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Más Extraño que la Ficción 
(2ª parte)

Autor: Mark Hitchcock

  El 30 de octubre de 1938, presentaron una adaptación radiofónica de la novela de Wells: “La guerra de los mundos”, en forma de noticia. La mayoría de los que la creyeron se apilaron en las ventanas, en espera de lo peor. En los primeros años del siglo 21, nuevamente reina en el mundo el temor, y una postura de expectativa.


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PE2011 – Estudio Bíblico
Más Extraño que la Ficción (2ª parte)



¿Cómo están amigos? En el programa anterior, dijimos que Apocalipsis 9:2 y 3 describe cómo es abierto el abismo: humo, como si fuera de un gran horno de fundición, es liberado, e incontables seres, parecidos a las langostas, oscurecen el cielo sobre la tierra.

¿Quiénes son estas langostas que salen revoloteando del abismo, oscureciendo el cielo sobre la tierra? ¿Realmente son langostas, o son algún otro tipo de criaturas?

En diferentes etapas de la historia eclesiástica, las langostas de Apocalipsis 9 han sido interpretadas de manera diferente: alguna vez simbolizaron a los herejes o a los góticos, otras veces a los musulmanes, a la orden mendicante, a los jesuitas o a los protestantes, a los sarracenos o a los turcos. La descripción de Apocalipsis 9:2 al 5, sin embargo, muestra que esas langostas son seres demoníacos, con forma material y visible. Ellos son los habitantes siniestros del abismo – langostas de tipo infernal, impulsadas por un poder infernal. Este pasaje describe una increíble invasión demoníaca a la tierra, a través del ejército de Satanás, en los últimos días.

Siete puntos apoyan la idea de que esos seres sean demonios, en cuerpo material.

Primero: Como ya hemos visto en el versículo 1, su cabecilla es un ángel caído o demonio.

Segundo: Ellos vienen del pozo del abismo, que en el Nuevo Testamento es el lugar en el cual algunos ángeles caídos o demonios han sido confinados (según Lc. 8:31).

Tercero: No pueden ser langostas de verdad, ya que su objetivo de ataque son los seres humanos, no la vegetación. Apocalipsis 9:4 dice: “Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.”

Cuarto: Estas langostas sólo afligen a la gente que no pertenece a Dios (según Ap. 9:4). Esto corresponde al actuar de los demonios.

Quinto: Los demonios, aparentemente, son capaces de habitar en diversas formas de vida física, tanto humanas como también de animales. En Apocalipsis 16:13, por ejemplo, encontramos demonios en forma de ranas impuras.

Sexto: La descripción de estos seres, en Apocalipsis 9:7 al 10, va mucho más allá de todo lo que existe en este mundo: “El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras humanas; tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de leones; tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla; tenían colas como de escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder para dañar a los hombres durante cinco meses.”

Séptimo: Las langostas verdaderas no tienen un rey que las gobierne. Proverbios 30:27 dice: “Las langostas, que no tienen rey, y salen todas por cuadrillas.” Las langostas descritas en Apocalipsis 9, al contrario, tienen como rey sobre ellas al “ángel del abismo” (mencionado en el v. 11).

Son seres demoníacos en cuerpo material, liderados por su rey, el “ángel del abismo”. El profesor de Biblia John MacArthur confirma esta conclusión diciendo: “Éstas no son langostas normales, sino demonios que traen destrucción como las langostas. Que sean descritas como langostas simboliza su enorme cantidad y su impresionante poder destructor”.

En la antigüedad, las langostas eran parte de los seres destructores y, por eso, prácticamente símbolo de aniquilación. La quinta trompeta de juicio de los tiempos del fin describe nada menos que el interior del infierno, que expulsa una terrible bandada de asquerosos demonios que azotan a los no salvos en el tiempo de la tribulación, con terribles dolores y martirios.

Imagínese lo que sería el mundo si las puertas de las cárceles y de los reformatorios, en todas partes, fueran abiertas, dando libertad a los peores criminales del mundo. De suceder esto, ellos tendrían libertad para crear el caos entre la gente, y para continuar con sus crímenes. La escena en Apocalipsis es mucho, mucho peor.

¿Cómo será cuando en el tiempo de la tribulación incontables miles de demonios, que durante milenios estuvieron atados en el abismo, sean liberados sobre la tierra en cuerpos visibles? ¡Será un espanto inimaginable!

Apocalipsis 12, agrega que también el diablo y sus ángeles caídos serán lanzados del cielo a la tierra. La tierra llegará a estar en un fuego cruzado demoníaco, cuando el diablo y sus ángeles caídos sean echados del cielo y, al mismo tiempo, los demonios del abismo salgan a la superficie terrestre. El mundo estará lleno de seres demoníacos. Para las personas que experimenten esto, será una experiencia que les hará recordar a Auschwitz. Los poderes demoníacos echados sobre la tierra, y aquellos del abismo, estarán libres para ejecutar sus atrocidades espantosas e inimaginables contra la humanidad. La tierra estará inundada por un ejército de seres no terrenales, como ningún equipo de efectos especiales se lo podría imaginar. Esta invasión hará parecer a “La guerra de los mundos”como una excursión escolar.

Por supuesto que este extraño escenario da lugar a todo tipo de preguntas, de las cuales muchas no las podemos contestar. Pero, algunas respuestas nos las dan las Escrituras. Éstas son las que queremos analizar.

Antes de describir la apariencia y la actuación de esos seres, Dios deja muy en claro que él tiene bajo su control todo lo que sucede allí. Él le da al ángel caído la llave para el abismo, y el margen de acción de estas “langostas” es claramente limitado por Dios, quien les impone por lo menos tres restricciones bien claras: Él determina a quiénes ellos pueden dañar, en qué forma, y durante cuánto tiempo.

Cuando estas hordas demoníacas llenan el mundo, Dios les dice expresamente “que no dañen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes” (Ap. 9:4). Ellos no podrán hacerle nada al pasto, ni a las plantas ni a los árboles, ni a los que creen en Jesucristo – a los que tienen el sello de Dios en sus frentes (Ap. 7:4 al 8). Estos 144.000 serán protegidos de los martirios demoníacos, y probablemente, también, todos los demás creyentes sobre la tierra en ese tiempo queden libres de los mismos.

Posiblemente usted se pregunte ahora: “Pensé que todos los creyentes serían arrebatados antes de la gran tribulación. ¿Quiénes son, entonces, estos creyentes en la tierra que serán resguardados de esa plaga demoníaca durante la tribulación?” Debemos recordar que durante la tribulación habrá muchos incrédulos que aceptarán al Señor como su Salvador. Apocalipsis 7 menciona al menos dos grupos de personas que serán salvos en ese tiempo: los 144.000 judíos y un gran número de entre las naciones. Dios utilizará el caos reinante en la tribulación, para atraer hacia Sí a muchos pecadores perdidos. A pesar de que muchos de ellos sufrirán persecución e incluso el martirio, Dios los protegerá para que no sean atribulados, juntamente con los perdidos, por los demonios de Apocalipsis 9.

También en Éxodo podemos ver cómo Dios protegió a Su pueblo. Cuando Él derramó las diez plagas sobre Egipto, para lograr que el faraón se doblegara, el pueblo de Dios no fue afectado por las mismas (Éx. 8:18 y 19; 9:4, 6, y 26; y 10:23).

Los demonios del abismo no pueden matar personas, sino que sólo pueden producir en ellos el deseo de morir. “Y les fue dado, no que los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre. Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos” (Ap. 9:5 y 6).

La palabra traducida aquí como “tormento”, a menudo es utilizada en la Biblia para los sufrimientos y dolores del infierno. El tormento de esos seres demoníacos será como “tormento de escorpión cuando hiere al hombre”. Nunca fui herido por un escorpión pero, un día, un niño pequeño fue picado en la mano por un pequeño escorpión, en el campo al lado de nuestra iglesia. Dicho niño gritó a todo pulmón por espacio de una hora entera. En los primeros treinta minutos después de la picadura, era absolutamente imposible calmarlo. ¡Imagínese tener que soportar un dolor de ese tipo durante cinco meses! Eso enloquecerá a la gente. Los impulsará al suicidio, pero según Apocalipsis 9:6, no estarán en condiciones de quitarse la vida para poner fin a ese dolor tan terrible.

 

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