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Título: La esperanza de Israel en su Mesías

Autor: Fredi Winkler
PE1406

Como un hilo conductor, la esperanza de la venida de un Salvador se puede seguir a través de toda la Biblia, el libro que Dios le ha dado a la humanidad por medio del pueblo de Israel. Aunque esta esperanza del Mesías fue dada en primer lugar al pueblo elegido, según el testimonio de las Escrituras, le pertenece a toda la humanidad.


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Estimados amigos , quiero compartir con ustedes hoy el mensaje de Fredi Winkler: „La Esperanza de Israel en su Mesías».

Es importante saber que esta esperanza no surgió recién con el nacimiento del pueblo judío, sino ya al principio de la historia de la humanidad, cuando Adán y Eva cayeron en pecado por la astucia de la serpiente, y los hombres sufrieron una separación de Dios.

También debemos saber que es una esperanza universal. Sería una equivocación considerar la esperanza del Mesías como un asunto meramente judío, porque la Biblia ya habla de ella en relación con el primer pecado de Adán y Eva. En aquel entonces, Dios dijo a la serpiente, o sea a Satanás, lo que leemos en Gn. 3:15: «Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar». Para llevar a cabo Su Plan de Salvación – ya mencionado en este versículo -, Dios se quiso valer de un pueblo intermediario, por el cual el Mesías prometido iba a venir a este mundo. Para esto eligió a Israel. Por esta razón hay una estrecha relación entre la elección de Israel y la salvación de la humanidad. A través de toda la Santa Escritura, como luces que se van encendiendo, aparecen profecías sobre el futuro Salvador, bajo diferentes nombres. En su bendición profética para sus hijos, el patriarca Jacob, padre del pueblo de Israel, en Gn. 49:10 le da al Mesías el misterioso nombre de «Siloh»: «No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos».

Es interesante que en esta primera promesa mesiánica al pueblo de Israel recién nacido, también se mencionen los pueblos. Con esto, Dios mostró claramente desde el principio, por Su Espíritu, que esta esperanza también es para todas las naciones. Sin embargo, en el transcurso de la larga historia de Israel, la esperanza del Mesías fue considerada, en primer lugar, como la «esperanza de Israel». Por eso, su carácter universal quedó oculto hasta la primera venida del Mesías, y siguió siendo un asunto poco claro a causa de la idea judía de una salvación meramente nacional. Más tarde, en el tercer capítulo de la carta a los Efesios, cap. 3, vers. 8 y 9, el apóstol Pablo incluso designó la esperanza de salvación para las naciones como un misterio hasta entonces oculto:«A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas».

Cuando el cetro y el legislador fueron quitados de Judá. Es notable que en la primera promesa mesiánica a Israel, la palabra «hasta» hace alusión al tiempo de la venida de «Siloh». El cetro y el legislador no serían quitados de Judá hasta que «Siloh» hubiera venido. Por esta razón, el destierro de Judá en Babilonia era por Su Espíritu limitado por Su Espíritu, pues de no ser así esta profecía acerca del Mesías no se podría haber cumplido. Los judíos tenían que volver y reconstruir también el Templo, para que las profecías acerca de la primera venida del Mesías pudieran cumplirse. Es asombroso que incluso durante el período del destierro, hubiera cierta autonomía en Judea, ya que los persas pusieron allí un gobernador judío. Tenemos como ejemplos notorios a Esdras y a Nehemías. De esta manera, el cetro permaneció en manos de Judá aún en esa terrible época, como Jacob lo había predicho en su bendición profética, pues «Siloh» todavía no había venido. Las circunstancias eran similares cuando los romanos pusieron su mano sobre Judea, en el año 62 antes de Cristo. Con los macabeos y luego con los herodianos, Judea y también Jerusalén, gozaron de cierta autonomía bajo la soberanía romana. Sin embargo, cuando los romanos destituyeron, en el año 6 después de Cristo, a Arquelao, hijo de Herodes, por mal desempeño de su cargo, y le dieron a Judea un gobernador romano, las competencias del Sanedrín, del Concilio judío, fueron cortadas.

El rabino Rahmon escribió en aquel entonces acerca de la nueva situación: «Cuando los miembros del Sanedrín se dieron cuenta que habían perdido el derecho de juzgar sobre muerte o vida, quedaron profundamente estremecidos. Pusieron cenizas sobre sus cabezas, se vistieron de sacos y clamaron: – ¡Ay de nosotros! El cetro de Judá nos es tomado, y el Mesías todavía no ha venido.» Esta cita comprueba que la pérdida de la autonomía suscitó nuevamente la pregunta por la venida del Mesías entre los judíos religiosos. Sin embargo, a más tardar con la destrucción de Jerusalén y del Templo, los judíos tendrían que haber reconocido que el Mesías ya debía haber venido, no solamente con base en la bendición profética del patriarca Jacob, sino también con base en la profecía de Daniel, del cap. 9, vers. 25 al 27.

Es muy llamativo que algunos sabios judíos – basándose en el Salmo 118:22-23 -, incluso admitieran la posibilidad de que el pueblo elegido no recibiera a su Mesías, ya que allí está escrito:«La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. De parte de Jehová es esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos.»Pues esto es lo que efectivamente pasó, y conocemos bien las consecuencias de esta decisión fatal. Es asombroso, también, que incluso el rechazo del Mesías haya sido predicho en la Biblia. Los versículos del Salmo 118 que acabamos de citar son muy reveladores. El ángulo (la piedra angular) aquí símbolo del Mesías, es desechado por los «edificadores», y no por el pueblo entero; es decir, por el liderazgo religioso, que estaba encargado por Dios para construir Su Reino.

Es más: Luego, los líderes religiosos tuvieron incluso que reinterpretar los pasajes bíblicos relevantes, para impedir que el pueblo reconociera su verdadero significado. Porque como negaban la primera venida del Mesías y el completo y literal cumplimiento de las promesas divinas en la Persona de Jesucristo, tampoco podían interpretar literalmente todas las afirmaciones proféticas acerca de Su venida con poder y gran gloria para edificación de Su Reino. En el judaísmo, esto dio inicio a un proceso de reinterpretación de todas las promesas mesiánicas. Las consecuencias de estos cambios persisten hasta el día de hoy.

Veamos el punto de vista sionista en cuanto a la época mesiánica. El sionismo, un movimiento del pueblo judío que proclama el regreso de los judíos al país de los padres, reinvindicó para sí ciertos aspectos de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. Muchos padres del sionismo, destacándose entre ellos Asher Ginsburg, creían en una época mesiánica, pero no en un Mesías personal. Creían tener el llamado de traer al mundo la época mesiánica a través de una ideología, como el socialismo, o incluso el comunismo. David Ben Gurión, como flamante Primer Ministro del nuevo Estado de Israel, dijo: «Nosotros traeremos al mundo la época mesiánica a través de nuestros altos ideales como también por medio de la educación y de la ciencia.» Pero mientras tanto, también los socialistas en Israel tuvieron que reconocer que este sueño no se cumplió y tampoco se hará realidad. Pues al fin y al cabo, todas las ideologías para mejorar al mundo, fracasan por las debilidades humanas creadas por el pecado y la desobediencia contra Dios. La vida diaria en Israel muestra claramente que las condiciones mesiánicas no pueden ser producidas por esfuerzos humanos y que el modelo de un «sionismo profético» fracasó en esta área.

Sin embargo, esta visión sionista de una esperanza mesiánica sin Mesías personal, fue la lógica consecuencia de las reinterpretaciones de las promesas mesiánicas de la Biblia por parte de los rabinos.

Analicemos, entonces, la transformación de la esperanza mesiánica en el judaísmo. Cuando la fe en Jesucristo como el Redentor anunciado en el Antiguo Testamento se extendió mundialmente, el rechazo histórico de Jesús como Mesías ya no podía sostenerse y requería de los rabinos una nueva interpretación de las profecías mesiánicas relevantes.

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