La oración, un poder (1ª parte)
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Si oro de todo corazón sucede algo maravilloso: la posición y la condición se unen. Eso significa que la nueva vida, el poder de la salvación, el deseo de obtener la victoria, el arder en el primer amor por Jesús a través de la oración verdadera y honesta, se convierten en una realidad en mi vida. Por estas razones puedo decirte que ¡la oración es un poder maravilloso!
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PE2816- Estudio Bíblico
La oración, un poder (2ª parte)
Estimados oyentes, gracias una vez más por estar del otro lado. En esta oportunidad titulé el mensaje de hoy como: El que ora es renovado más profundamente. Si encontramos al Señor en oración, eso siempre es una experiencia de renovación. Porque nuestro Dios no es estático, sino dinámico. Él siempre quiere renovarnos con más profundidad. Así, por ejemplo, Él dice por medio del profeta Isaías “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz…» (Is. 43:18-19).
O miremos hacia atrás, a la creación original que fue convertida en un desierto caótico a través de la caída de Lucifer. ¿Qué hizo Dios aquella vez? Leemos en Génesis 1:2-3: «y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Dijo Dios: Sea la luz. Y fue la luz«. De este modo surgió una nueva creación. Pero entonces el destructor se acercó a la nueva creación de Dios y todo se avejentó y decayó: Satanás, el pecado y la muerte hallaron su entrada a la tierra. Pero fue allí cuando Dios, en Jesucristo, nuevamente creó algo nuevo, de modo que sobre toda persona que cree en el Hijo de Dios, está escrito en 2 de Corintios: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas« (2 Co. 5:17).
Todos los que creyeron en el Señor Jesucristo han sido «hechos nuevos». Pero muchas veces se ve poco de este haber sido hecho nuevo. ¿Por qué es así? Un hijo de Dios está en Cristo, o sea de acuerdo a su posición es «hecho nuevo». Pero su estado debe confirmar diariamente esta vida nueva por medio de la oración. La Biblia habla de las dos cosas: por un lado del haber sido hecho nuevo y por el otro sobre la renovación.
Romanos 12:2 dice: «…No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…» Esta nueva vida en Cristo debe penetrar en todas las áreas de mi vida y de tu vida. Si oro de todo corazón sucede algo maravilloso, la posición y la condición se unen.
Eso significa que:
- La nueva vida,
- el poder de la salvación,
- el deseo de obtener la victoria,
- el arder en el primer amor por Jesús a través de la oración verdadera y honesta,
todas estas características se convierten en una realidad en mi vida; toda teoría, entonces, es quitada. Por estas razones puedo decirte que ¡la oración es un poder maravilloso!
Estimados hermanos, puedo decir que quien ora es llevado en las manos de Dios. Cuando oras experimentas también – por medio del poder de la oración – el ser llevado en las manos de Dios. Tomemos nuevamente la imagen del ascensor de que habíamos hablado en el programa anterior: Tengo que llegar a un décimo piso, tengo dos opciones, usar el ascensor o las escaleras. Pero tengo un dilema, si tomo el ascensor sé que me llevará a mi destino, pero si voy por las escaleras posiblemente me agote y no pueda llegar a mi destino. El ascensor me eleva hacia mi destino sin esfuerzo alguno. Cuando entro en la presencia del Señor con humildad – reconociendo mi pequeñez – es como ser llevados por las manos de Dios, se terminan la sobrecarga y el estrés, porque es Él quien lleva mi carga, él me da descanso, es en la oración donde puedo ser y expresarme libremente ante el Padre celestial.
Querido oyente, si el estrés y las diversas cargas se te hacen pesadas, tal vez, no estás tomando el ascensor y has elegido intentar subir por las escaleras. En el Reino de Dios, quien trabaja por su propia fuerza emocional pronto se cansa y no produce fruto. Sin embargo, el que entra a la presencia del Señor con verdadera humildad, sus fuerzas son renovadas, como lo encontramos en el libro de Isaías 40:29 al 31 “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.
El Señor prometió en Isaías 46:4 “Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo; yo hice, yo llevaré, yo soportaré y guardaré.” Si sientes que las cargas que llevas quieren aplastarte, que ya no puedes más, te animo a que entres a la presencia del Señor y dejes todas tus cargas allí. Confía en las promesas del Señor, aprópiate de cada una de ellas. No olvides que la oración es un poder y allí confluyen las promesas y las experiencias de la fe.
Pero si tú eres una persona que ora sólo superficialmente, que crees conocer las promesas del Señor pero no te las apropias, que solo son un pasaje que has memorizado, entonces jamás experimentarás la paz y la fortaleza que vienen de Dios. Aún así – si eres un hijo de Dios – jamás te desamparará, pero no disfrutarás de las bondades y bendiciones que es vivir en la fe. Pero si tú eres una persona que busca el rostro de Dios en oración entonces podrás vivir las promesas y la paz que solo la puede dar el Señor. Como Dios prometió a su pueblo en Isaías 46:4 “Y hasta la vejez yo mismo… os soportaré…”. Tendrás una esperanza viva, un consuelo y fuerzas que solo el Creador te puede dar.
Otro punto que veremos de la oración es: La oración sincera paraliza el mal y santifica a la persona que ora. Cuando oramos las lenguas de los que nos calumnian paralizan y nuestro propio lenguaje es santificado. ¡Cuántos chismes se esparcen dentro de la iglesia de Jesús! Se hablan muchísimas cosas innecesarias y destructoras y, sencillamente, se hace caso omiso a la exhortación del Señor Jesús con respecto a las palabras indignas, em Mateo 12:36 dice “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio”.
¿Cuántas cosas innecesarias ya has hablado en tu vida? ¿No será que es tiempo de arrepentirte de eso? Permite que la preciosa sangre de Jesús te limpie y conviértete en una persona que ora para que tu hablar sea santificado y seas de bendición a los que te rodean.
El último punto es: La persona que ora refleja la gloria de Dios
Por medio del poder de la oración crecemos en el conocimiento del carácter de Jesús. Y cuando oramos sinceramente nos convertimos en confidentes de Dios y nos alegramos en Su presencia como lo canta el Salmo 36:7 al 9 “¡cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas. Se sacian de la abundancia de tu casa; les das a beber de tu río de deleites. Porque en ti está la fuente de la vida, y en tu luz podemos ver la luz.”
Las personas que oran viven en la presencia de Dios. Y porque ellos, como Moisés, a través de la oración viven en Su presencia, inconscientemente reflejan Su gloria. Estimados amigos, muchos hijos de Dios, verdaderamente, no conocen el poder que tiene la oración, de no ser así aprovecharían mucho mejor el tiempo. La oración es y trae el mejor uso del tiempo, porque la oración verdadera pone en movimiento el poder ilimitado de Dios.
Dale el tiempo adecuado, esfuérzate en estar en comunión con tu Dios, con tu Salvador y Creador. Que las cosas materiales y las actividades, ya sean espirituales o no, opaquen tu tiempo de oración. Muchas veces estas cosas terminan ahogando tu tiempo de oración La venida del Señor se acerca y si sucede hoy, que pueda encontrarme y encontrarte con una excelente comunión con Él.
Una cosa es segura, si en este tiempo donde vemos que Su segunda venida se acerca no te anima a estar más cerca de él, nunca lo harás. En estos últimos tiempos se nos exige mucho, porque las filas de la iglesia de Jesús reciben el soplo de una terrible apostasía. Recuerda la exhortación del propio Jesús cuando dijo “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”. (Lc. 21:36).