, cuando después de una noche única en la que celebraron la primera Pascua, la procesión de un pueblo esclavizado por siglos y libertado por el poder de Dios, quedó atrapada entre el desierto, el mar y las fuerzas del Faraón. ¿Qué hacer? “¿Para esto nos trajiste hasta aquí? ¿Para que muramos en el desierto?” eran las quejas que el pueblo le hacía a Moisés. El anciano líder ora a Dios y habla al pueblo diciendo: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros… Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos” (Éx.14:13, 14). Entonces, el pueblo comenzó a marchar y apenas los pies del pueblo rozaron las aguas, el recio viento oriental sopló, el mar se volvió seco y las aguas quedaron retenidas como muros a derecha e izquierda, mientras aquella multitud de dos millones de almas, cruzaba el límite entre la esclavitud y la libertad. La orden fue “avanzad”; las aguas se abrieron, ellos pasaron en seco y los egipcios encontraron en ellas su sepultura.

¿No es el mismo Dios? ¿No tiene el mismo poder? ¿No es Dios de milagros y virtud? ¿Cambiaron los métodos divinos? No. ¿Menguó el poder de Dios? Tampoco. ¿Le hace falta al Señor algo de mí? En ninguna manera. La maravillosa fórmula es la misma: “Quedaos quietos… estad firmes y ved la salvación del Señor”. David lo canta en varios de sus Salmos: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él” dice el Salmo 37:7; “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” leemos en el 46:10. En Job 35:14 Eliú expresa: “La causa está delante de él; por tanto, aguárdale”. Isaías lo reafirma: “Su fortaleza sería estarse quietos” (Is. 30:7). No es fácil actuar así siempre. Nuestra reacción es intervenir, y hasta intentar “ayudar a Dios”.

Requiere una alta dosis de confianza en el Señor aprender a descansar en Su poder y Sus promesas. Solo un creyente maduro, que ha aprendido muchas veces en duras pruebas, a confiar totalmente en Dios puede obrar de esta forma. Por eso leemos en el v. 20 de 2ª Crónicas 20 que Josafat dijo: “Creed en Jehová vuestro Dios y estaréis seguros; confiad en sus profetas y seréis prosperados”. J.R. Caldwell afirma: “Nos trae a la mente la exhortación final del apóstol Pablo a los Efesios, que decía: “Os encomiendo a Dios”, único manantial de ayuda y de bendición, y “a la Palabra de su gracia”, único medio por el cual se revela a los hombres la voluntad divina”.

La oración de Josafat también nos revela compañía. El verso 17 declara: “No temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos porque Jehová estará con vosotros”. La reacción de Josafat y de su pueblo está en los versículos 18-19, que veremos luego. Hubo adoración y alabanza. Pero es maravilloso leer la última frase de este versículo 17: “Jehová estará con vosotros”. Esta es la clave: la presencia de Dios con los suyos es lo que necesitamos para tener garantía de victoria. En este sentido, en Éxodo 33:15 encontramos aquella recordada frase de Moisés. Dios le prometió: “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”. Y Moisés respondió: “Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”. En otras palabras: “Señor, si no vienes con nosotros, si no guías Tú el camino, mejor no emprendamos este viaje. Si no vienes con nosotros, ¿cómo voy a saber que estamos juntos en esto, que es tu voluntad el hacerlo?”. Esto, mi amigo, es exactamente lo que deberíamos decirle al Señor en cada circunstancia, en cada alternativa, en aquellos momentos en los cuales nuestra vida se decide. Mejor no hacer nada, si el Señor no nos está guiando.

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