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Autor: Norbert Lieth

Mediante su resurrección, Cristo venció por nosotros a la muerte. Si aceptamos con fe este milagro redentor, tendrá consecuencias duraderas en nuestras vidas, dando frutos eternos.


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PE2986 – Estudio Bíblico
Los efectos de la resurrección (1ª parte)



Nos encontramos una vez más, esta vez para hablar de la resurrección corporal del Señor Jesús.  La resurrección es un hecho histórico y responde a varias cuestiones esenciales de la vida. Su resurrección arroja luz sobre la oscuridad en la que estamos envueltos; algo muy visible en el relato de la resurrección de Juan 20. Sobre este tema podemos decir que para la humanidad la resurrección pone fin a la desesperanza.

El primer versículo de Juan 20 dice: “El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro”.

Los humanos siempre nos estrellamos contra la pared. En el Evangelio de Marcos 16:3, las mujeres se preguntaban: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?”. El hombre no ha cambiado en este sentido, a pesar de contar con un mayor progreso y desarrollo, y haber inventado tantas cosas para mejorar nuestra calidad de vida, seguimos teniendo la misma mirada ante la muerte: es insuperable, no hay esperanza.

Un libro secular publicado en alemán lleva por título: Mantenerse joven tampoco es una solución. Una conclusión desesperanzada abordada con un tono humorístico. En una entrevista, los autores dijeron, entre otras cosas:

“En algún momento, las enfermedades no tienen marcha atrás”,

“La salud es sobre todo algo que se pierde”,

“Los achaques de la vejez no son más que una muerte en cuotas”,

Woody Allen dijo: “No tengo miedo a morir. Solo que no quiero estar allí cuando suceda”.

Para la humanidad de todos los tiempos, nunca ha habido mayor perplejidad y desesperanza que frente a la muerte. Se dice que la lápida de un médico reza: “Aquí yace mi querido esposo, el Dr. Grimm, y todos los que curó yacen a su lado”.

La muerte es la gran piedra con la cual todos tropezamos. Todos menos uno: ¡Jesús! Él es el que quita la piedra de la desesperanza, del miedo, de la culpa y de aquello que nos separa de Dios, apartándola de nosotros con su poder.

No hay mayor anhelo que una vida eterna exenta de preocupaciones. Eso es con exactitud lo que Dios quiere darnos. La solución está en Jesús, el Resucitado. La piedra ha desaparecido, el camino de la resurrección se ha abierto y según 2Timoteo 1:9 al 10 tenemos acceso a la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio.

Por otro lado, la resurrección también significa el fin de la justicia por obras. Juan 20:6-7 dice: “Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte”.

Era común en la época envolver la cabeza del difunto con un sudario. El sudario es un símbolo de trabajo, lucha y esfuerzo. Después de la caída, Dios dijo a Adán en Génesis 3:19: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”. Toda nuestra vida es trabajo, labores y esfuerzo, y luego la muerte.

El sudario del Señor Jesús había sido envuelto y dejado aparte, en un lugar especial. Esto indicaba que la obra había culminado, que Él había completado el plan de salvación para nosotros y cumplido con toda la ley. No llegamos al cielo por nuestros logros, sino por lo que Jesús ha hecho por nosotros. Él cargó sobre sí mismo nuestro pecado, terminando la obra y exclamando: “¡Consumado es!”.

Algunos socorristas esperan a que la persona que se está ahogando se quede sin fuerzas y deje de luchar por sí mismo; solo entonces la rescatan. Así es como Dios nos salvó, si vemos la primera parte de  2 Timoteo 1:9 leemos: y quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”.

Romanos 3:28 dice: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley”.

Nuestra única esperanza para ir al cielo es la obra de Cristo dada por gracia. A través de Él somos recibidos por Dios con los brazos abiertos.

Leí la historia de un hombre que vio un cordero aparentemente discapacitado, con un pelaje desaliñado que le daba la apariencia de contar con seis patas. Entre ellas, las dos patas traseras colgaban sin vida, tambaleándose de un lado a otro con cada paso. Sin embargo, la verdad detrás de este lamentable espectáculo era otra. Un cordero había sido mordido y muerto por una serpiente. A su vez, otro cordero del rebaño no tenía madre, por lo que el pastor tuvo la idea de cuerear al cordero muerto y poner el cuero sobre el lomo del huérfano. Llevándolo hasta la madre del cordero muerto, esta lo aceptó como su propio hijo por el olor de su piel.

La resurrección pone fin al llanto

Continuando con la importancia de la Resurrección para la humanidad leemos en Juan 20:11-13 dice: “Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto”.

Aquí va un dato interesante: Se dice que una persona produce en promedio unos 60 a 80 litros de lágrimas a lo largo de su vida. Las mujeres lloran entre 30 y 64 veces en un año, mientras que los hombres lo hacen entre 6 y 17 veces. ¿Cuántas lágrimas ha visto el mundo a lo largo de su historia? Lágrimas de pena, de horror, de sufrimiento, de dolor, de injusticia, por la guerra, la enfermedad, los celos, la ira, la rabia, entre otras. Llantos de niños inconsolables, de mujeres desesperadas y de hombres horrorizados.

Los científicos han cristalizado algunas lágrimas para observarlas en el microscopio. Según el profesor y doctor Werner Gitt, pudieron ver en ellas la imagen de una cruz. Las lágrimas suelen ser una expresión de dolor y desesperación, además del mal de amores. Existe una angustia oculta, una añoranza secreta de Jesús, la misma que María expresó cuando dijo: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. ¿Te han quitado a Jesús? Aquellos que viven alejados de Él, en verdad lo anhelan de forma inconsciente. La Biblia dice en Apocalipsis 21:4 que: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Cuando Dios enjuga las lágrimas, entonces es definitivo.

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