Matrimonio en misión

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Gonzalo y Mariela, un matrimonio misionero en Panamá, nos cuentan acerca de los ministerios que se llevan a cabo allí, como el trabajo en las comunidades indígenas, la escuela en un barrio de zona roja, y el ministerio con las personas de la calle. Te invitamos a conocer sus testimonios y cómo Dios ha cambiado sus vidas al decidir mudarse a un país lejano para servirle.


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EA1002 – Entre Amigas –
Matrimonio en misión



Entrevista a Mariela y Gonzalo

Victoria: Muy bien, estamos en el tiempo de la entrevista, hemos llegado a este momento que caracteriza el programa, y hoy estamos con dos amigos, un matrimonio amigo que está justamente viviendo cerca de los estudios de Llamada de Medianoche desde hace algunos días, y bueno, queremos conocer su historia, queremos conocer en qué están pudiendo servir al Señor. Tenemos a Mariela y a Gonzalo que están acompañándonos así que les damos muchas gracias por estar con nosotros.

Mariela: Buenos días, muchas gracias por la invitación.

Gonzalo: Buenos días, muchas gracias.

Victoria: Bueno, para comenzar cuéntennos un poco sobre ustedes. Están en Uruguay temporalmente, ¿verdad?

Gonzalo: Sí, es verdad.

Victoria: ¿Cómo es el tema del trabajo que ustedes están realizando, cómo es la tarea que están llevando a cabo?

Mariela: Bueno, nosotros somos misioneros en Panamá, allí en Centroamérica, hace más de dos años y medio. Servimos allí con otro matrimonio misionero, ellos también son uruguayos y sirven para una organización internacional de misioneros hace 11 años. Así que nosotros fuimos a apoyar su ministerio, la obra del Señor en realidad. Y bueno, básicamente se trabaja con población indígena y algunas personas de la ciudad, sobre todo niños y sus familias. En la ciudad trabajamos en un barrio que es zona roja, se llama Curundú, y allí se trabaja básicamente con los niños hijos de pandilleros y que viven un contexto bien difícil. Trabajamos con estos niños, con sus familias, y un tiempo también teníamos un ministerio para embarazadas adolescentes del mismo lugar. Además tenemos un ministerio con personas de la calle, en el que se le da de comer a personas en situación de calle, pero quizás Gonzalo puede contar un poco más.

Victoria: Bien, antes de que Gonzalo nos cuente sobre esto quisiera saber cómo es que llegó a ustedes este llamado, este sentir de poder trabajar en misiones, de poder servir al Señor en esta área.

Gonzalo: En el 2015 con el grupo de jóvenes de la iglesia todo el año estuvimos aprendiendo sobre las misiones y yendo a diferentes iglesias en el Uruguay. Para terminar el año, 8 de nosotros fuimos a Panamá, a un viaje misionero. Después de estar un año hablando y aconsejándonos con nuestros pastores fuimos encomendados a la obra.

Victoria: Fueron en principio, entonces, a apoyar a este matrimonio que ustedes decían. ¿Ellos ya fueron desde el comienzo a apoyar o fueron por fuera?

Mariela: Ellos hace ya 11 años que sirven como misioneros, y cuando nosotros fuimos a este viaje misionero fuimos a servir con ellos. Así fue como conocimos la obra del Señor que hacían en Panamá y surgió la idea de ir a apoyarlos a ellos.

Victoria: ¿Cómo ha sido el tiempo de adaptación de ustedes a una cultura diferente, a un clima diferente, como hablábamos hace un ratito de la diferencia de clima, y con todo el hecho de estar lejos de casa? ¿Cómo ha sido para ustedes?

Gonzalo: Sí, es todo un desafío porque el clima es diferente, las comidas son diferentes, las personas son diferentes, pero bueno, de a poco el Señor nos fue capacitando y también dando fuerzas para poder acostumbrarnos. La verdad es que fue muy bueno, una vez acostumbrados. A mí particularmente me gusta el calor, el frío lo sufro un poco más, así que eso no fue tan dramático, pero sí las diferencias que a veces surgían, por ejemplo, en el trato con la gente. Me pasó que cuando les iba a dar un beso a los varones, como se saluda acá, allá me sacaban la cara porque no se acostumbra, sino que se acostumbra a dar la mano. Pero bueno, fue un proceso de aprendizaje.

Victoria: Claro, todos los códigos culturales que hay y a los que hay que ir adaptándose. ¿En tu caso cómo fue, Mariela?

Mariela: Bueno, la verdad es que a mí no me gustaba para nada el calor, y ahora lo extraño mucho. Uno se acostumbra a lo que el Señor le pone como casa, esta es la realidad, ese es nuestro hogar hoy en día. Ahora que estamos acá sufro bastante el frío, pero bueno, en el tema de las comidas y eso me acostumbré, básicamente comen mucho arroz. Es cierto también que, si bien hablamos el mismo idioma, es un español diferente, así que uno aprende a hablar de una forma que ellos puedan entender mejor. Recibimos un poco de bullying también por pronunciar demasiado la “ll” y la “y”. En cuanto a lo de las culturas indígenas sí fue algo un poco más difícil de entender para nosotros, yo soy enfermera así que hacemos apoyo en cuanto a medicina en ese aspecto, sobre todo a las comunidades indígenas que no tienen acceso a la medicina.

Una anécdota medio cortita sobre esto es que una vez que fuimos a una de las comunidades había un niño con fiebre, y los niños allí tienen muchos trastornos de secuelas cerebrales porque hacen convulsiones por fiebre, porque no saben qué es lo que tienen o no controlan la temperatura, incluso cuando son cosas bastante simples. Al final terminan teniendo bastantes secuelas cerebrales, parálisis y cosas por el estilo por convulsiones repetidas en la niñez, cosas que para nosotros son super básicas. Así que estábamos allí, había un niño pequeño y Marianela, que es la otra misionera, me dijo “¿Te animás a fijarte qué tiene el niño?” Así que fui, lo examiné, vi que estaba con fiebre. Yo siempre llevo material para poder asistirlos y también medicinas, así que le di la medicina y le pedí a la mamá si por favor podía bañarlo para poder bajar su temperatura.

Al rato viene Marianela y me dice “¿qué pasó con el niño?” Y yo le dije “ya le di la medicina y le pedí a la mamá que lo bañara”. Y Marianela me pregunta “¿y la mamá lo hizo?” A lo que yo le respondo: “No tengo ni idea, supongo que sí”. Marianela fue a preguntarle y la mamá todavía no lo había hecho, así que fue y le dijo que fuera y lo bañara. Luego me contó Marianela que en la cultura indígena no reciben consejos como “deberías” o “sería bueno que lo hicieras”, sino que reciben órdenes. Marianela me dijo “tu eres blanca y ellos van a hacer lo que tú digas”. Eso para mí fue impresionante, es como un arma de doble filo porque por un lado quería darle un consejo para ayudarlos pero por otro lado porque soy blanca van a hacer lo que diga. Entonces son cosas que uno va aprendiendo sobre lo que es la cultura y cosas que para nosotros son bien diferentes, pensando en que aquí no tenemos poblaciones indígenas ni contacto con ese tipo de personas. Pero bueno, es una linda experiencia también la de aprender su idioma y conocernos, poder ver cómo Dios obra en situaciones diferentes y que Dios utiliza cosas distintas para ayudar a las personas porque sus realidades son diferentes.

Victoria: De eso quiero que estemos hablando más adelante, quizás de algún testimonio puntual que nos puedan contar, pero antes quisiera que Gonzalo nos contara sobre cómo es este tema de trabajar con niños que tienen su familia vinculada a las pandillas, y también explicar un poco en qué consiste ser miembro de una pandilla, porque por estos lados quizás no se sabe mucho o no se entiende. Quizás en otros países desde los cuales nos están escuchando sí sea algo normal, pero por lo menos en Uruguay no lo es tanto.

Gonzalo: Sí, nosotros estamos trabajando en la ciudad, en una escuela cristiana, una escuela que es de la iglesia. La iglesia tenía una visión de alcanzar a las personas de ese lugar llamado Curundú, de ese barrio de zona roja, y por eso puso una escuela cristiana. Desde allí nos prestaron el lugar para tener un programa con ellos, no solo darles de comer sino también contarles acerca de Dios y enseñarles valores. Así que bueno, ahí empezamos a conocer a los niños, nosotros tampoco sabíamos mucho sino que fuimos aprendiendo sobre la marcha. Las pandillas son bastante complicadas porque involucran a toda la familia. A los niños los mandan a hacer cosas que quizás ellos ni saben lo que significan, y tienen una rivalidad muy fuerte con los otros barrios y con las otras pandillas. Te podés dar cuenta de cuando un niño está en una pandilla porque cuando su pelo es largo o cuando está pintado significa que son partícipes de alguna. Por eso todos los niños que van a la escuela deben tener el pelo cortito.

Así que bueno, las primeras veces fue medio caótico porque a ellos no les enseñan cosas básicas, como por ejemplo comer sentados en una mesa. Había un niño que cuando llegó hacía sus necesidades en frente de todos, en cualquier lugar, también a cualquier situación que les molestaba respondían con violencia, pero bueno, con mucha oración y también apoyo de personas de la iglesia fuimos aprendiendo sobre la marcha y realmente se están viendo los resultados porque el Señor está cambiando vidas. Allí adentro los niños se sentían seguros, podían jugar, que es algo que fuera de ese lugar no pueden hacer, no tienen esa seguridad y esa paz de poder convivir entre ellos, y bueno, estaban cada día aprendiendo más de Dios, así que es una experiencia muy linda. No sé si Mari quiere agregar algo sobre esto.

Mariela: Sí, una cosa interesante es que los niños que pertenecen a diferentes pandillas no pueden ser amigos entre ellos, es decir, si yo pertenezco a una pandilla y tú a otra, ni siquiera puedo hablarte. Incluso a veces en los partidos de fútbol que se jugaban en el colegio se armaba una batalla campal. Al comienzo teníamos las puertas abiertas, podían entrar la cantidad de niños que quisieran en cualquier momento del programa, y habían alrededor de 250 niños. Después la cosa se hizo un poco incontrolable porque si bien había personas que nos acompañaban éramos muy pocos trabajando, así que comenzamos a poner un poco más de reglas que nos ayudaran y que los ayudaran a ellos también, como que se tenía que entrar a determinada hora, que había momentos para cada cosa, porque los niños viven sin reglas.

Ahí comenzamos a tener entre 100 y 150 niños por sábado y comenzamos a trabajar un poco más organizado y de forma que ellos puedan entender que los amamos y que tenemos un Dios que los ama. Porque a veces era simplemente rezongar y toda la mañana correr detrás de ellos e intentar separas las peleas. Pero lo que dice Gonzalo es cierto, notamos que el Señor está cambiando vidas y que es un lugar de seguridad para ellos, donde ellos pueden ir y podemos ser amigos, no importa si pertenecés a una pandilla y yo a otra, ahí adentro podemos jugar al fútbol juntos, conversar y darnos cuenta que en realidad somos iguales, y que las decisiones de nuestros padres obviamente afectan nuestras vidas, pero que el Señor puede hacer algo con eso, que el Señor está mas allá de eso. Fue muy lindo ver jugar a niños que al comienzo se peleaban y ni se podían mirar porque pertenecían a pandillas diferentes pero que hoy pueden ser amigos. Eso únicamente el Señor lo puede hacer.

Victoria: Sólo Dios, sin dudas. ¿Con niños entre qué edades están trabajando?

Mariela: Uy, ahí adentro entran desde bebés hasta niños de 12 años, porque los niños muchas veces entran con sus hermanos pequeños. Hubo un tiempo que trabajábamos con adolescentes pero la realidad es que no dábamos abasto para cumplir todas sus necesidades y a veces era más un problema que una ayuda. Allí son otras reglas, como son más grandes piensan que pueden golpear a los más pequeños, y el programa se enfocó más para niños, así que los adolescentes no se engancharon mucho. Si bien se hacen actividades de fútbol en la cancha que hay allí en el barrio y hay contacto con los adolescentes, el programa se enfoca principalmente en los niños hasta 12 o 13 años.

Victoria: Hablaban también de que hay una iglesia, que hay gente de la iglesia que los apoya. ¿Cómo fueron recibidos, cómo fue eso de insertarse en una comunidad de fe distinta? ¿Qué notaron de diferente cuando llegaron?

Mariela: Es bien diferente a lo que nosotros conocemos. Esta iglesia particularmente es una iglesia internacional, es una iglesia totalmente en inglés, se hace alabanza en español y hay algunas reuniones específicas que son en español, pero la mayoría es en inglés. Son iglesias grandes también, no como las nuestras, tienen 3 servicios por día así que tú elegís el servicio y no es como acá, que llegás a la iglesia y conocés a todos. Pero bueno, el Señor fue bueno en eso también porque conocíamos a estos misioneros y también en ellos encontramos a una familia. Ellos tenían amigos y por eso fue más fácil el tema de poder conocer a otros. Esta iglesia tiene una escuela y a nosotros nos gusta bastante el deporte, así que estuvimos enseñando un poco que básquetbol y fútbol en la escuela y así comenzamos a conocer a los padres de los niños, esos padres también iban a la iglesia y así comenzamos a hacer más relaciones y tener un contacto más personal con las personas. Porque a veces en el culto era difícil.

Victoria: Claro, así que en el hecho de pertenecer Dios también ha sido bueno con ustedes.

Mariela: Sí, exactamente.

Victoria: Estamos llegando ya al final de esta entrevista, ha sido un gusto tener a Gonzalo y a Mariela. Quisiera saber qué mensaje dejarían ustedes para aquellos que tal vez nos están escuchando y, o están viviendo una realidad parecida a la que hemos escuchado, o no entienden cómo es que un matrimonio se aventura a ir a una cultura totalmente diferente para llevar el mensaje de Jesús, un mensaje que los ha movido totalmente a ustedes.

Mariela: Bueno, creo que si hay algo que por lo menos a mí me gustaría compartir es que nosotros en realidad no tenemos nada especial, y que el Señor puede hacer cualquier cosa que quiera con las personas que Él quiera. El Señor no necesita de nosotros pero sí tenemos el privilegio de que quiere utilizarnos. Creo que en realidad Dios puede y quiere utilizar a cualquiera que esté dispuesto a servirle. Creo que si nos conocieran de verdad verían que no somos nada talentosos y que no tenemos nada de bueno, pero el Señor decidió, en su bondad y en su gracia, poder utilizarnos. Lo único que necesita el Señor son corazones dispuestos a servirle. A veces pensamos que tenemos que ser grandes predicadores, grandes músicos, no sé, pero el Señor utiliza lo que tengamos lo que él nos haya dado, que aunque sea poquito el Señor puede hacer mucho.

En el ministerio de la calle, en el que le compartimos comida a personas en situación de calle, una vez un hombre llamado Carlos que estaba nos dijo “ustedes vienen del cielo” y para nosotros fue algo que marcó nuestra vida, que un simple plato de comida para una persona que lo necesita puede ser las manos y los pies del Señor, y el mensaje puede ser de muchas formas y a través de muchas personas, pero es a través de su gracia lo que Él hace, y no por lo que nosotros somos.

Así que no importa quién seas, dónde estés ni lo que tengas para dar, el Señor alimentó a una multitud con almuerzo de un niño con un corazón dispuesto, así que Él puede hacer lo mismo con nuestra vida y con tu vida.

Victoria: Les agradecemos muchísimo por estar con nosotros, por contarnos sus experiencias. Daría para conversar mucho más pero bueno, agradecemos por su tiempo y también oramos por ustedes, para que el Señor los siga bendiciendo y que les siga abriendo puertas, y que, como decían al principio, el lugar en donde están sea su hogar porque el Señor está con ustedes. Un gusto conocerlos y un gusto poder compartir este tiempo con ustedes.

Mariela: Gracias a ustedes por la invitación.

Gonzalo: Fue un placer estar.

Victoria: Amigas, les traeremos un nuevo programa de Entre Amigas la semana que viene, ¡hasta la próxima!

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