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Titulo: La seriedad del plazo limitado. 4/4
 

Autor: WimMalgo 
Nº: PE1051

¡El plazo para llevar fruto termina pronto! Por eso, el mensaje del Señor Jesús y el de Juan el Bautista son exactamente los mismos: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado»

 


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La seriedad del plazo limitado. 4/4

Estimado amigo, ¿qué pasa, después que vez tras vez el dueño de la viña buscó en vano fruto, y una y otra vez tuvo que apartarse de ti decepcionado? Ahora se enciende Su ira. No creas que Dios ya no se aire contra los creyentes del Nuevo Pacto; ésta es una idea completamente equivocada. Si Dios no escatimó a Su pueblo amado de Israel, sino que en Su ira lo echó de la tierra que le había sido dada por el Señor – ¿crees que El nos escatimará a nosotros, si nos encuentra una y otra vez sin frutos? No, sino que en Lucas 13:7, Le oímos decir con santa ira al viñador: «…córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?» Este versículo nos hace reconocer con temor cuáles son las consecuencias para toda la tierra, o sea, para toda la Iglesia de los salvos, que fueron comprados por la sangre de Jesús, cuando un árbol es un parásito. Un creyente que, endurecido por la desobediencia, no lleva fruto, absorbe las preciosas savias vitales de la salvación, abusando así de la tierra para su propia edificación. Por lo tanto, es doblemente importante que se corte el árbol, porque por su falta de fruto: 

– es inservible

– y además, absorbe aún la preciosa tierra de viña, abusa de ella. De esta manera la preciosa sangre de Jesús es usada parar fines extraños. Y lo que dice Hebreos 10 al respecto es muy importante. Dice en el versículo 28: «El que ha desechado la ley de Moisés ha de morir sin compasión por el testimonio de dos o tres testigos.» Y luego hace la comparación entre el Antiguo y el Nuevo Pacto y pregunta: «¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha considerado de poca importancia la sangre del pacto por la cual fue santificado y que ha ultrajado al Espíritu de gracia? Porque conocemos al que ha dicho: Mía es la venganza; yo daré la retribución. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!»

Los despreciadores de la Ley en el Antiguo Pacto tenían que morir sin compasión; ¡cuánto más los que desprecian la sangre de Jesús! A éstos les espera un castigo aún más grave, porque ya han experimentado la obra de la gracia en ellos.

Juan el Bautista vivió en la frontera entre la ley y la gracia, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Y nosotros estamos hoy en la frontera entre la gracia y el juicio. Por eso, las palabras de Juan en Mateo 3:8-10 tienen también para nuestro tiempo un enorme significado: «Producid, pues, frutos dignos de arrepentimiento; y no penséis decir dentro de vosotros: A Abraham tenemos por padre (con aplicación a nosotros: Somos hijos de Dios). Porque yo os digo que aun de estas piedras Dios puede levantar hijos a Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego». ¡Qué estremecedora seriedad está en las palabras: «El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego…»! De hecho, estamos viviendo hoy en una situación límite: ¡el tiempo de gracia se está terminando! También la oportunidad de los hijos de Dios para llevar fruto, expira rápidamente. Si tú como persona renacida estás sin fruto, bien es verdad que tendrás la vida eterna; pero tú mismo sufrirás pérdida. Serás «salvo, pero apenas, como por fuego» – sin galardón, sin corona, sin gloria.

Estimado amigo! ¡El plazo para llevar fruto termina pronto! Por eso, el mensaje del Señor Jesús y el de Juan el Bautista son exactamente los mismos: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado» . En la primera venida de Jesús, este mensaje era de importancia vital. ¡Pero como El regresa muy pronto, este llamado al arrepentimiento es justamente hoy de suma importancia! ¿Quieres, pues, estar con las manos vacías delante de Jesucristo?

¿Qué es lo que caracteriza el tiempo en aquel entonces y de hoy? Por un lado, una parte del pueblo estaba dispuesta al arrepentimiento en consideración de la venida del Mesías. Así que vinieron a Juan el Bautista y le preguntaron: «Pues, ¿qué haremos?» (Lc. 3:10.) Entre ellos se encontraban personas de todas las capas sociales: soldados, funcionarios, obreros y patrones. Se dejaron convencer de pecado, se juzgaron a sí mismos diciendo: ¡Sí, esto es verdad! No hemos producido frutos dignos de arrepentimiento – ¡tendríamos que ser cortados! «Pues, ¿qué haremos?» Este fue el deseo impetuoso de avivamiento, el espíritu de arrepentimiento sobre su falta de fruto espiritual. Juan los ayudó con tiernas palabras, señalándoles al Cordero de Dios. Pero a los otros, que no querían admitir el gravísimo daño en sus vidas y nadaban juntamente con los demás en la corriente de la cada vez más predominante injusticia, les dijo con duras palabras: «¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?» Estos también vinieron para hacerse bautizar por él. Pero él los rechazó, porque no podían mostrar ningún verdadero fruto de arrepentimiento.

En nuestra situación límite, la exigencia del Señor – también frente a ti – de llevar fruto se hace cada vez más urgente. Pues pronto, muy pronto, tendremos que presentarnos delante de El (2 Corintios 5:10). ¿Todavía no ves el hacha levantada, que está por cortarte a ti, higuera infructuosa, siguiendo la orden: «…córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?» Querido amigo, muchísimas veces debemos presenciar varias veces de manera atemorizante cómo creyentes que no llevaban fruto, de repente fueron cortados. El Señor esperó mucho tiempo, pero de repente los quitó de la vida: ¡habían perdido la oportunidad que les había sido dada para llevar fruto! También lo vemos en el pueblo de Israel en tiempos antiguos: El Señor lo cuidó con cariño y lo llevó sobre Sus brazos. Hizo milagros. Le habló y le apareció. Pero todas Sus penas fueron en vano. Pues cuando el pueblo llegó a la frontera de la Tierra Prometida, el Señor lo echó de vuelta al desierto. ¡Cortado!

Pero todavía estamos viviendo en el hoy de la gracia. Todavía veo en espíritu al Viñador que ruega por nosotros, Jesús, nuestro Sumo Sacerdote celestial. ¿Cómo dice de El la Escritura? «Vive para siempre para interceder por ellos» (He. 7:25). El está entre el Santo Dios airado y tú, la higuera infructuosa. Veo cómo El extiende Sus manos horadadas hacia Dios, cómo ruega: «Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto en el futuro, bien.» ¿Y qué acontece? Entonces el hacha levantada se vuelve a bajar, y el Viñador sigue trabajando en tu corazón: ¡El cava alrededor de ti, te cuida con cariño a ti, la higuera infructuosa, para que por fin lleves fruto! Quizás este mensaje te haya atemorizado mucho y preguntes: ¿Por qué habla tan horriblemente serio? Entonces tan sólo puedo responder: ¡Porque ya es tiempo! Pues no sé cuál plazo te es dado aún para llevar fruto, si son dos años, un año, un mes o quizás solamente algunos días. ¡Pero este plazo pronto terminará! Así, pues, la exigencia del Señor que lleves fruto, es cada vez más urgente. ¿Por qué? ¡Porque El tiene derecho a este fruto, pues según Isaías 53:11, tú eres el fruto de la aflicción de Su alma! Por eso: Si no has llevado ningún fruto, ¡dale ahora razón a Su Palabra – y arrepiéntete, «¡porque el reino de los cielos se ha acercado»!

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