La familia de un misionero

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Entrevistamos a Amalia y a Noemí, la madre y la hermana de un misionero. Te invitamos a aprender acerca de la entrega que significa salir a la misión desde el punto de vista de la familia del misionero, y a escuchar acerca de la entrega hacia los demás, dejando de lado el egoísmo y amando al prójimo como a uno mismo. Es un testimonio conmovedor y un ejemplo de la fidelidad de Dios.


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EA754 – Entre Amigas –
La familia de un misionero



Entrevista a Analia y Noemí Leivas

Victoria: Seguimos compartiendo Entre Amigas, ha llegado el momento de la entrevista y hoy tenemos algo muy particular y que les va a interesar mucho. Hemos tenido bastantes testimonios de misioneros y de experiencias misioneras, pero hoy estamos con la mamá y la hermana de alguien que sintió el llamado del Señor y salió de las fronteras. Muchas gracias, Amalia y Noemí, por estar con nosotros.

Amalia: Es un placer compartir con ustedes.

Victoria: Amalia es la mamá. Amalia, contanos un poco de quién estamos hablando.

Amalia: Hola, estamos hablando de Marcio, mi hijo mayor que está actualmente viviendo en Belice, y estuvo dos años en un internado estudiando teología y preparándose para servir. Tiene un llamado para servir en Uruguay, pero después de dos años conoció a una chica misionera, se casó y se quedó viviendo en Belice por unos meses, antes de venirse para Uruguay.

Victoria: Así que se agrandó la familia. ¿Cómo comenzó Marcio con todo el tema de las misiones?

Amalia: Comenzó cuando él estaba en la iglesia sirviendo. En una reunión llegó el grupo de la misión, con quienes él ya había tenido contacto, había charlado con algunos de los que estaban internos y era amigo de alguno de ellos. Tenía la inquietud de ir, pero nunca había tomado la decisión. A partir de ese día empezó a orar y se fue a la misión. El primer año hizo 6 meses de entrenamiento misionero, y ahí empezó a tomar fuerza lo que sentía. Cuando volvió de su entrenamiento a la iglesia, volvió a caer otra vez en una inquietud de saber cuál era el llamado que Dios tenía con él. Así que estuvo todos esos meses orando, y cuando se estaba acercado el fin de año dijo que quería volver a hacer su segundo año, porque iba a ser diferente y sentía de parte de Dios que tenía que volver.

Victoria: ¿Cuándo lo viste cambiar en ese tiempo de entrenamiento que tuvo? ¿En qué cosas viste que creció en ese tiempo?

Amalia: Creció en la parte humana. Porque los jóvenes, como jóvenes, viven para ellos. Pero a partir de que fue a la misión, cambió las actitudes hacia las demás personas, cambió el servicio a los demás, cambió en el compañerismo.

Victoria: Tener más en cuenta las necesidades del otro.

Amalia: Sí.

Victoria: Noemí es la hermana de Marcio. Noemí, contanos, ¿Cómo fue para vos todo este tema de la preparación de tu hermano?

Noemí: Al principio fue un poco difícil porque se lo extrañaba en casa, es el único hermano mayor que tengo y el único hermano varón, así que al principio sentía la falta de él, de compartir tiempo, de tener alguien con quién hablar. Y hasta ahora se siente la falta. Pero bueno, uno siempre tenía la paz de que estaba en el lugar donde Dios lo quería.

Victoria: También por tu lado, ¿podés contarnos un poco sobre de qué es lo que se trata la misión?

Noemí: Sí, yo estuve ahí ya hace 2 años, no siguiendo los pasos de mi hermano, pero también estuve ahí por un año en el 2013. También hice una preparación en misiones, en discipulado, y como mi madre compartió un poco, también una preparación en el amar y servir más al prójimo. Viví 6 meses en comunidad con un montón de personas que a veces ni siquiera eran de mi propio país. Había chicos de Estados Unidos, de Brasil, de Guatemala, entonces uno aprende a no ser tan egoísta, a dejar de mirar por uno mismo, y empezar a mirar hacia afuera, y creo que ahí es cuando te das cuenta de que no se trata de uno, sino de amar al otro. También aprendimos sobre la Palabra de Dios, teníamos clase de idiomas y diferentes tipos de actividades, pero todas enfocadas en servir al otro. Durante la semana íbamos a las calles a alimentar a las personas que estaban en situación de calle, y ahí formábamos lazos con la gente que cambiaban para siempre nuestra forma de pensar. Y todo lo que hacíamos ahí adentro siempre estaba enfocado en el prójimo, no en uno mismo, entonces realmente te enseñaba a dejar de ser tan egoísta y a enfocarte en lo que Dios te pidió, en amar al otro como te amás a vos mismo.

Victoria: Hace unos minutos hablábamos de que en realidad no es que la misión tuviera superpoderes y que cambiara a las personas, sino que estaban dedicando un tiempo para enfocarse. ¿No es así?

Noemí: Claro, eso mismo. En realidad, no es que la misión fuera algo mágico, que entrabas ahí y salías con la cabeza transformada, eso dependía del enfoque que vos le dieras. Porque cualquiera podía entrar a ese lugar y salir con la misma cabeza con la que entró. Pero es como todo. Quizás su uno dedica 6 meses, se aparta de todo, sale de la rosca de siempre, se va a la mitad de un campo y va a buscar de Dios, y algo va a suceder. Porque vos estás invirtiendo todo tu tiempo en eso, y Dios va a cambiar tu forma de pensar y la forma en la que vos vivís. La misión es eso, es como un cambio radical que hacés. Porque no es que te vas a la misión porque querés 6 meses de vacaciones, de no hacer nada, no. Era una renuncia. Yo fui cuando terminé el liceo, y todos mis planes se enfocaban en ir a la universidad y cosas así, todos esos planes se enfocaban en mí. Y precisamente Dios me habló en eso, en apartar un tiempo para alguien más, para servir a los demás, que es la razón por la cual estamos acá. En ese tiempo tuve un cambio total en la forma de pensar y en la forma de vivir y de enfocarnos en lo que realmente importa, que es eso, amar a Dios y amar a los demás. Y enfocar nuestro tiempo, nuestras energías en eso. Creo que este cambio puede suceder con cualquiera, no creo que una persona tenga que ir precisamente a ese lugar específico para que suceda eso, sino que va en enfocarse sus tiempos y sus energías en Dios.

Victoria: Amalia, mucha gente puede pensar que los misioneros van a otros países porque son personas que tienen todo, tienen la vida resuelta y por eso van a ayudar a los demás. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

Amalia: No, en realidad no es que lo tienen todo, ni que les falta todo. Creo que tienen que ser obedientes al llamado que Dios les hace. Como decía Noemí, vos podés ir por 6 meses y que no te pase nada, porque no vas con el corazón dispuesto. Pero si realmente vas porque sabés que Dios te está llamando a hacer algo, y vas con el corazón dispuesto a lo que Dios quiere hacer, es imposible que Dios no lo haga. Él lo va a hacer. Así sea en el medio del campo. Así que puede haber misioneros que lo tienen todo, y lo dejan todo porque van a obedecer a Dios. Así también como hay misioneros que no tienen nada, pero con ese nada Dios los lleva igual. Pasó con Marcio, cuando se iba a ir a Guatemala, en el aeropuerto, se dio cuenta de que tenía solo el pasaje de ida, y nadie le avisó que debía tener de ida y vuelta. Estábamos a 40 minutos de salir el avión, y la opción era que se quedara y que pidiera visa estudiantil o que sacara 1000 dólares de debajo de la tierra en el momento, y a él le corrieron las lágrimas, decía que él se tenía que ir, que no sabía como Dios iba a hacer, pero que él no se podía quedar. Y él tomó el avión, faltando 10 minutos, los 1000 dólares aparecieron. Entonces, no se trata de si tenemos o no tenemos. Lo que debemos tener es el corazón dispuesto. Dios se encarga de todo el resto. Si sos rico, te enseña a renunciar, y si sos pobre, te da los medios para ir. Solamente debemos tener un corazón dispuesto a servirlo y a hacer lo que él quiere. Nada más.

Victoria: ¡Qué importante! Siempre hay algo para hacer, siempre hay algo a lo que podemos renunciar para ayudar a otro, y también para compartirles del amor y de la esperanza de Jesús. ¿Qué es lo que está haciendo Marcio ahora?

Amalia: Ahora Marcio está recién casado, está de luna de miel. Es un regalito que Dios le hizo porque estos últimos dos años fueron de bastante sacrificio, a pesar de que estaba interno, que tenía “comodidades”, fueron dos años de servicio intenso, hicieron campañas en la selva, donde estaban incomunicados entre una semana y diez días, todo eso en Guatemala. En el trabajo que hicieron en la calle también estuvo expuesto y pasó necesidades, porque por más que fue becado y que fue a un internado, hubo necesidades básicas como joven, a las que tuvo que renunciar. Ahora tiene 25, se fue con 23 años, y se fue solo, aunque allá tiene una familia, amigos, pero al principio le costó mucho. Fueron 15 días de llorar porque extrañaba, porque salir a la calle y no tener un ómnibus para tomar es una cosa que para nosotros es normal pero que allá no las tienen, los riesgos, el peligro, es otra cultura, es otra forma de tratar con las personas. Todas esas cosas son un sacrificio, más allá de que el misionero no solamente pasa hambre, sino que pasa necesidades humanas, como toda persona. Los riesgos de enfermedades en la selva, los peligros de la violencia, todas esas cosas uno, que está a la distancia, no las sabe. Estando allá, uno está en las manos de Dios.

Victoria: Eso te quería preguntar, solo confiando en Dios, ¿no?

Amalia: Solo confiando en Dios. Yo soy re perseguida como madre. Si no llegan a la hora que tenían que llegar y yo ya estoy llamando, y si no me contestan, llamo a los amigos. Yo tengo que saber en dónde estar. Pero al irse a tantos kilómetros, ya no es posible esa comunicación.

Victoria: Hace un rato nos contabas que había momentos en los que te decía que por una semana iba a estar incomunicado.

Amalia: Sí, me decía que iba a estar por una semana incomunicado porque a donde iba no había internet, no había celular, no había radio, no había nada. Entonces esa semana sabías que no podías tener noticias de ninguna manera, al único que le podías preguntar era a Dios. Porque una sabe que como madre no puede hacer nada, él está en el medio de la selva, tratando con indígenas, y el único que lo puede cuidar ahí es Dios. Entonces tenés que aprender a depender de Dios todo el tiempo. Es así.

Victoria: Ahora, ¡qué gran satisfacción poder decir que él escuchó el llamado de Dios!

Amalia: Sí, totalmente. Dicen que no hay orgullo santo, pero te puedo asegurar que yo lo tengo igual. Tengo orgullo santo con cualquiera de mis dos hijos. Estoy feliz y agradecida, más allá de que siempre dije que no son míos, que son prestados de Dios, pero estoy feliz y agradecida por el préstamo. No me podría haber prestado cosa mejor que a mis hijos, y haberme bendecido de esa manera.

Victoria: Muy bien, muchas gracias, Noemí, muchas gracias, Amalia, por compartir este tiempo con nosotros. A nuestras amigas les digo que siempre hay algo que se puede hacer por los demás, siempre se puede servir, y también animar a sus hijos, a sus hermanos, a la gente que tienen cerca, a que puedan compartir con otros, que puedan sacrificarse de alguna comodidad, de algún egoísmo, y que puedan compartir algo bueno con los demás. Les agradecemos y las esperamos en el próximo programa.

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