Lo que quedó en la tumba (2ª parte)


Autor: Esteban Beitze

La tumba no está vacía. Lo que no está es el cuerpo de nuestro Señor, pero todo lo demás, resalta aún más la gloriosa verdad de la resurrección. ¿Cómo es mi vida si creo que Jesús resucitó? Pero la tumba no quedó vacía.


DESCARGARLO AQUÍ

PE3102 – Lo que quedó en la tumba (2ª parte)



Cuando leemos el relato de la resurrección, encontramos que los ángeles dicen respecto al cuerpo de Jesús: “no está aquí, sino que ha resucitado” (Lc.24:6) Generalmente decimos que la tumba del Señor quedó vacía. Esto es cierto en relación al cuerpo, pero hay cosas que sí quedaron y son un glorioso mensaje de resurrección. Ya vimos que quedaron los lienzos y el sudario. Ahora observamos…

  1. QUEDÓ LA PUERTA ABIERTA

Bien sabemos que la tumba en la cual pusieron el cuerpo de Jesús le pertenecía al pudiente José de Arimatea. Como era común en muchos sepulcros cavados en la piedra o cuevas existentes, se las acondicionaba de tal manera que hubiera lugar para cadáveres y luego se tapaba la entrada con una gran piedra para evitar la entrada de animales o alguien que quisiera causar algún daño. Leemos en Mateo 27:60: “Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, 60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue”. Esta piedra era tan pesada que ni siquiera varias mujeres tenían la fuerza suficiente para correrla. Esta justamente era la preocupación de las mujeres cuando iban camino al sepulcro de acuerdo el relato del evangelista Marcos: “16:1 Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. 2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. 3 Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? 4 Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande”.

Para colmo, los judíos tenían miedo que los discípulos promovieran la idea de la resurrección de Jesús robando el cuerpo, por lo que: “Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, 63 diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. 64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. 65 Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. 66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mt.27:62-66).

En todos estos relatos vemos una constante – la tumba se había vuelto prácticamente inaccesible. Pero si lo miráramos desde adentro, sería aún peor. Sería una cárcel infranqueable. Una gran piedra rodada frente a la tumba y asegurada especialmente haría completamente imposible la salida de cualquier persona sana, y mucho menos una que, según la teoría crítica del desmayo, se hubiera despertado, liberado milagrosamente de las vendas y con un cuerpo tan debilitado hubiera pretendido correr la piedra y salir. Otra vez, estos datos nos ayudan en la apologética, para demostrar lo humanamente imposible.

La teoría del desmayo sería imposible, porque si ni siquiera un grupo de mujeres tuvieran la fuerza para rodar una piedra desde afuera pudiendo hacer fuerza sobre el canto de la piedra, mucho menos una persona sola y debilitada extremadamente podría correr una piedra de este tamaño y peso y asegurada desde afuera intentando hacer presión sobre una superficie lisa desde adentro.

Si pensamos en la teoría del robo, la piedra asegurada y vigilada por soldados sería el obstáculo infranqueable para acceder a la tumba. Aún si los soldados se hubieran dormido, el hecho de destrabar y hacer rodar una gran piedra hubiera despertado a los supuestos dormilones. Otra vez, esta historia nos demuestra la veracidad de la resurrección.

 

Volviendo a la historia en sí, al tercer día sucedió algo impresionante: “1 Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro. 2 Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella” (Mt.28:1,2).

El corrimiento de la piedra no era para que Jesús pudiera salir, porque no tenía necesidad de ello, porque después apareció en una casa con las puertas y ventanas cerradas. La razón era para que los suyos pudieran entrar al sepulcro y certificar que el cuerpo ya no estaba. Y no sólo esto, sino que también pudieran ver lo que sí había quedado en la tumba. Todo ello confirmaría el hecho de la resurrección.

La piedra removida era como un gran cartel luminoso que dijera: “La cárcel esta abierta. El preso está libre”. Nos hace recordar el momento que Pablo y Silas, después de otro terremoto enviado por Dios, salieron de sus calabozos abiertos. También este evento impresionó a la gente de manera que el carcelero y su familia creyeron en el evangelio del resucitado Cristo.

La tumba abierta es sinónimo de libertad, libertad verdadera, libertad eterna. Esta es “la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Ro.8:21) a la cual se refería el apóstol Pablo. La muerte ya no podrá retener a sus presos. Esta es nuestra esperanza. Como le escribe también el apóstol a los tesalonicenses: “13 Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. 14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. 15 Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. 16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1Ts.4:13-18). La seguridad de nuestra resurrección corporal se basa en la resurrección de “Cristo, las primicias, luego los que son de Cristo en su venida” (1Co.15:23). Esto nos llena de seguridad, consuelo y esperanza. Sabemos adónde vamos, sabemos que incluso nuestros cuerpos serán resucitados para tener uno ya sin limitaciones y glorioso para estar para siempre con Cristo y con aquellos que también han creído en Él. ¡Qué fiesta será ésta en el cielo!

 

  1. QUEDARON DOS ÁNGELES

En nuestro pasaje central leíamos acerca de la llegada de las mujeres al sepulcro. Allí se encuentran con algo más: “2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro; 3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; 5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí, sino que ha resucitado.” (Lc.24:2-6a). El cuerpo del Señor ya no estaba, pero en su lugar vinieron dos ángeles con un mensaje extraordinario.

 

En el pasaje paralelo de Marcos leemos: “5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. 6 Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron” (Mr.16:5,6). Pareciera haber una contradicción entre el pasaje de Juan y el de Marcos. En el primero aparecen dos ángeles y en el segundo sólo uno. Pero esto no es así. Recordemos que uno estaba a la puerta de la tumba sentado sobre la piedra quitada (Mt.28:2).

 

La cuestión es que había dos seres angelicales, enviados especialmente por Dios para dar un mensaje de gozo, de consuelo, de libertad y vida. Sabemos que los ángeles tienen entre sus tareas ser “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (Hb.1:14). Aparte de dar a conocer la preciosa verdad de la resurrección de Jesús, su aparición en una tumba nos hace recordar un evento contado por el Señor mismo. En Lucas 16, Jesús narraba la historia del hombre rico y Lázaro para enseñar lo que pasa con el alma después de la muerte. “22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado” (Lc.16:22). Acá tenemos insinuada otra tarea de los ángeles. Son ellos que llevan el alma del creyente al cielo. Déjenme imaginar una escena. Allí, en su lecho de muerte, se encuentra un fiel creyente. Familiares lo rodean con profunda tristeza y angustia. De repente exhala el último aliento. En este momento estallan llantos y quizás hasta gritos alrededor del cuerpo inerte. Pero ahora sucede algo extraordinario, invisible para los deudos, pero una experiencia gozosa para el que partió. Su alma es llevada al cielo por ángeles. Todo lo que nos podemos imaginar de esta verdad, seguramente quedará corto. El sueño de la escalera de Jacob, se hace real para el alma que asciende a la misma presencia de Dios. ¡Un cortejo real es el que lleva al vencedor a la corte del Rey de reyes! ¡El momento más triste humanamente hablando, se convierte en un desfile victorioso hacia el reino celestial a la consumación de la salvación! ¡Esto sí que es fiesta! Allí se cumplen las palabras del Señor “21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Ap.3:21). ¿Dónde se encuentra el creyente? Sentado junto a Cristo.

 

  1. QUEDÓ UN PERFUME

Lo característico de los sepulcros y cementerios muchas veces es un olor agridulce de cadáveres en descomposición. Es un olor a veces incluso nauseabundo que recuerda la realidad anticipada por Dios como consecuencia de la caída del hombre en el pecado: “polvo eres, y al polvo volverás” (Gn.3:19). Y desde hace milenios, esta verdad se cumple inexorablemente. El olor a muerte está presente por doquier. Pero ahora sucedió algo impresionante. Bien recordamos que cuando sacaron el cuerpo del Señor de la cruz, lo envolvieron en sábanas y lo pusieron en el sepulcro. Pero en esta historia leemos un detalle interesante: “38 Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. 39 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. 40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos”. (Jn.19:38-40).

Los judíos no tenían la costumbre de embalsamar los cadáveres como la tenían los egipcios. Pero para contrarrestar al menos por unos días, la fetidez de la putrefacción de los cadáveres, envolvían a estos en varias vueltas de lienzos de tela. En cada vuelta añadían especias, si esto estaba en las capacidades económicas de los allegados, dado que era muy costoso. La mirra era una resina muy fragante y pegajosa que los judíos pulverizaban y mezclaban con áloe, un polvo derivado probablemente del sándalo aromático. Si se trataba del sándalo, entonces, era la misma madera que usó Salomón para las gradas y los instrumentos del templo.  O sea, esta madera que era muy cara y perfumada, estaba asociada con la adoración a Dios. Entonces, al envolver el cuerpo, añadían especias en cada vuelta y pliegue. Según nuestro pasaje, Nicodemo trajo 100 libras, que serían alrededor de 34 kg de este perfume para ungir el cuerpo del Señor para la sepultura.

Según la historia de Lázaro, después del tercer día el hedor del cuerpo en descomposición ya superaba al del perfume. Recordamos las palabras de Marta a Jesús respecto al hermano muerto cuando Jesús ordenó quitar la piedra de la entrada: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días” (Jn.11:39).

Pero, ¿qué olor tendría que haber quedado en la tumba vacía del Señor resucitado? Sólo quedó el olor al perfume. Con esto se cumplió la profecía del Salmo 16:10: “Porque no dejarás mi alma en el Seol,

Ni permitirás que tu santo vea corrupción”. Estas palabras fueron repetidas luego por Pedro (Hch.2:27,31) y por Pablo (Hch.13:34-37) en sendos mensajes. El cuerpo del Señor no fue afectado por la corrupción, sino que resucitó y se transformó en uno glorioso. La muerte no tuvo poder sobre él. Pero entonces, ¿qué olor quedó en la tumba? Sólo olor a perfume.

 

Pero cuando pensamos en un perfume asociado con la muerte del Señor, inmediatamente recordamos a María que ungió los pies del Señor poco tiempo antes de Su muerte: “2 Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. 3 Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume” (Jn.12:2,3). Cuando ella fue criticada por los discípulos incentivados por Judas Iscariote, Jesús los frenó y contestó: “Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto.” (Jn.12:7). Probablemente María no entendía completamente lo que estaba haciendo, pero lo que quería demostrar al Señor era toda su devoción y amor. Y Jesús resalta este hecho, por ser una preparación para Su sepultura, pero que también sería recordado por todos los que predicaran este evangelio (Mr.14:9). Ella estaba adorando al Señor.

Por lo tanto, vemos un perfume preparando la sepultura del Señor y vemos otro en la sepultura misma de Jesús.

 

Si seguimos asociando el perfume con la adoración, recordemos que, en la antigüedad, en el santuario de Dios, justo frente al velo que separaba el lugar santo del santísimo, se encontraba el altar de incienso, donde se quemaban un perfume especialmente elaborado para ello, en un símbolo de adoración a Dios. Por lo tanto, en todo el culto a Dios, el perfume estaba asociado a la adoración.

 

Sabemos que en el AT encontramos varias referencias que cuando se sacrificaban animales en holocausto a Dios, éste era tenido en cuenta como un olor fragante o agradable a Él (Gn.8:21; Éx.29:18,25,41; etc.).

Si nos enfocamos al Señor, ya en vida, haciendo Su obra, simbólicamente hablando, toda ella fue un perfume para Su Padre. Dos veces el Padre da el testimonio que éste era su Hijo amado en el cual tenía complacencia.

Aquí estamos frente al sacrificio más grande, más valioso y, de hecho, el definitivo. Este es el perfume más valioso, una vida entregada a nuestro favor, para la salvación de todo aquél que cree. Si para Dios lo es, ¡cuánto más para nosotros! Esta disposición al sacrificio y Su obra consumada, son el mayor perfume que subió al cielo. En Efesios 5:2: encontramos la confirmación de este hecho: “…se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”.

 

Pero quisiera volver a María y su perfume. Ella trajo una libra que serían unos 340 gramos. Pero el efecto fue tremendo. ¡toda la casa se llenó del olor de este perfume! Ahora, recordemos que Nicodemo había llevado cien libras, o sea unos 34 kg. ¿Nos podemos imaginar lo que sería la tumba con tanto perfume? Si unos gramos ya llenaron una casa, ¡cuál no sería el efecto de 34 kg en un espacio tan reducido como una tumba! Era como para no dejar ninguna duda, que la “muerte fue sorbida en victoria” (1Co.15:54).

Esta ilustración es fascinante. Si pensamos desde un punto de vista espiritual, la muerte perdió su olor nauseabundo. Incluso, estando frente a la tumba de una persona creyente en Cristo que partió, se respira otro aire. Hay libertad, tranquilidad, paz, gozo aún en medio de lágrimas, y la esperanza de volver a nuestros seres queridos. Hay olor a vida y victoria como escribe Pablo en 2Corintios 2:14,15 respecto de aquellos que andan en el triunfo con Cristo. Allí el apóstol estaba describiendo el regreso de un general victorioso que entraba a Roma. Él iba acompañado por sus soldados y también la gente conquistada. A su paso se quemaba incienso en honor a las deidades que supuestamente le había dado la victoria. Para los soldados que acompañaban a su general victorioso, este perfume significaba vida, seguridad, victoria, gloria, honra y fiesta. Pero el mismo olor, para los prisioneros, significaba derrota, esclavitud, castigo y en muchos casos, incluso la muerte. La diferencia hacía el hecho si habían estado con o en contra del general. Entonces, para los que estamos en Cristo, ya es un hecho que vivimos en victoria, y lo mejor, alcanzaremos la consumación plena con Él. E incluso, frente a la partida de este mundo, el creyente está seguro. La muerte perdió su fuerza, su aspecto tétrico, sino que ahora es sinónimo de libertad, victoria y gloria.

María, al derramar el perfume tan costoso sobre los pies del Señor, estaba honrando la obra que Él habría de hacer. El sacrificio de este perfume tan caro, era una muestra de profunda adoración.

Y en este punto, hay otra lección para nosotros. María con su perfume se anticipó a los hechos del Calvario y la tumba del Señor. Ahora bien, nosotros tenemos el privilegio de mirar hacia atrás, a los hechos consumados, y traer nuestra adoración en admiración a la persona y obra efectuada por nuestro Señor Jesucristo. Y que también sea así como en aquella casa: “y la casa se llenó del olor del perfume”. Que nuestra vida, que nuestra iglesia, se llene del perfume de la adoración a nuestro Señor resucitado. Ya no hay olor a muerte; todo es perfume, que así también sea nuestra adoración. Que podamos orar con el salmista: “Suba mi oración delante de ti como el incienso, El don de mis manos como la ofrenda de la tarde” (Sl.141:2).

 

La tumba no está vacía. Lo que no está es el cuerpo de nuestro Señor, pero todo lo demás, resalta aún más la gloriosa verdad de la resurrección.

1 Comment

  1. Jorge coronado dice:

    Excelente enseñanza he leído estos textos y nunca había analizado estos detalles.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo
Lo que quedó en la tumba (1ª parte)
19 abril, 2025
Josué: Su preparación (1ª parte)
26 abril, 2025
Lo que quedó en la tumba (1ª parte)
19 abril, 2025
Josué: Su preparación (1ª parte)
26 abril, 2025