Los milagros del Mesías ayer y hoy (2ª parte)


Autor: Dr. Erez Soref

Este programa es la continuación del estudio, enfocada a la obra de Dios en cuanto a las señales y milagros y cómo se enmarcaron y enmarcan. Seguimos descubriéndolo en esta oportunidad.


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PE3077 – Los milagros del Mesías ayer y hoy (2ª parte)



Hola. ¿Cómo están? En el programa pasado, escuchamos milagros tan extraordinarios que era imposible que alguien pudiera realizarlos, a no ser que fuera el Mesías. Eran milagros que autenticaban a Jesús como el prometido a Dios por medio de los profetas. 

Vamos a ver otro milagro mesiánico, en Lucas 5:17-19: Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar. Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús”.

Nuevamente el relato de Lucas, el médico narra este milagro.
Debe haber pasado algún tiempo entre la curación del leproso y este relato del paralítico. Ambos incidentes tuvieron lugar en Galilea, pero observamos que en este caso, Lucas dice específicamente: “…y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén”. Jerusalén estaba a tres días de camino de Galilea; así que el Sanedrín, que era el consejo de sabios de Israel, estaba muy interesado en Jesús por alguna razón. Su presencia no fue una coincidencia, y es bastante concebible que después de que el leproso curado saliera del Templo, los sacerdotes comenzaran a investigar dónde podían encontrar a este Jesús.

En el judaísmo de la época del Segundo Templo, que es en la que sucedieron estos hechos, existía un procedimiento concreto para comprobar si las afirmaciones mesiánicas de una persona eran exactas o no. El Sanedrín enviaba una o varias delegaciones para examinar la pretensión mesiánica de una persona en dos etapas. En la primera, la delegación se limitaría a observar: solo mirarían y escucharían, pero no harían preguntas. La segunda etapa se llamaba interrogatorio, y los líderes le harían preguntas al candidato mesiánico y examinarían sus respuestas. Al leer los Evangelios, observamos exactamente estas dos etapas de evaluación. Así que ese era el trasfondo cuando el paralítico fue llevado a Jesús.

La parálisis es una condición que existe desde el nacimiento o a causa de una enfermedad o accidente. Por lo general, significa que el paralítico no puede mover las manos o los pies a causa de una grave lesión nerviosa en los músculos o en la columna vertebral. El paralítico descrito aquí era claramente incapaz de moverse por sí mismo y dependía totalmente de la ayuda de quienes le rodeaban. En este sentido, sus amigos parecían ser un buen apoyo para él.

En la época también, la parálisis era algo más que una limitación física; se consideraba un castigo espiritual y en todo caso, una forma espiritual de impureza. En Levítico 21:18 leemos que “…ningún varón en el cual haya defecto” podía acercarse al altar, ni los ciegos ni los cojos, ni los que tuvieran la cara desfigurada o un miembro deformado. Así que el paralítico era ceremonialmente impuro y no podía acercarse a Dios (véase también Deuteronomio 15:21).

Lucas 5 narra que los fieles acompañantes del paralítico no pudieron acercarse a Jesús a causa de la gran multitud, pero estaban determinados a ayudar a su amigo y creían que Jesús podía curarlo. Así que, se las ingeniaron y quitaron el techo para poder bajar la cama o camilla. Se menciona específicamente que Jesús vio su fe, lo cual es una declaración maravillosa, especialmente en relación con nuestro Mesías.

El texto continúa diciendo: Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas”.

En este notable relato, Jesús llama al paralítico “hombre”, y probablemente se dirige a él literalmente como “hijo de Adán” para enfatizar el hecho de que heredó la naturaleza pecaminosa de Adán como el resto de la humanidad, que está bajo la maldición del pecado. Y el Señor, que ve lo que el hombre más necesita, pronuncia el perdón de sus pecados. Por lo tanto, la atención no se centra en la curación física, sino en la impureza espiritual de este pobre enfermo.

En el antiguo Pacto, la expresión “perdón de los pecados” aparece muy raramente. Básicamente, solo la encontramos en Levítico capítulos 4-6, donde se describen los distintos sacrificios, concretamente la ofrenda por el pecado y el holocausto, en cuyo contexto se dice que Dios perdonará los pecados. Por tanto, lo que dice Jesús tiene un significado muy concreto. Y en Lucas 5:21 vemos la reacción de los escribas y fariseos enviados por el Sanedrín, y tenemos que concluir que su comprensión teológica es cien por ciento acertada en este caso: entienden que Jesús afirma tener autoridad para perdonar los pecados. Y entienden que Jesús también está diciendo que Él es Dios; Dios quien se hizo hombre. En sus corazones hacen todo tipo de consideraciones, pero mantienen la boca cerrada, aunque ciertamente hubieran querido decir una cosa u otra, pero todavía están en la primera etapa de poner a prueba al candidato mesiánico, y por eso no hacen ninguna pregunta.

Sin embargo, como leímos, Jesús sabe lo que hay en sus corazones. Esto también es característico de Dios, y Jesús les muestra en su propio idioma y de una manera que les es propia, quién es Él. Muy sabiamente demuestra Su poder. En la literatura rabínica, que ya había comenzado a escribirse para los días de Jesús, existe una forma de argumentación según la cual se demuestra algo sencillo con algo que es mucho más difícil. Por eso Jesús pregunta: “¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?”

Para todos nosotros, por supuesto, es mucho más fácil afirmar algo que hacer que un paralítico se levante y camine. De esta manera, entonces, Jesús demuestra su autoridad y presenta a la multitud de ese momento, y para la posteridad, que hay tres posibilidades entre las cuales tenemos que elegir: que Él está completamente loco y solo se imagina tener esta autoridad, pero que en realidad está viviendo en un mundo de sueños. En segundo lugar, que Él es un mentiroso y todo esto es un espectáculo que Él practicó de antemano con el que debía fingir ser paralítico para hacer creer al Sanedrín que Él tiene esa clase de autoridad. Y en tercer lugar, que Él es realmente quien dice ser, es decir, Dios encarnado, que tiene el poder para perdonar los pecados y que luego se sacrificó y resucitó de entre los muertos para justificar a todos los que creen en Él. Estas son las tres posibilidades que nos da Jesús, y leemos en el versículo 26: Y todos incluidos los escribas y fariseos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas”.

Si nos ponemos en el lugar del Sanedrín, que tuvo que decidir sobre el mesianismo de Jesús, parece de alguna manera inconcebible que los escribas y fariseos tomaran tan pronto la decisión de que era un mentiroso y un hechicero blasfemo. Algunos de ellos habían estado allí y habían experimentado y visto de primera mano lo que Jesús dijo e hizo. Es un misterio por qué los líderes de nuestro pueblo hace 2,000 años podían ser tan ciegos. Pablo lucha con esto en su carta a los romanos. En el capítulo 11:32-33 declara: Porque Dios sujetó a todos refiriéndose al pueblo judío y su liderazgo en desobediencia, para tener misericordia de todos. ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!”

Sobre esa misericordia, a pesar del rechazo, hablaremos en el próximo programa. ¡No se lo pierda!

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