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Autor: Wim Malgo

En este mensaje el autor explica a través de varios ejemplos bíblicos que la reunión de oración es el corazón de una iglesia. Leemos por ejemplo en Hechos 1:14: “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego”. ¿Y el resultado? ¿Por qué funcionó en aquel entonces y hoy tan pocas veces?
Estudiemos entonces la Palabra de Dios.


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PE2660 – Estudio Bíblico
Llamado a la oración (13ª parte)


 


La oración en grupo

Jesucristo dice: “Otra vez digo que, si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19). El Señor, como lo sabemos de nuestro pasaje, prometió en Su palabra una bendición especial para la oración en grupo. Donde se ora unánimemente y en grupo, allí los demonios tienen que huir. Donde se arrodillan los creyentes juntamente, allí hay gozo en el cielo entre los ángeles, pues el lugar se conmueve. La reunión de oración es el corazón de una iglesia. En una iglesia con una viva reunión de oración, hay poder para el nuevo nacimiento, hay vida, se convierten personas. Todo es mucho más penoso en una iglesia con una floja reunión de oración. Y una iglesia sin reunión de oración es un depósito de cadáveres, en sentido espiritual. La mayoría de los avivamientos estallaron en respuesta a la oración unida.

Pentecostés comenzó con una reunión de oración perseverante y en grupo, como lo sabemos de Hechos 1:14: “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego”. También en el día de Pentecostés estuvieron reunidos en unanimidad, como está escrito en el capítulo 2:1: “Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos”. Luego, de repente, vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados. – y fueron todos llenos del Espíritu Santo. Pedro comenzó a predicar, y aquel mismo día se convirtieron 3000 personas. En Hechos 2:42, ya tenemos otra reunión de oración. Allí está escrito: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. Y la contestación inmediata la tenemos en el versículo 47: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. Te lo digo con convicción: tenemos el mismo Dios que tuvieron ellos en aquella época, el mismo Salvador. ¿Dónde están entre ustedes las personas que desean reunirse en oración para rogar, con perseverancia, por la llegada de un avivamiento?

En Hechos 4:24 ya comienzan otra reunión de oración. Está escrito: “Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay…”. La contestación inmediata comienza en el versículo 31. Una reacción en cadena de bendiciones: el lugar tembló, fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con denuedo la palabra de Dios, la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma. No daban lugar a la avaricia, sino que tenían todas las cosas en común y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. No había entre ellos ningún necesitado. Esto era un verdadero avivamiento, fruto de una reunión de oración. En Hechos 6:4, encontramos nuevamente la decisión de perseverar en oración. Ahí los apóstoles dicen: “Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra”, y la contestación inmediata, en el versículo 7: “Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén, también muchos sacerdotes obedecían a la fe”. También hoy en día es posible que, cuando la palabra de Dios crezca, el número de discípulos se multiplique y muchos religiosos, pero inconversos, obedezcan a la fe, si es que perseveramos en oración.

Quizá haya algunos que digan: “Pero ya hace mucho tiempo que asisto a una reunión de oración o participo en una célula de oración, y sin embargo son muy pocas las cosas que suceden”. Quiero decirte cuál es la razón: con referencia a cada reunión de oración, en Hechos aparece una palabra que a menudo pasamos por alto: unánimes. Estaban reunidos unánimemente. Jesús dice: “Si dos se pusieren de acuerdo”. Muchas oraciones se pierden. Dios no puede oírlas cuando las personas que oran no están en unanimidad. Exteriormente, puedes vivir en plena armonía con tu hermano o con tu hermana, e interiormente puedes atesorar crítica o amargura contra ellos en tu corazón. Y con esto, ya has destruido el poder de la reunión de oración. Hermano mío, hermana mía, tú eres el obstáculo. Tú estás en desacuerdo con tus hermanos y hermanas.

No en vano Pablo habla una palabra tan seria, en Efesios 4:3: “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”. Donde hay una fisura en la unanimidad, el diablo encuentra acceso. El hecho de que te parece antipático el hermano A., tu prejuicio contra la hermana B., tu crítica contra el líder de la reunión de oración, es el veneno mortífero que paraliza toda la reunión de oración. Sí, se ora, pero le falta el poder a la oración, el Señor no la confirma. Es hora que vayas a hablar con la persona correspondiente. Por la actitud de tu corazón estás frenando toda la reunión de oración, y no es posible que las promesas de Dios se cumplan. La Biblia dice, en Santiago 5:16: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”. Te ruego encarecidamente: restablece hoy la unanimidad.

Puede ser que no asistas a la reunión de oración de tu iglesia o a una célula de oración a causa de tu pereza o de la comodidad. Te digo con gran seriedad: si tú, siendo creyente, no participas en alguna reunión de oración, entonces eres un sepulturero de tu iglesia. Por tu ausencia en la reunión de oración, se pierden poderes celestiales para la iglesia y para aquellas personas a favor de las cuales se ora. Hay creyentes que dicen: “No sé orar en presencia de otras personas, mi boca parece tapada. Puedo orar cuando estoy solo”. Entonces te digo: o no naciste de nuevo, o estás prisionero del orgullo. Quieres orar con bellas palabras, y dices: no sé formular oraciones lindas. Líbrate de este pensamiento y ve a la reunión de oración o a una célula de oración (una célula de oración puede ser un grupo de 3 a 6 personas), y abre la boca, en el nombre de Jesús, consciente de estar en la presencia del Señor y no delante de otras personas. Nos queda poco tiempo. Luego viene la noche cuando nadie puede obrar. ¿No se dan cuenta de que una onda cada vez más fuerte de destrucción emana del infierno, que los pueblos están sin consejo y los impíos se adelantan? Una sola cosa puede ayudar: un movimiento contrario, un movimiento de la luz. Y este movimiento tiene que ser un movimiento de oración.

Estimado oyente, permíteme, antes de terminar el tema de hoy, repetir los puntos centrales de este capítulo acerca del Llamado a la oración:

La reunión de oración es el corazón de una iglesia. En una iglesia con una viva reunión de oración hay poder para el nuevo nacimiento, hay vida. Se convierten personas.
Es necesario la unanimidad. Exteriormente, puedes vivir en plena armonía con tu hermano o con tu hermana, e interiormente puedes atesorar crítica o amargura contra ellos en tu corazón. Con esto, ya has destruido el poder de la reunión de oración. Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”.
• Por tu ausencia en la reunión de oración, se pierden poderes celestiales para la iglesia y para aquellas personas a favor de las cuales se ora. ¡Sal de tu pereza y comodidad!
Si no quieres orar en voz alta eres prisionero del orgullo. Abre la boca, en el nombre de Jesús, consciente de estar en la presencia del Señor y no delante de otras personas.

Dios te bendiga a través de la oración en grupo.


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