Confianza cuando lo temido llega
28 junio, 2022La oración, un poder (2ª parte)
3 julio, 2022Autor: Wim Malgo
¡La oración es un poder! Pero muchas veces no es usado, o es usado en forma equivocada. Descuidar la oración es un gran pecado de omisión. El Señor Jesús mismo exhortó firmemente a Sus discípulos acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar.
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PE2815- Estudio Bíblico
La oración, un poder (1ª parte)
Hoy comenzaremos el tema «La oración, ¡un poder!». Quiero comenzar leyendo 1 Samuel 12:22 y 23, dice así «Pues Jehová no desamparar a su pueblo, por su gran nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo suyo. Así que, lejos de mí pecar contra Jehová dejando de rogar por vosotros; antes os instruir‚ en el camino bueno y recto«. Estas palabras las habló Samuel al pueblo de Israel, cuando se despidió al dimitir de su cargo. Pero, como vemos, Samuel no se jubiló. Sino que, aun en su vejez, él decide instruir en el camino bueno y recto al pueblo.
Al meditar en estos versículos, sin embargo, lo que más noté es que Samuel tomó como algo sumamente importante la oración y la intercesión, de modo que él le dijo al pueblo de Israel «Así que, lejos de mí pecar contra Jehová dejando de rogar por vosotros…». Cuando niño, Samuel dormía en el tabernáculo, allí donde estaba el arca del pacto. Él estaba familiarizado con el Lugar Santísimo y, ya a temprana edad, conocía el poder especial de la oración. Lamentablemente en nuestros días hay muy pocos hijos de Dios que reconocen la oración como un verdadero poder.
Ahora veremos «Las promesas de Dios y la oración»
Los verdaderos intercesores se conectan con el Altísimo sin ver nada y, muchas veces, sin sentir nada. Si oro de todo corazón al Señor, entonces, Su omnipotencia y mi impotencia forman una unión. Generalmente, comienzo a orar sin sentir algo especial. Es más, deberíamos orar con más insistencia, cuando menos ganas sentimos de hacerlo. Porque aunque sintamos algo o no, las promesas de Dios se mantienen firmes por estar ancladas en Él mismo. El Señor, por ejemplo, nos exhorta en Jeremías 33:33 que dice así “Clama a mí y yo te responder‚…” o según salmos 50 que dice “…Invócame en el día de la angustia; te libraré y tú me honrarás» (Sal. 50:15).
Y todos los que han clamado al Señor, en sus problemas y temores, pueden testificar juntamente con el salmista cuando dijo «El día que clamé, me respondiste; fortaleciste el vigor de mi alma« (Sal. 138:3). Por eso, si clamamos al Señor, tenemos la garantía inamovible que Él nos contesta, nos ayuda y – en Su voluntad – nos libera de todo problema. El Señor obra cuando oramos a Él. No estoy diciendo que tu problema desaparecerá cuando ores, sino que te dará la gracia para soportar y la misericordia para continuar en Su camino. Aún así no podemos dejar de reconocer que muchas veces vemos la contestación a nuestras peticiones.
A la luz de estas palabras comprendemos mucho mejor lo que dicho por el Profeta Samuel cuando dijo “Lejos de mí pecar contra Jehová dejando de rogar por vosotros…”. Es un gran pecado de omisión, descuidar la oración. El Señor Jesús mismo exhortó firmemente a Sus discípulos acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar (Lc. 18:1). Porque si uno no ora, el Señor tampoco obrará en tu vida personal.
Esto no quiere decir que Dios se queda de brazos cruzados esperando nuestra oración, porque sus propósitos para cada ser humano sigue su camino, dicho en términos generales, Él está activo en todas partes: La obra constantemente en la creación, en la historia del mundo, como también en y a través de los seres humanos. De eso también testificó el Señor Jesús cuando dijo en Juan 5: «Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo» (Jn. 5:17).
Vivimos en un mundo de apariencias – hoy más que nunca – así que una persona puede trabajar en una obra misionera o estar activamente trabajando en una iglesia y no ser un siervo de Dios. El Señor incluso puede usar hasta a un no creyente para cumplir sus propósitos para tal o cual persona. Por tanto el que tú mismo estés incluido en el obrar de Dios o el que seas un colaborador de Dios, primeramente, depende que hayas sido transformado por la fe en Jesucristo y se demostrará en tu vida personal de oración. Que el activismo y la religiosidad no te engañen, examina tu vida a través de la Palabra de Dios.
Si te consideras un “hijo de Dios” y no tienes una vida de oración, te invito a que examines tu corazón. Porque un verdadero hijo de Dios tiene la necesidad de comunicarse con su Padre celestial. Estimado hermano, hermana ¡Usa la oración! Un automóvil anda y un avión vuela. Pero está en mí usar esos medios de transporte o no. Cuando, por ejemplo, visito a un enfermo y el paciente está en de décimo piso, tengo la posibilidad de utilizar el ascensor o las escaleras. El poder usar esos medios está en mí, yo puedo elegir usarlos o no.
Con la oración pasa algo similar ¡es un poder! Pero muchas veces no es usado, o es usado en forma equivocada. Muchas personas piensan que la oración es como un cheque en blanco que se usa cuando lo necesitamos. Cuando actuamos así, estoy usando esta herramienta con una actitud egocentrista «Señor, dame fuerzas», «Señor, dame tal o cual cosa», «Señor, ayúdame», etc..
Tú me puedes decir… «Pero, ¿acaso no está permitido?» Sí, ¡el Señor mismo nos llama a hacerlo! Seguro que puedes orar por ti mismo; el Señor siempre te escucha, ya que Él es lleno de gracia y misericordia. Pero considera: Si crees en el Señor Jesucristo, entonces eres salvo. Entonces Él, por la fe, vive en tu corazón. El poder del Espíritu Santo está en ti. Y como hijo de Dios tienes la sagrada obligación de no orar solamente por ti, sino también por otros. De llevar las cargas de otros hermanos, ya sea por necesidades materiales como espirituales.
Quizás ni siquiera estás consciente de todo lo que sucede hoy en día dentro de las iglesias:
- Hombres y mujeres que conociendo la verdad apostatan, niegan abiertamente la obra de Jesús y engañan a congregaciones enteras,
- Hermanos que están pareciendo enfermedades,
- Otros están sufriendo las consecuencias de los desastres naturales como huracanes, inundaciones, erupciones volcánicas, tornados…
Estos hermanos necesitan de nuestras oraciones, nuestra intercesión para que Dios les fortalezca y que a pesar de las circunstancias adversas perseveren en su fe. Pero ya, en tiempos antiguos, escuchamos al Señor lamentarse por medio del Profeta Ezequiel cuando dijo «Busqué entre ellos un hombre que levantara una muralla y que se pusiera en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyera; pero no lo hallé« (Ez. 22:30).
En la actualidad ¿Dónde están los que oran? La razón por la cual tantas personas al orar no logran desprenderse del pedir por sí mismos, se encuentra en su falta de fe. Ni siquiera confían en que el Señor los guarda totalmente a ellos mismos y que les puede ayudar. De esta manera, siempre andan en círculos alrededor de sí mismos y son incapaces de rogar y clamar por los grandes asuntos del Reino de Dios. Pero quien pide al Padre celestial con fe y en el nombre de Jesús, puede descansar completamente que su Señor escucha y responderá de la mejor manera, porque todas las cosas, a los que le aman, les ayuda a bien.
Cuando oramos correctamente ocurren cosas maravillosas, quisiera compartir con ustedes solo algunas…
El primer punto es: El enemigo se pone en fuga. Cuando uno ora con persistencia y pide al Padre, en completa fe, en el nombre de Jesús, los poderes de las tinieblas que nos rodean se disipan. Hablando de forma figurada, muchas veces uno siente físicamente que es rodeado por estos lobos voraces que quieren devorarlo. Recuerden lo que dice Efesios 6:12, se los leo en la Nueva Versión Internacional, dice así “Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales.”
Pero en cuanto oramos con fe, ellos son puestos en fuga juntamente con su líder. Porque la oración de fe es la práctica de Santiago 4:7 y 8 que dice “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”. Puede que primeramente sientas opresión, o estés agitado por injusticias que has sufrido, pero si comienzas a orar y persistes en la oración, entonces todo eso se irá y entrará en ti la paz que solo el Señor puede dar.
El segundo punto es: El que ora recibe gracia en abundancia. Gracia, gracia en abundancia, es derramada sobre quien ora de verdad. Porque si oramos de todo corazón y con honestidad, siempre seremos humillados. Todo orgullo caerá de ti cuando oras honestamente, porque solo entonces te ves en Su luz.
De este modo reconoces tu propia depravación y te humillas delante de Su rostro. Eso siempre es un fenómeno secundario de la oración. Pero quien no se humilla en oración, no ora correctamente, sino que habla cosas vanas como los gentiles, recuerda lo que dice Mateo 6:7 “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”.
Sólo quien avanza a través del velo abierto del templo, a través de la sangre de Jesús hacia la presencia de Dios, hacia el trono de gracia, caerá allí delante de Su santidad. Por eso Santiago 4:6 dice “Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes”. Los creyentes que no oran, sin embargo, están muy convencidos de su supuesta religiosidad, del mismo modo que aquellos fariseos quienes – en su soberbia – se elevaban por encima de los publicanos.
Si tú eres un hijo de Dios que no ora, o que ora poco, entonces sentirás resistencia, en este caso, de parte de Dios. Entonces todo te será molesto. Sea lo que fuere que emprendas para el trabajo del Señor, sencillamente sentirás que nada te saldrá bien. Pero si tu perseveras en oración y te humillas ante el Señor, entonces recibes de Él mayor gracia, ya que da gracia a los humildes.
Estimado amigo, amiga… mi sincero deseo es que te conviertas en una persona de oración, para que puedas testificar juntamente con el apóstol Juan cuando escribió «… De su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia« (Jn. 1:16).
1 Comment
Nunca los había escuchado y me encantó porque hoy, mas que nunca, debemos cuidar mucho nuestra intimidad con nuestro Señor, estudiando su palabra, escuchando la voz del Espíritu Santo para luego actuar en obediencia y accionar por el mundo de acuerdo a los propósitos de Dios y no los nuestros.
Muchas bendiciones desde Chile