La proclama del Arrepentimiento
25 abril, 2013Puede Tener Certeza (1ª Parte)
25 abril, 2013Autor: Herman Hartwich
La cruz es un símbolo contradictorio: para algunos significa muerte, sufrimiento, tropiezo, locura. Pero para los creyentes significa victoria, redención, gloria, muerte a la vida pasada; y todo esto gracias al sacrificio de Jesucristo.
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PE1873- Estudio Bíblico – La Cruz de Cristo
¿Qué tal, mis amigos? ¡Qué gusto estar junto a ustedes en una nueva oportunidad! Y en esta oportunidad como siempre les saludo en el nombre de Jesucristo, deseando las más caras bendiciones de Dios para sus vidas. El propósito nuestro es llegar a ustedes con la palabra de Dios, con el fin de brindarle una seguridad tan grande que puede tener poniendo su fe en Jesucristo; esa seguridad que todo el mundo anhela tener. Y esta instancia es tu oportunidad de poder llegar a experimentar esta certeza en la vida y en la vida abundante.
Quisiera reflexionar en esta oportunidad acerca de la cruz de Cristo. La cruz es un instrumento de sufrimiento, es símbolo de muerte, y ya en el Antiguo Testamento la palabra de Dios había anunciado la crucifixión del Señor. Moisés había sido a quien Dios había dado la orden de que levantara un asta y enroscara una serpiente hecha de bronce para que todas aquellas personas que fueran mordidas por las serpientes ardientes en el desierto y miraran a aquella serpiente sobre un asta fueran salvados, fueran librados de la muerte. En el capítulo 3 del Evangelio de Juan, versículos 14 al 16, el Señor Jesús hace referencia a este evento en la historia, y dice así: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree no se pierda más tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él cree no se pierda mas tenga vida eterna”. Pero también en el propio Evangelio de Juan, en el capítulo 12, versos 32 y 33, anunciando su muerte que se aproximaba, Jesús declaró: “’Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo’. Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir”. ¿Saben que los discípulos cuando querían hablar del amor de Dios siempre apuntaban a la cruz de Cristo? Porque allí realmente se mostró el amor, el amor de Dios. El apóstol San Pablo en Filipenses 2:6-8 (voy a estar leyendo), haciendo referencia a la humillación de nuestro Señor Jesucristo como un ejemplo para nosotros también, él dice: “El cual (refiriéndose a Jesús) siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz”.
Es muy interesante que la cruz, el tema de la cruz, el hecho de hablar de la cruz, hacer referencia a la cruz, siempre fue un tropiezo para los que se pierden pero no así para los creyentes. El apóstol San Pablo cuando escribe a los Corintios en su Primera Epístola, capítulo 1, versos 17 y 18 dice: “Dios no me envió a bautizar sino a predicar el Evangelio; no con sabiduría de palabras para que no se haga vana la cruz de Cristo. Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden, pero a los que se salvan, esto es a nosotros, es poder de Dios”. ¡Qué tremenda verdad! Hoy en el siglo XXI continuamos experimentando lo mismo: para las personas que se pierden, para las personas que se niegan a conocer a Jesucristo el tema de la cruz es locura. Pero para nosotros, para los que abrimos el corazón, para aquellos que recibimos este don de Dios, el don de la fe salvadora, la cruz es poder de Dios. Y en los versículos 20 al 24 del mismo capítulo 1 de 1ª de Corintios dice: “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griego buscan la sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado. Para los judíos ciertamente tropezadero y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios”. ¡Qué tremendo! Para unos es un tropiezo, para otros es locura; mas para los que somos llamados por Dios a gustar de la vida eterna, aquellos que tenemos el corazón dispuesto a oír la voz del Espíritu Santo convenciéndonos de nuestra profunda necesidad a causa del pecado, esto es poder de Dios.
La predicación que no habla del sacrificio de Cristo, del poder y de la suficiencia de ese sacrificio no es bíblica. Mi querido oyente: si usted escucha una predicación que no habla acerca del sacrificio de Jesús en la cruz, no es bíblica. Muchos eluden la cruz para evitar persecución aun en el día de hoy. Pero en la época apostólica, el apóstol Pablo cuando le escribe a los Gálatas, capítulo 6, verso 12 dice: “Todos los que quieran agradar en la carne, estos os obligan a que os circuncidéis solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo”. Pero Pablo se gloriaba: la cruz le recordaba la propia muerte a la vieja vida y al mundo; la cruz es un símbolo que nos recuerda nuestra propia muerte. Jesús decía: “El que no toma su cruz y no viene en pos de mí, no es digno de mí”. “Pero lejos esté de mí gloriarme sino en la cruz del Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí y yo al mundo”.
La cruz también nos muestra la anulación de la sentencia que pesa sobre cada uno de nosotros. Cuando Pablo escribe a los Colosenses en el capítulo 2, versos 13 al 15 dice: “Y a vosotros estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con Él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz. Y despojando los principados y las potestades los exhibió públicamente triunfando sobre ellos en la cruz”. Había un acta, un decreto contra nosotros por ser pecadores; pero el Señor la clavó allí en la cruz. Él cargó, Él se hizo responsable de esa sentencia para liberarnos a nosotros. El autor de la Epístola a los Hebreos, en el capítulo 12, versos 1 al 4 dice: “Por tanto nosotros también teniendo en derredor nuestra tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante puestos los ojos en Jesús, autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar; porque aun no habéis resistido hasta la sangre combatiendo contra el pecado”. Aquí el Señor nos está hablando a través de su siervo, haciendo referencia al gozo puesto delante de Él, el gozo de saber que su sacrificio en la cruz iba a redundar en la salvación, en la transformación de tantas vidas.
Tenemos un dicho muy común en nuestra sociedad que dice: “El hombre propone y Dios dispone”. Pero yo estaba pensando en este dicho y se me ocurrió que yo encuentro que Dios propone y el hombre dispone, en el área espiritual. Dios te propone el perdón de todos tus pecados, la liberación del poder del pecado y del mundo. La cruz te habla de su victoria, esa victoria que tú puedes experimentar, puedes poseer depositando tu fe en Jesucristo. Dios te propone esto; tú dispones. Tú decides si te entregas a Él o no; esto corre por tu cuenta. Muchas personas dicen “bueno, si es la voluntad de Dios salvarme…”. Me consta que es la voluntad de Dios, la buena voluntad de Dios se ha manifestado desde la eternidad y hasta la eternidad. Esa buena voluntad para con nosotros ha hecho todo lo posible para que nosotros volviésemos a la comunión con Él, al compañerismo con Él. Él te propone este perdón a través de la cruz de Jesucristo, te ofrece esta gracia; tú decides. Que Dios te bendiga.