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Titulo: Los Judíos y el Evangelio 4/4

Autor: John Wilkinso 
Nº: PE950

 

El apóstol Pablo, misionero ejemplar, cuyos movimientos parecerían haber sido dirigidos por el Espíritu Santo, uniformemente presenta el evangelio «a los judíos primero» y luego a los gentiles. Mientras se respetó este curso de acción, tanto los judíos como los gentiles fueron grandemente bendecidos. El amor de Pablo para con los judíos creyentes fue realmente maravilloso. El sentir de su corazón y su oración a Dios era por su salvación; de hecho, su amor fue expresado en un lenguaje tan fuerte que los estudiosos por siglos han quedado perplejos por su significado.

 


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Los Judíos y el Evangelio 4/4

Estimado amigo, en los pasados programas hemos visto que se necesitaba una nueva partida, y juntamente con esa nueva partida, un hombre nuevo, un nuevo apóstol.

 

El líder de la persecución que dispersó a los discípulos fue la elección del Señor Jesucristo para liderar esta nueva partida. A este apóstol de los gentiles se le otorgó también el honor de resolver las dificultades de los judíos, al explicar el carácter y propósito de esta dispensación. Su carácter es la elección de individuos, y su propósito es el reunir la iglesia.

 

El sabía que la conversión de las naciones como tales – primero Israel y luego los gentiles – aguardaba el regreso del Señor, y con todo su celo evangelístico nunca decreció. El fue tal vez el evangelista más fiel, laborioso, enérgico, perseverante y exitoso que jamás haya vivido.Haríamos bien en observar e imitar su espíritu y su conducta.

 

Pablo siempre primero fue a los judíos. Este es un hecho muy sencillo. No se presenta como una mera opción. Notemos una vez más las palabras mismas del Señor a Ananías en Damasco al respecto de Pablo,«Porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel.»El comienza a predicar en Damasco. ¿A quién? «En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que Jesús era el Cristo.»

 

Luego deja Damasco y va a Jerusalén, donde se le encuentra «hablando denodadamente en el nombre del Señor» disputando «con los judíos griegos.» Su vida estaba en peligro. Los hermanos pues, le llevan a Cesarea, y lo envían a Tarso. Luego, Bernabé sale de Jerusalén hacia Antioquia, y sigue hasta Tarso para ver a Pablo, y al encontrarlo lo trae con él a Antioquia donde permanecieron todo un año, siendo enviados luego a Judea con ayuda para sus hermanos pobres.

 

Pablo y Bernabé, habiendo cumplido su ministerio, regresaron de Jerusalén a Antioquia trayendo a Juan Marcos con ellos.

 

…Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre. Y llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.» Juan Marcos está con ellos. Van a Pafos, al otro lado de la isla de Chipre. Entonces «Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero Juan, apartándose de ellos, volvió a Jerusalén.»

 

Pablo y Bernabé pasan a través de Perge a Antioquía en el extremo norte de Pisidia.

 

Lo primero que leemos acerca de ellos luego de su arribo es que «entraron en la sinagoga un día de reposo y se sentaron. Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad. Entonces Pablo, levantándose, hecha señal de silencio con la mano, dijo» y luego de esto sigue un discurso memorable, digno de un hombre memorable. En el mismo se vincula en forma maravillosa a Cristo con la historia y la promesa del Antiguo Testamento, y se predica el perdón de los pecados a través de la fe en él. «Cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente día de reposo les hablasen de estas cosas. Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los seguidores piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios. El siguiente día de reposo se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios. Viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando. Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra.» Los judíos entonces promovieron una persecución contra los apóstoles, quienes después de sacudir el polvo de sus pies, los dejaron.

 

Hemos citado un pasaje tan extenso debido a su gran importancia y también debido a los notorios errores que se han cometido en cuanto a su interpretación. Una y otra vez, en conversación con ciertos cristianos, e inclusive en ciertos sermones, hemos escuchado que Pablo se alejó de los judíos y fue a los gentiles, infiriendo que él ya había cumplido con ellos, y que fueron abandonados debido a su rechazo del evangelio y su blasfemia. Pero la verdad del asunto es que Pablo y Bernabé se alejaron solamente de aquellos judíos que contradecían y blasfemaban en Antioquía y en Pisidia; y fueron solamente a aquellos gentiles que estaban reunidos allí en la sinagoga judía. Ni los judíos ni los gentiles estaban en una posición que representara a los suyos. Cada uno se representaba a sí mismo, así como cualquier otro blasfemo en cualquier parte del mundo. Si esos hombres blasfemos hubieran representado a todos los judíos, sin duda que los apóstoles les hubieran abandonado a todos de una vez; pero no fue ese el caso, ya que en el próximo lugar que estuvieron – Iconio – «entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de judíos, y asimismo de griegos.»

 

Es importante notar que en Antioquía los apóstoles admitieron que «era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios.» ¿Por qué era necesario, Querido amigo? Por dos razones. Primero, era el orden de Dios. Segundo, debido a que si bien el mismo salvador, la misma salvación y los mismos resultados se aplicaban tanto para uno como para el otro, no se les podía anunciar el mismo sermón. Cuando Pablo le predicaba a los gentiles, les urgía a que se volviesen de sus tontos ídolos y sirvieran al Dios vivo y verdadero; pero cuando predicaba a los judíos, les mostraba por las Escrituras hebreas que Jesús era el Cristo. Si el evangelio ha de ser predicado hoy día tanto a los judíos como a los gentiles – paganos y mahometanos – se debe hacer primero a los judíos y luego a los gentiles, porque aún están vigentes estas razones que existían 2000 años atrás.

 

Si era necesario predicarle a los judíos primero en aquel entonces, ¿por qué no iba a serlo hoy día?

 

Los gentiles están en las mismas condiciones ahora que antes. Los judíos también están en el mismo estado, y ambos están en la misma condición en cuanto a su relación mutua.

 

Se debe leer cuidadosamente el comienzo del capítulo 17 de Hechos. Allí encontramos que la costumbre de los apóstoles era de ir «primero a los judíos.»

 

«Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron – Pablo y Silas en esta ocasión – a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo. Y algunos de ellos creyeron.» Pablo y Silas fueron luego a Berea, y «entraron en la sinagoga de los judíos.» Se nos dice que éstos judíos «eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos.» Estos eran creyentes inteligentes, quienes sabían lo que creían, en quién creían, y por qué creían; por lo tanto serían creyentes firmes, quienes podrían predicarle exitosamente a otros.

 

Luego Pablo va a Atenas, dejando a Silas y a Timoteo en Berea. «Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría. Así que discutía en la sinagoga con los judíos.» Pablo había recibido la comisión de predicarle el evangelio a los gentiles. Así es que llega a uno de los lugares donde encontraría más trabajo. Estaba preparado para su tarea ya que su espíritu se enardecía, pero con todo fue primero a los judíos. ¿Por qué? Seguramente fue guiado por el mismo Espíritu Santo que lo había apartado y enviado. Esta ya es una respuesta satisfactoria. Pero se sugiere otra razón más. Parecería como si él dijera, «Tengo hermanos judíos aquí quienes creen en las Escrituras del Antiguo Testamento, los cuales esperan al Mesías: ¿por qué no he de procurar su conversión y les dejó la tarea de evangelizar a los gentiles a ellos, mientras que yo prosigo con mi misión en otros lugares?»

 

«Así que discutía en la sinagoga con los judíos.» «Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto _ Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos.»

 

«Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles.»

 

Muchos cristianos han pensado y han dicho que Pablo deja a los judíos como si Dios les hubiese abandonado debido a su blasfemia.

 

Ciertamente que no. Ni siquiera se aparta de todos los judíos de Corinto. Vamos a seguirle. «Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa.» Los gentiles también fueron bendecidos ya que «muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.»

 

Pablo, entonces, quedó en la ciudad por un año y medio, ya que el Señor le dijo en una visión que tenía mucha gente en esa ciudad. Luego fue a Siria, parando en Efeso en su camino. Allí «entrando en la sinagoga, discutía con los judíos.» A pesar de la insistencia, rehusó quedarse por más tiempo allí, aunque prometió «si Dios quiere» volver a ellos. Cuando Pablo volvió a los efesios a su regreso, le predicó a los judíos con un convincente poder. Una vez más en Efeso, Pablo entró «en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios.»

 

Con el cumplimiento de esta orden, «primero a los judíos,» los gentiles recibieron grandes bendiciones. «Muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados;» y hay a continuación una sorprendente declaración «que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.»

 

Un tiempo después, Pablo estuvo en Mileto en su viaje a Jerusalén para la fiesta de pentecostés, y allí hizo llamar a los ancianos de la iglesia en Efeso, a quienes les dirige uno de los discursos más emotivos y hermosos que se registran, en el cual testifica que había predicado «a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.»

 

Este misionero ejemplar, cuyos movimientos parecerían haber sido dirigidos por el Espíritu Santo, uniformemente presenta el evangelio «a los judíos primero» y luego a los gentiles. Mientras se respetó este curso de acción, tanto los judíos como los gentiles fueron grandemente bendecidos.

 

Consideremos ahora algunas de las interpretaciones que los cristianos hacen de los siguientes mandamientos de las Escrituras. Ellos son «Comenzando en Jerusalén» y «A los judíos primeramente.» Algunos creen que los dos tienen un único significado, y que «a los judíos primeramente» está aún vigente, infiriendo que «comenzando en Jerusalén» significa ir con el evangelio primero a los judíos en cada lugar y en cada época de la historia. Otros, los cuales también creen que ambos tienen el mismo significado, y que «comenzando en Jerusalén» significa tan solo que el evangelio comenzó a ser predicado allí 2000 años atrás, infieren que «a los judíos primeramente» fue realizado y cumplido en los tiempos de los apóstoles.

 

Ambas posiciones están parcialmente correctas y parcialmente equivocadas. «Comenzando en Jerusalén» debe ser tomado en su significado literal y obvio, como que comenzaba en ese lugar. Eso fue realizado y cumplido al comienzo de esta dispensación. El espíritu del mandamiento permanece, como diciéndonos comienza donde tú estás; comienza en casa. Si «comenzando en Jerusalén» estuviera literalmente vigente hoy día, cada evangelista debería comenzar su misión desde esta ciudad. Eso es algo impráctico, si no imposible. Pero «primero a los judíos» es un principio de orden, instruido por el Espíritu Santo, respetado por los apóstoles, aun por el apóstol a los gentiles, el cual nunca ha sido ni cancelado ni revertido.

 

El amor de Pablo para con los judíos creyentes fue realmente maravilloso. El sentir de su corazón y su oración a Dios era por su salvación; de hecho, su amor fue expresado en un lenguaje tan fuerte que los estudiosos por siglos han quedado perplejos por su significado.

Pablo era un patriota, sin duda; pero no podríamos atribuirle estas fuertes expresiones tan solo como la consecuencia de su patriotismo. El probablemente tenía una perspectiva más profunda en cuanto al plan de Dios y la forma de su cumplimiento de la que tenía cualquier otro hombre. Esta perspectiva le fue dada por el Espíritu Santo; sería bueno admitir entonces que este curso de comportamiento fue un ejemplo para todos los evangelistas durante la presente dispensación, y no tan solo algo patriótico, local y temporal.

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