La Biblia se defiende a sí misma (3ª parte)


Autor: J. Warner Wallace

La autenticidad de la Biblia es uno de los argumentos que causa más cuestionamientos por parte de las personas que reciben el mensaje del Evangelio. Este programa es el tercero y último de una serie titulada “La Biblia se defiende a sí misma”. No es necesario ningún elemento externo, sino deducciones lógicas que Dios dejó al alcance para revelarse a quien lo quiere conocer.


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PE3099 – La Biblia se defiende a sí misma (3ª parte)



Querido amigo, en los dos programas pasados vimos como la Biblia se defiende a sí misma contra aquellos que alegan que los Evangelios fueron inventados siglos después de Jesús por personas que ni siquiera habían visto a Jesús.  Sin embargo, vimos que el apóstol Pablo cita el Evangelio de Lucas y lo pone al mismo nivel que las Escrituras del Antiguo Testamento.

Y que Lucas cita los evangelios de Marcos y de Mateo de modo que ya antes de la mitad del primer siglo, los Evangelios circulaban y fueran reconocidos como tales.

 

Otro argumento por la autenticidad de los autores como testigos oculares es el hecho de que Marcos parece proteger a gente importante

Ya hemos hablado de la necesidad de darle importancia a cada palabra. Durante mis años como investigador de policía, hubo muchas situaciones en las que un testigo elegía cuidadosamente sus palabras para no implicar a otra persona en el caso. Esto era especialmente cierto en los casos relacionados con bandas. Muchas veces, un testigo era valiente como para facilitarnos información, pero cuando se trataba de la identidad de otras personas que habían estado presentes, se mostraba evasivo o directamente cerrado. Inspirado por el temor de que estos testigos adicionales pudieran estar en peligro, el testigo los mencionaba en su informe sin identificarlos explícitamente. La mayoría de las veces, los testigos simplemente intentaban proteger a alguien.

Pero en algunos casos viejos sin resolver, cuando volví a entrevistar a testigos que habían hablado con los investigadores años atrás, me di cuenta de que ahora estaban dispuestos a decirme la identidad de las personas que antes se negaban a nombrar. A veces era porque habían desarrollado enojo hacia esas personas a lo largo de los años. Esto era especialmente cierto cuando las parejas se habían separado y ahora estaban dispuestas a hablar el uno del otro. A veces tenía que ver con el hecho de que el miedo a las consecuencias de testificar había disminuido. Cuando un sospechoso moría, no era raro que alguien se presentara a la policía, simplemente porque el miedo había desaparecido.

Muchos lectores atentos del Evangelio de Marcos se han dado cuenta de que en este relato hay una serie de personas no identificadas. Estas figuras anónimas ocupan a menudo posiciones clave en la narración, pero Marcos optó por no mencionarlas por su nombre. Por ejemplo, Marcos escribe sobre los acontecimientos del huerto de Getsemaní en el capítulo 14 versículo 47: “Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja”. Marcos no da el nombre del agresor ni de la persona agredida, mientras que Juan identifica en su Evangelio tanto a Pedro como el agresor como a Malco que fue el agredido. Del mismo modo, Marcos no identificó a la mujer que ungió a Jesús en casa de Simón el leproso, y Juan nos dice que fue María, la hermana de Marta, quien derramó el aceite de la unción sobre la cabeza de Jesús, dando a conocer que él es el Mesías Rey.

 

Aunque quienes dudan o directamente niegan esto, han ofrecido una serie de explicaciones para esta discrepancia alegando, por ejemplo, que podrían ser adornos tardíos para avanzar en la creciente mitología de los Evangelios, puede haber una razón mucho más simple para ello.

 

Si Marcos, quería proteger la identidad de Pedro y la de María, tiene sentido que los dejara sin nombrar para que los dirigentes judíos no pudieran perseguirlos tan fácilmente. Marcos ni siquiera describe cómo Jesús resucitó al hermano de María, Lázaro. Una vez más, esto tiene sentido si Marcos estaba tratando de proteger la identidad de Lázaro en los primeros años del movimiento cristiano, ya que su resurrección era de particular interés para los líderes judíos y provocó que buscaran a Jesús para matarlo.

 

Si Marcos escribió su Evangelio en una fecha temprana, cuando María, Lázaro, Pedro y Malco aún vivían, es concebible que Marcos no quisiera revelar sus nombres.

 

Los eruditos reconocen generalmente que el Evangelio de Juan fue el último en añadirse a los relatos evangélicos del Nuevo Testamento. Lo más probable es que se escribiera cuando Pedro, Malco y María ya estaban muertos. Al igual que algunos de los testigos de mis casos sin resolver, Juan tuvo la libertad de identificar a estas personas importantes, porque ya no se les podrían hacer daño.

 

Dadas estas diez pruebas circunstanciales que vimos hasta ahora, surge la pregunta: ¿a qué conclusión razonable se puede llegar respecto a la época de redacción del Evangelio? En primer lugar, debemos explicar por qué el registro del Nuevo Testamento omite varios acontecimientos históricos importantes: la destrucción del Templo, el asedio de Jerusalén y las muertes de Pedro, Pablo y Jacobo.

Estas omisiones son bastante explicables si los Hechos de los Apóstoles, que se suponía describiría estos acontecimientos, se escribieron antes del año 62 d.C. Estos acontecimientos faltan en los relatos porque aún no habían tenido lugar.

 

Sabemos por la introducción al libro de Hechos que el Evangelio de Lucas es anterior a Hechos, pero debemos utilizar las pruebas circunstanciales restantes para determinar cuánto tiempo antes fue escrito. El hecho de que Pablo repitiera la descripción que los evangelistas hacían de Jesús es coherente con el hecho de que conocía el contenido de los Evangelios, y sus citas del Evangelio de Lucas en 1 Timoteo confirman que el relato de Lucas existió bastante temprano, antes de 57 d.C. Pablo podía citar el Evangelio de Lucas y confiar en él como parte de las Escrituras porque ya había sido escrito, había circulado durante un tiempo y había sido ampliamente aceptado. Los lectores de sus cartas reconocían en estas citas que Pablo consideraba verídico el Evangelio de Lucas.

 

Lucas escribió en el capítulo 1 verso 2 que usó material de aquellos “que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra”.

Además, se refirió a más de quinientos versículos de los Evangelios de Marcos y de Mateo, o directamente los citó. De ello se deduce que estos Evangelios ya existían cuando Lucas inició sus investigaciones.

 

Si esto es cierto, entonces el Evangelio de Marcos tiene una fecha de composición mucho más temprana que la de Lucas y puede fecharse a finales de los años cuarenta. Esto explica también algunos rasgos característicos del Evangelio de Marcos. El Evangelio parece irradiar una sensación de urgencia, similar a la de un “parte policial” dada por los primeros agentes que llegan a una escena del crimen. Marcos parece querer proteger a algunas personas importantes en su relato como si aún estuvieran vivas cuando se escribió el Evangelio.

 

A partir de las pruebas circunstanciales, se puede concluir que los Evangelios se escribieron muy al principio de la historia, en una época en la que los testigos oculares originales y los escritores de los Evangelios aún vivían y podían dar testimonio de lo que habían visto. Por esta razón, Marcos se esforzó en no identificar a personas importantes, y Pablo pudo señalar a quinientos testigos oculares vivos que podían dar fe de la resurrección de Jesús. ¡Quinientos!

 

Aunque a los escépticos les gusta afirmar que los Evangelios se escribieron mucho después de las supuestas vidas de los apóstoles y cerca del tiempo de los concilios que los confirmaron, las pruebas apuntan a lo contrario.

La Biblia se defiende a sí misma.

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